En defensa de la 'fanfiction'

Cosas de niños

¿Por qué las nuevas versiones son aclamadas y las fanfics vilipendiadas? ¿Es el apoyo de una editorial lo único que las diferencia?

'Cincuenta sombras de Grey' es una de las 'fanfics' más populares. (Foto: Paula Vázquez Córdova)
Raquel Castro
Guadalajara /

Cada cierto tiempo se desata el debate sobre las fanfics, esos textos hechos por fans de una historia en los que narran las aventuras que les hubiera gustado leer en la obra original y que están muy ligados al mundo lector adolescente. La discusión al respecto se puede ir por muchos derroteros: que si son una forma de piratería, al tomar personajes creados por alguien más; que si son un desperdicio, al no usar la creatividad en una hechura propia; que si son un pasatiempo adolescente (como si ser adolescente y tener un pasatiempo fuera algo malo). También hay quienes opinan que la fanfic está bien siempre y cuando sea solo un paso intermedio entre el pasatiempo y la “escritura seria”, es decir, que una vez que el fanficcionista haya mejorado lo suficiente sus habilidades tiene que empezar a escribir su propia obra, y están los que se quejan de que esto es uno de los tantos vicios de la juventud de hoy (ya saben: en mis tiempos, uno aceptaba que el autor había escrito lo que había querido y cuando acababa un libro lo dejaba estar y empezaba a leer uno nuevo; y si quería escribir sus propias cosas, partía de cero, y blablablá por el estilo).

Por supuesto, a cada uno de estos argumentos corresponde uno opuesto: no es piratería porque no se hace por dinero ni negando los créditos originales; pueden ser tan imaginativos como cualquier otro ejercicio de creación, a la par que presentan retos a quien los emprende, al plantearle un conjunto de características que debe conservar: la escritura tendría que ser un gozo y no una obligación, etcétera.

Lo cierto es que lo que hoy conocemos como fanfiction existe desde hace muchísimo tiempo, y podríamos incluso rastrear sus orígenes hasta los bonitos tiempos de las narraciones orales, en las que cada contador de historias se sentía en la plena libertad de agregar o modificar pasajes de acuerdo a su público. Es por eso que tenemos muchas versiones de algunos cuentos clásicos: a pesar de que algún autor fijó por escrito una iteración, o trató de conjuntar varias en una sola narración (como hicieron Andersen y los Grimm, por ejemplo), no falta la iteración alternativa con pasajes distintos.

Esto no es algo que pase exclusivamente con las narraciones orales, o que haya dejado de ocurrir con el paso del tiempo. Las adaptaciones a partir de obras existentes siguen existiendo, y algunas parten del ejercicio de la fanfic. Entre los ejemplos más recientes y sonados, podemos considerar Cincuenta sombras de Grey, de E. L. James, que originalmente era una fanfic de la saga de Crepúsculo, de Stephanie Meyer.

También hay libros que no parten de una fanfic, pero comparten elementos con éstas; tal es el caso de Las crónicas lunares, de Marissa Meyer (que no es familiar de Stephanie, por cierto), que se basan en personajes como Cenicienta y la Caperucita Roja pero en un entorno de ciencia ficción; y un ejemplo inusual y que a mí me fascina es Fernanda y los mundos secretos, de Ricardo Chávez Castañeda, que retoma los casos clínicos narrados por Oliver Sacks en El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, y los cuenta en una versión adaptada para niños.

¿Por qué las nuevas versiones son aclamadas y las fanfics vilipendiadas? ¿Es el apoyo de una editorial lo único que las diferencia? Porque la calidad, no es. Claro que hay fanfics malísimas, pero también hay otras de enorme calidad. Siempre viene a mi mente Reencuentro en el vórtice, de Alys Avalos: una continuación del anime Candy Candy que retoma de manera brillante la personalidad y la forma de hablar de cada uno de los personajes (si a alguien le interesa, pueden encontrarlo en varias páginas de internet dedicadas a la ficción de fans).

Otro brillante ejemplo: Maldita, novela de Thomas Wheeler, con ilustraciones de Frank Miller, retoma los mitos artúricos y les da una vuelta sorprendente. En esta historia que combina elementos históricos y fantásticos, podemos encontrarnos con viejos conocidos: Arturo, claro; pero también Morgana, Merlín, Lancelot y Uther Pendragon; pero todos ellos giran en torno a Nimue, una adolescente de una raza no humana (inefables, les dicen) cuyo destino parece estar ligado a Excalibur, la espada del poder.

Sin querer abonar a la discusión que mencionaba al principio (porque, en realidad, no necesita de mi gasolina para que el fuego siga crepitando), me quedo con una idea: libros como éste no serían posibles si amordazáramos la imaginación que lleva a la creación de fanfics. Y si quienes las hacen y las leen lo gozan, ¿para qué pelear? Mejor acerquémonos a conocerlas. Mínimo nos ayudará a acercarnos a un importante sector de los lectores adolescentes.

ÁSS​​

LAS MÁS VISTAS