Entre los 'siddhis' y la carne

El día de ayer

Se dice que la mente rompe con la ilusión de ser un ente separado de los demás y se unifica con todos los niveles de la existencia.

Un yogui, a medida que va creciendo en su camino espiritual, podría hacer cosas que no sean comunes sino comparables con milagros. (Especial)
Verónica Maza Bustamante
Guadalajara /

Son apasionantes las historias de yoguis con poderes sobrenaturales.

Deambulando entre la realidad y el sueño, lo posible y lo imposible, no tienen nada de mágico sino más bien un control absoluto del cuerpo, la mente y el espíritu. En los Yoga Sutras se habla de los siddhis, o logros y perfecciones que se obtienen a través de la práctica y disciplina del yoga, la meditación, la concentración y el samadhi, que puede considerarse la iluminación o la unión con el Ser Supremo.

Entre estos logros se encuentran la desaparición-aparición del cuerpo, un control excepcional de la anatomía, clarividencia, psicoquinesis, conocimiento de nacimientos previos o futuros, posibilidad de cambiar su tamaño, de respirar bajo el agua, de domesticar animales salvajes, de tener fuerza inconcebible, hacer levitación, liberarse del hambre y la sed, entre muchos otros.

Se dice que la mente rompe con la ilusión de ser un ente separado de los demás y se unifica con todos los niveles de la existencia. La meditación involucra la percepción del tiempo, reconociendo el pasado, el presente y el futuro pero sin que esa división sea importante. Además, entender a profundidad las ideas de vida-muerte como algo unido en lugar de separado, también podría modificar la realidad.

Un yogui, a medida que va creciendo en su camino espiritual, podría hacer cosas que no sean comunes sino comparables con milagros. Justo por eso, muchos maestros piden alejarse de los siddhis, para no tener deseos egoístas o materiales debido a sus logros.

Si bien en Occidente no es común ver a alguien que logre manejarlos, la noche de antier una bailarina hizo, en el Foro FIL, que la concurrencia pensara que era capaz de realizar cualquier cosa cuando en el espectáculo Lokdhwani, protagonizado por el enorme grupo Sattar Khan Langa, danzara teniendo sobre su cabeza siete jarrones de diferentes tamaños y bajo sus pies lo mismo un pequeño carrito que unos tubos metálicos o vidrios triturados.

¿Cómo lo logra? ¿Por qué no pierde el ritmo? ¿Qué siente en sus extremidades inferiores? La respuesta es, en sí misma, un camino.

La idea de un encantador de serpientes cobra vida con Sattar Khan, cuya voz y actitud son capaces de estremecer hasta al más duro. Con un fondo musical que los convertía en los Pink Floyd de la India, y teniendo al dios Hánuman, el de la cara de mono, sobrevolando encima de ellos esparciendo su poder de la humildad, entraron en la meditación profunda más sonora que se ha visto en el escenario tapatío.

El festín de la carne

Carne en un giro, carne en otro giro. Un poco de ensalada y luego más carne. En el Mr. Pampas do Brasil no hay vacas sagradas que valgan: todo son cortes, empalmados, al carbón, a la parrilla, ensartados, desmenuzados. Comer es imperante en esta Feria en donde el tiempo presente corre a tal velocidad que se desdibuja por completo del pasado y del futuro. Si no hay fiesta, hay cena.

El escritor Chandra Choubey, quien lleva gran parte de su vida viviendo en México, cuenta que creció a las orillas del río Ganges. Siendo niño observó un ritual funerario en sus aguas. En su libro Del vientre a la muerte. El viaje de la vida, explica cómo fue que tras ese momento comprendió que el camino tiene que ver con entender la mente humana, cómo funciona y cómo se puede entrenar.

“¡Experimentemos con la vida! Lo peor que puede pasar es que todo siga igual. El experimento da resultados. Una buena acción siempre da un buen resultado; si hemos hecho bien las cosas y aun así no conseguimos los frutos esperados, es porque quizá la acción estaba bien hecha pero no era una buena acción”, explica. Quizá así es que la bailarina de las mil ollas sobre la cabeza logra el balance, como si hacerlo fuera un siddhi.

Vasudhendra, el dulce autor de trece libros escritos en kannada, su lengua nativa, originaria del sur de India, ha ganado premios y dirige su propia editorial. No obstante, lo que de él se admira es su valentía, su fortaleza, su ausencia de miedo para enfrentarse a un mundo en el que las personas homosexuales aún no eran bien vistas. Escribe con pluma, a manera de dedicatoria en su novela Mohanaswamy, que el amor es el único camino, después de hablar sobre la forma en que asumió dentro de sí mismo su orientación sexual para después compartirla con el exterior.

Es un guía más, un gurú de las letras que aprendió que en realidad no se necesita tener poderes sobrenaturales para cambiar, aunque sea un poquito, la realidad.

ÁSS

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