L. M. Oliveria publicó Bloody mary en diciembre de 2010. Es su novela primogénita y, naturalmente, fue escrita con el entusiasmo inagotable de los autores debutantes. “Era una novela que me gustaba mucho en espíritu, pero con los años —cuenta en entrevista— me di cuenta de que le había faltado trabajo de escritura, necesitaba pulirla”. Sació esa necesidad con una reescritura que adquirió la forma de Las buenas costumbres, libro que inaugura la colección Combate a 10 de la editorial Dharma Books, que propone un “boxeo de sombra” entre los autores y sus primeras obras.
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—¿Cómo te enfrentas a una novela que escribiste más de diez años atrás?
Es un ejercicio profundamente literario, un ejercicio autoral donde los creadores nos enfrentamos a nuestros propios demonios. Una primera novela puede ser exitosa o no tanto, pero siempre tiene los impulsos de un escritor que no es muy avezado. Eso a veces es delicioso, porque te topas con alguien que escribe desde la fuerza del primer impulso, pero es muy difícil hacerlo bien. En mi caso, creo que había cosas que tenían que decirse de otra forma.
—¿Dirías que es un castigo autoimpuesto?
En algún sentido es un castigo, porque se vuelve absolutamente tedioso. Después de todo es una novela que escribiste, que reescribiste, que corregiste, de la que ya hablaste... Volverte a enfrentar a ella es complicado, sobre todo en la mesa, cuando estás trabajando una nueva versión. Uno se pregunta: ¿por qué me tengo que volver a enfrentar a esto? Si lo hice es porque sentí que el resultado es convincente, creo que quedó una obra muy potente.
—¿Repetirías el ejercicio con el resto de tus novelas?
Con Resaca, Por la noche blanca y El oficio de la venganza estoy muy contento. Son novelas a las que no les movería casi nada, porque caminan muy bien. Yo creo que una primera novela tiene mucha ambición, porque tienes que romper el capullo, y por otro lado tiene falta de oficio. El corazón central de esta colección es mantener esas ambiciones de una primera novela, pero enfrentarlas con una voz hecha. A Bloody mary le faltaba oficio. Retomarla era lograr dos cosas: por un lado, un ejercicio literario muy interesante y por otro ver si era cierto lo que yo tenía como intuición, porque quizá estaba equivocado y no había nada que contar. Sin embargo, creo que tenía una intuición adecuada
—“Sentir y dar placer, de eso también se trata la literatura”, escribes en tu ensayo. Parece que es algo muy obvio, pero también se nos olvida.
Parece algo muy obvio, pero hay muchos autores que a veces hacen eso a un lado, que creen que la literatura es otra cosa. La literatura es muchas cosas. Para mí, por supuesto, también pasa por el placer; para otros no es tan obvio. Hay muchas personas que apuestan a romper al lector o a romper el lenguaje y eso se aleja del placer.
—Reescribir un libro es también una crítica a tus lectores de entonces
Se podría ver así en algún sentido, una a todos los lectores que pensaron que Bloody mary era una buena novela. Esto es también un ejercicio de sinceridad con uno mismo, un proceso en el que todos aprendemos. En realidad, lo que estoy diciendo es que la novela de entonces para mí hoy no se mantiene en pie; la que se mantiene en pie es ésta. Habría que ver si en diez años sigue así.
—¿El Oliveira de hoy haría alguna recomendación al Oliveira de hace diez años?
Yo le hubiera dicho a aquél que dejara reposar el libro. A veces el mercado tiene prisa, a veces tú tienes prisa. Hay que aprender a matar esas ansias, porque van en contra de la literatura.
ÁSS