Para el escritor y guionista Simón Soto, la Guerra del Pacifico (1879 -1883) es un conflicto que persiste en el imaginario chileno: desde su perspectiva, pese a que han pasado más de cien años, el conflicto continúa vigente.
Esta es la principal razón por la que la escogió como escenario de su nueva novela: Aguafuerte (Planeta, 2023), obra que aborda desde la ficción el enfrentamiento armado entre Chile, Bolivia y Perú.
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Tras ocho años de haber rondado su mente, el libro se materializó. Ahora, desde la FIL Guadalajara, presenta el material junto con una serie de reflexiones en torno a esta y otras guerras.
“Algo que entendí al terminar la novela es que la guerra está incrustada en nuestra construcción humana, es parte nuestra, el conflicto bélico ha existido siempre y probablemente nos va a acompañar siempre, al igual que amar o sufrir”.
Simón cree que el mundo está lleno de brutalidad, misma que se ve reflejada tanto en el pasado como en el presente.
“La guerra sigue ocurriendo y nos sigue interpelando, nos sigue hablando y lo seguirá haciendo por mucho tiempo como lo hacen las que se viven hoy en la Franja de Gaza o entre Rusia y Ucrania”, comenta.
Ficción e historia
El autor buscó redescubrir el relato bélico y salirse de los márgenes del nacionalismo colocando a sus personajes en situaciones límite.
“Me parece que la Guerra del Pacifico es muy compleja, muy cruenta y difícil de encasillar. La narrativa chilena la ha abordado desde el nacionalismo y a mí me interesaba desmarcarme ahí, hacer algo más complejo”, asegura el escritor, quien adelanta que su novela deja “muy mal parados” a los chilenos.
“La ocupación chilena de Lima, que fue muy extensa, fue brutal. Los chilenos hicimos cosas absolutamente vergonzantes, verdaderamente malignas, no solo robamos, violamos, fue una cuestión muy cruda y todas esas heridas persisten, heridas históricas”, reflexiona el también guionista.
En este sentido, plantea que existe una “incapacidad entre países hermanos” para resolver el conflicto que hasta el día de hoy se sigue arrastrando.
“Se sigue debatiendo la posible salida al mar de Bolivia, tú le preguntas a cualquier persona en la calle y algo te ha de decir, tal vez los más jóvenes, más progresistas, van a estar de acuerdo, y la gente mayor va a cuestionar por qué. Es algo muy presente, los juicioso de La Haya se seguían todo el día en la televisión y en el peor de los sentidos, cuando hay partidos nunca falta el hincha que se ha tomado unos tragos de más y comienza a gritar ‘Conche tu madre, les quitamos el mar a estos indios culeados’. Esa brutalidad es algo muy palpable que sale en forma de xenofobia, de racismo, de tontera”, menciona.
Con esto en mente, Soto parte de una realidad palpable para formar un acuerdo tácito entre la verosimilitud que da la recopilación de la historia y la posibilidad que abre la ficción. En sus palabras, el chileno busca torcer y tensar la narrativa para sacarla de “la cárcel de la historiografía” y llevarla a “la locura”.
Ecos en América Latina
En una reflexión respecto a la escritura, el también profesor señaló que, si bien cada literatura nacional es muy distinta, existe una especie de red (como la de la fibra óptica que cruza el océano) que conecta a los países de América Latina.
Un claro ejemplo de ello es la escritora mexicana Fernanda Melchor, quién, desde la perspectiva de Soto, deja eco en toda la región, mismo que reverbera con los lectores chilenos.
“Hay cosas que entendemos. Toda esa turbiedad de la provincia, esa cuestión escondida, mezclada con lo esotérico. Nosotros lo entendemos porque también tenemos algo eso, creo que hay literaturas nacionales, pero que estamos muy conectados”, asegura.
LHM