Buena parte de las historias que Héctor Aguilar Camín ha transformado en literatura tienen su origen en los días de infancia, en Chetumal, donde nació. Escuchaba a su madre y su tía recordar sucesos de otras épocas y así fue aprendiendo el arte de narrar.
En los últimos meses, el historiador y escritor se dedicó a releer y corregir cada uno de los relatos que conforman su libro Historias conversadas, publicado por primera vez en 1992 y ahora reeditado, en su versión definitiva, por Literatura Random House.
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Sobre esta nueva edición, Aguilar Camín dice: “Es un territorio muy familiar y, al mismo tiempo, muy distinto. Para mí es una edición nueva y única, porque allí están todos los registros de las cosas que me han interesado a lo largo de muchos años: el amor, el alcohol, la historia, la nostalgia, los mundos perdidos, el fracaso, la amistad, la política, el poder, la violencia. Prácticamente no hay un tema que haya tratado como escritor que no esté reflejado en el libro. El asunto, además, es que todo viene de la misma fuente: el mundo de las conversaciones de mi madre y de mi tía, quienes eran unas conversadoras mitológicas. El gran aprendizaje de mi casa, tanto para mí como para mí hermano Luis Miguel, es esta lección inmediata, cotidiana, de literatura, en que se convierte una muy buena conversación y que es una forma de contar historias. Mi madre y mi tía eran maestras, ponían sobre la mesa las historias que recordaban de su infancia, de su juventud”.
Para el colaborador de MILENIO, el volumen podría definirse como un continuo carnaval de historias; incluso, lo considera como el formato más natural que hay en la literatura: que alguien cuente una historia. Una definición cercana la ofrecen los mismos editores: se trata de “quince cuentos que pueden leerse como la autobiografía de un personaje de ficción que en cada capítulo se inventara, o se robara, una vida distinta”.
“Con los años, uno aprende como escritor que no hay que ir a buscar demasiadas historias al mundo exterior, sino que las historias están en uno mismo y esas son las mejores. Lo cual no quiere decir que sea una literatura intimista, sino que la experiencia que uno ha recogido es más que suficiente para cualquier escritor”.
Si bien en Historias conversadas hay un recorrido por los caminos que ha seguido Héctor Aguilar Camín, no solo en su lado literario, sino también en el del historiador y el del periodista, se trata de una mirada realista alrededor de la creación, “en el sentido recto de la palabra, no uno que copia la realidad, sino que necesita saber en dónde viven los personajes, a qué época responden, qué es lo que los rodea, qué manera de sentir y de pensar hay en su cabeza que corresponde a ese entorno. “Mientras no entienda eso, que pueda no estar puesto en el relato, no puedo escribir. Estas historias están hechas buscando una inmediatez realista que te ponga en la conversación. Cuando eso funciona y lees como si escucharas una conversación, mi objetivo está logrado. Si entras en cualquiera de los relatos, lo termina”.
Los intereses se reflejan en asuntos como el narrado en “Pasado pendiente”, que remite a un momento de la historia, desconocido, del inicio del narcotráfico en México. Hay otro relato que cuenta la historia, también poco conocida, del único mexicano que fue cautivo del Gulag soviético, Evelio Badillo.
“Otro ejemplo es ‘La balada del verdugo melancólico’, donde se vuelve a contar la historia de la matanza de Huitzilac. Continuamente, aquí está mezclada la memoria familiar con la historia nacional, con la memoria política del camarada Badillo, con la memoria de la vida misma, de los amores, el sexo, la violencia. Todos los registros de los que he sido capaz como historiador y como escritor de ficción están representados en este libro”.
Uno de los elementos destacados por Aguilar Camín en esta edición de Historias conversadas es que se convirtió en la visita a un territorio muy familiar y, al mismo tiempo, a uno muy nuevo, “porque creo que es el libro que he corregido más en mi vida. Escribir es reescribir; donde realmente se encuentran las cosas es en la rescritura, mejor dicho, es la diferencia entre tener la materia con la que vas a hacer un guiso y el guiso. En este libro, la escritura primera, prácticamente de todos los relatos, fue muy fácil, mientras la corrección ha sido interminable, he corregido tres o cuatro veces y si me pusiera a leerlos otra vez, seguramente volvería a corregirlos, de manera que son los mismos relatos y son muy distintos en relación con las primeras versiones que publiqué de ellos. Lo siento como un libro nuevo”.
En la definición de este libro nuevo, de una versión que se define no solo con la escritura, sino en especial con la lectura, el director de la revista Nexos asegura que lo más importante es lograr ese “poco de más y ese poco de menos en que consiste el acierto literario. Es una idea de Tolstói: escribir bien es un poco de más y un poco de menos. Tiene que estar en su justo medio y lo que hay que hacer cuando uno corrige es quitar lo que sobra y añadir lo que falta”, dice Aguilar Camín porque, al final, siempre resulta más complicado volver a escribir una historia.
Historias conversadas
Martes 3 de diciembre, 17:00 horasSalón 1Presentación de libro
ÁSS