Las obras de Bei Lynn y Hsu-Kung Liu se articulan en un lenguaje que precede a las palabras: el de las imágenes. Sus libros encuentran poseen una dimensión que excede a los textos y abre umbrales hacia la introspección. En el trabajo de estos dos ilustradores taiwaneses, las líneas y los colores insinúan encrucijadas emocionales y crean pasajes entre culturas y generaciones.
Bei Lynn, autora e ilustradora de Aprendiendo a decir adiós, construye recuerdos con lápices y silencios espaciales. La historia, inspirada en la pérdida de su perro, no se regodea en el dolor, sino que lo transmuta en algo palpable y sereno. Lynn describe su proceso creativo con una franqueza que desarma: “Con el tiempo, pude aprender a ver esos recuerdos con más calma y menos tristeza”. Sus ilustraciones invitan a habitar la pausa, a ocupar los vacíos como territorios de introspección. Es una intimidad que se siente tan personal como universal.
- Te recomendamos Nick Bradley, el escritor que se encontró a sí mismo en la traducción FIL
La autora también destaca la intención deliberada de dejar espacios en blanco entre los capítulos de su libro: “Esos vacíos son como intermedios, un lugar donde los lectores pueden transformar sus propios sentimientos”. Este enfoque busca invitar al lector a una experiencia activa, donde la narrativa visual acompaña y estimula la reflexión.
Hsu-Kung Liu, por su parte, traza interrogantes sobre la identidad. En El caballo naranja, el personaje principal emprende la búsqueda de su hermano en una historia donde las imágenes se erigen como el andamiaje de una reflexión sobre la pertenencia. Liu reconoce que su práctica como ilustrador está enraizada en la hibridación cultural de Taiwán, donde confluyen influencias chinas, japonesas y occidentales. Este caleidoscopio cultural permea su obra, que despliega una creatividad forjada en la intersección de estilos y técnicas, entre lo íntimo y lo expansivo.
“Cuando dibujo, no pienso en el destinatario; simplemente quiero explorar y contar algo honesto”, explicó Liu al describir su proceso creativo. Este enfoque instintivo, según él, le permite mantener una frescura que conecta con lectores de distintas edades. También subraya la importancia del ritmo pausado que percibe de la cultura mexicana: “En Taiwán, la vida se consume entre estudiar y trabajar sin tregua. Aquí, en cambio, hay espacio para observar y sentir”.
Ambos artistas coinciden en que la ilustración no es un mero acompañamiento del texto, sino una entidad que lo reconfigura. Lynn rehuye las obviedades culturales. Liu, en cambio, celebra las capas culturales que enriquecen su trabajo, desde paisajes urbanos hasta evocaciones casi oníricas que convocan la mirada del lector.
Acerca de México —país que ambos visitaron por primera vez durante su participación en la FIL Guadalajara 2024—, Lynn destacó la sensibilidad del público mexicano hacia temas como la pérdida y la conexión, mientras que Liu, maravillado por los paisajes y las expresiones artísticas urbanas, subrayó la necesidad de un ritmo de vida que permita el detenimiento y la contemplación, elementos esenciales para un ilustrador.
“El público mexicano tiene una forma única de entender el duelo”, reflexionó Lynn, quien quedó impresionada por la manera en que los lectores jóvenes interpretaban las metáforas de su obra. Por su parte, Liu celebró el entusiasmo con que los niños se acercaron a su libro: “Sus preguntas me recordaron por qué dibujo: para descubrir junto a ellos”.
Lo que Bei Lynn y Hsu-Kung Liu entregan no son únicamente historias, sino experiencias visuales que perduran en la memoria de sus lectores. Sus libros nos enseñan que las despedidas, las búsquedas y los encuentros no siempre precisan de palabras para revelarse en toda su plenitud.
ÁSS