Durante décadas, la mirada de Cristina Pacheco registró las historias de quienes habitan los márgenes de la Ciudad de México. Con rigor encomiable, construyó un archivo que retrata los matices de sus protagonistas. Con idéntico entusiasmo cultivó la ficción. La antología Mar de historias (Tusquets, 2024) —presentada anoche en la FIL Guadalajara— contiene una selección de relatos que Pacheco publicó semanalmente en La Jornada. Son textos donde lo cotidiano adquiere una dimensión literaria y simbólica.
“Pensé que era importante plasmar los temas que más le importaban a Cristina”, explica Laura Emilia Pacheco, su hija, quien estuvo a cargo de la compilación. Los relatos seleccionados exploran un espectro vasto de intereses: desde la fragilidad de la infancia hasta la invisibilidad de los adultos mayores, así como episodios marcados por un humor que templa incluso los momentos más oscuros. “Tenía un gran sentido del humor. Algunos textos son realmente mordaces y muy divertidos”, añade.
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En las páginas de Mar de historias desfilan personajes entrañables: una esposa que escribe un diario para su marido ausente, un jardinero mutilado que reflexiona sobre su entrada al paraíso, o unas ancianas que contratan a un bailarín exótico. La antología es un testimonio de la imaginación literaria de Cristina Pacheco y de su capacidad para diseccionar la complejidad emocional. “Mi mamá tenía un talento especial para captar lo humano en todas sus dimensiones”, reflexiona Laura Emilia.
La estructura y el ritmo también fueron esenciales en su obra. Cristina escribía un cuento semanal, un desafío que demandaba disciplina y rigor. “Pensaba en el tema de su cuento durante toda la semana, tomaba notas y sufría por la entrega, ya que debía tener todo listo para el sábado. Su rigor era absoluto. A pesar de tener un tren de trabajo brutal, lograba mantener una organización impecable”, recuerda su hija.
La Ciudad de México ocupa un lugar central en Mar de historias, no solo como escenario, sino como entidad viva. “Era su gran amor y la trataba como un personaje”, comenta Laura Emilia. Desde las vecindades hasta los grandes mercados, Cristina retrató con sensibilidad las contradicciones y las esperanzas de la ciudad. Este amor también guió su visión del periodismo como un servicio social: “Le dolía profundamente la violencia, la pobreza y la falta de infraestructura. Sufría por los padecimientos de sus habitantes. Para ella, el periodismo era un servicio social, algo que muchas veces olvidamos en este oficio”, afirma.
El proceso de compilar la antología fue, para Laura Emilia, un viaje personal y revelador. “Fue como conversar con ella. Al leer sus textos, podía escuchar su voz y sentir sus intereses y preocupaciones. Descubrí aspectos de su infancia y de su manera de pensar que antes no conocía”, comparte. Estas historias, aunque arraigadas en un contexto específico, encuentran resonancia en lectores de cualquier generación. “Siempre hay algo que conecta, porque Cristina escribía sobre las pasiones humanas, y eso es igual para todos”, reflexiona.
La presentación de Mar de historias en la FIL Guadalajara fue una celebración a una de las cronistas más queridas de México. Anoche quedó claro que la voz de Cristina Pacheco habita en estas historias. Nos interpelan, nos llaman a escuchar y observar con sensibilidad. Como reflexiona Laura Emilia: “Escuchar es una forma de respeto, y mi mamá lo tenía muy claro. Siempre se acercaba a las personas con un interés genuino, porque para ella cada historia merecía ser contada y escuchada”.
ÁSS