“Se tiene que conocer una dictadura para que no se replique”, dice la escritora Ligia Urroz sobre Somoza (2021), libro que está promocionando en la edición 36 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Del libro, Urroz cuenta que lo estructuró en dos partes. La primera aborda el asesinato de Somoza Debayle, ocurrido el 17 de septiembre de 1980, desde el punto de vista de sus enemigos. La segunda es más íntima porque “habla la Ligia niña, la que vivió con Somoza, la que lo miró”.
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“Viví con él de cerca, caminábamos, me daba chocolates, y luego viene esta guerra cruel, tantos muertos, y llego a México donde nadie quiere a Somoza. No reconocí que era un asesino”, reflexiona la autora.
Somoza le sirvió a Ligia Urroz para “empalmar ese rompecabezas mental” que la acompañó desde que llegó a México con su familia, que por su cercanía con el dictador tuvo que huir de Nicaragua: “En los años 80 era un tema tabú, hablar de la dictadura era hablar del mismísimo Satanás. Fue algo que me costó mucho trabajo sacar, pero cuando estuve lista para hacer ese recorrido por mis entrañas salió la novela. Fue un proceso sanador”.
La censura
Pero algo que no sana es su condición de exiliada “porque tristemente aún no puedo volver a mi tierra. Ha sido un doble exilio en el sentido de que primero tuve que salir por la primera dictadura y ahora hay una segunda dictadura: el señor (Daniel Ortega) que llegó a quitar al dictador se convirtió en un dictador, y peor”.
Entonces, Ligia Urroz denuncia que “la cultura está siendo aplastada en Nicaragua. Está destruyendo todos los resquicios culturales, todos los grandes escritores ya salieron, Sergio Ramírez está exiliado, 350 ONG han sido disueltas porque dicen que están en contra del régimen, y entre esas hay muchas culturales, de música, de letras”, cuenta.
Ante este panorama, ¿se puede construir una solución? La autora del libro La muralla (2009) cree que desde adentro “no se puede porque te meten a la cárcel. De hecho, toda la oposición, antes de las elecciones, fue encarcelada; no hay voz, no hay representación, es pura censura y falta de derechos humanos. Desde adentro no se puede hablar”.
Por eso los nicaragüenses que viven en otras latitudes, como ella, “alzamos la voz, esa es la responsabilidad que tengo con mi país: hablar”. Del exilio puede venir la respuesta.Alejada de su tierra nata, la escritora encuentra su hogar en “la familia, mis amigos y mi tribu, Las Hijas de la Pandemia, grupo que empezó con un Zoom de escritoras que nos sentíamos solas y tristes, y de pronto se llenó de luz”.
El hogar para Ligia Urroz
Alejada de su tierra natal, la escritora encuentra su hogar en “la familia, mis amigos y mi tribu, Las Hijas de la Pandemia, grupo que empezó con un Zoom de escritoras que nos sentíamos solas y tristes, y de pronto se llenó de luz”.
ÁSS