En medio de los grandes grupos editoriales, bestsellers y escritores de moda, existe un oasis en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara: los vendedores de libros antiguos.
Tienen algunos stands. Son gambusinos, siempre en busca de primeras ediciones, autografiadas por escritores famosos, o libros extraños y especiales.
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Por ejemplo, se ofrece un ejemplar de El coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez por 10 mil pesos. Lo curioso es que el libro no fue conservado por la dueña original; incluso, en una de las hojas se lee una dedicatoria a otra persona. Sí, efectivamente, para ella fue fácil olvidar que tenía un libro autografiado por Gabo con todo y sus características flores en su firma.
Pero no es todo. La primera edición de El llano en llamas de Juan Rulfo se cotiza en 8 mil pesos, mientras que la segunda edición de Pedro Páramo alcanza los 2 mil pesos.
También se ofrece La feria, de Juan José Arreola, una primera edición que se vende en 3 mil pesos, pero se puede hablar con el vendedor y llegar a un acuerdo.
Van sacando los libros de cajas, los más valiosos van en bolsas de plástico. La gente se acerca atraída por las joyas que se venden. No son baratas pero nunca pasarán de moda.
Los vendedores de libros antiguos tienen tal ojo que con solo ver un par de cajas de alguien que quiere vender la biblioteca de un familiar pueden saber si encontrarán algo de valor y, créame, lo encuentran
Mauricio González, de Librería Páramo, asegura que los libros antiguos que más se buscan en la FIL Guadalajara son de Gabriel García Márquez, Juan Rulfo y de la fotógrafa Mariana Yampolsky, cuyos títulos pueden alcanzar los 25 mil pesos.
En el mar de libros se puede ver la primera versión en español de Lolita de Vladimir Nabokov con valor de mil 500 pesos, pero también un diccionario industrial, un libro religioso con portada de piel y un dibujo de diablito en una de sus páginas.
Los libreros son de pocas palabras, pero Mauricio se anima a contar una historia muy especial. “Una vez, me llegó el libro Regina de Antonio Velasco Piña y lo curioso es que él se lo regaló, dedicó y autografió a Lucerito, quien hizo la obra de teatro. Una vez invitamos al escritor a la feria del ayuntamiento en Guadalajara y cuando lo vio se sorprendió, lo cerró y nos dijo: ‘con esto me doy cuenta de que Lucerito es mejor actriz que lectora’ ”.
Los estantes están repletos de libros con mucha historia detrás, con firmas de sus autores, dedicatorias y curiosidades, a la espera de que un nuevo lector les dé una oportunidad. Muchos visitantes se acercan en busca de estos tesoros que sus dueños abandonaron.
PCL