Mi amigo el navegante

Días feriados

Xavier Velasco cuenta cómo la FIL Guadalajara ha sido testigo del desarrollo de su amistad con el escritor español Arturo Pérez-Reverte.

El narrador y académico español, Arturo Pérez-Reverte. (Foto: Paula Vázquez)
Guadalajara /

Como a tantos autores que uno ve como amigos, a Arturo el navegante lo conocí leyéndolo. Luego hice lo que, dicen, no debería uno hacer porque supuestamente no sirve para nada: me acerqué a darle mi primer libro, al final de una conferencia de prensa. Dos días más tarde, casi de madrugada, sonó el teléfono y zas: era él. Le había gustado el libro, tenía que volver a Madrid pero quedarían pendientes un par de cervezas. Mientras tanto, podía yo contar con un amigo.

Volvió meses más tarde y nos fuimos de farra por la Ciudad de México. Territorio comanche, que le llama él a esas zonas sinuosas y resbaladizas donde unos policías andan con cuidado y otros mejor ni asoman las narices. Tugurios peligrosos, un par de ellos presentes en las crónicas del libro que le di, donde Pérez-Reverte —por veinte años habituado a atestiguar los horrores más crudos de la guerra— se miraba a sus anchas y brindaba conmigo entre carcajadas. “¿De qué va tu novela?”, disparó a media parranda, con ojos centelleantes y aplomo marinero, de manera que no me quedó más que contarle de cabo a rabo la historia que por esos años pergeñaba.

Hoy lo encuentro cada año, cuando menos, en los pocos resquicios que nos dejan las tupidas agendas de la FIL, y es verdad que el ritual apenas ha cambiado. Nos contamos lo que traemos entre manos y hacemos cierta sorna del mundo literario, empezando de pronto por aquel cagatintas cobardón que ha escrito un par de párrafos rabiosos en su contra y ya lo mira de reojo, con un desdén que no oculta la envidia. A él le importa una mierda, como tanto le gusta comentar, pero a veces también le divierte responderles con una travesura, de la que luego ríe como un niño.

Mi amigo el navegante es tipo duro, y en el plan de lector es despiadado. No logro imaginarlo propinando un elogio gratuito, ni inventando patrañas para quedar bien. Es quien es, todo el tiempo, pésele a quien le pese, aunque también es un perfecto caballero: puede hablar mal de todo, menos de una mujer, y primero se deja acuchillar antes que permitirte que le pagues la cuenta por los tragos, la cena o lo que venga. Ahora bien, para ser tipo duro se sabe demasiados chistes y te los cuenta a la primera provocación.

Confieso que leí muy tarde El conde de Montecristo, pero no obstante a tiempo para encontrar allí a mi amigo Arturo, tras el temple de Edmundo Dantés. Él lo leyó muy joven, y se le nota. De no mediar el tiempo y la brevedad de la existencia, tendrían que haber sido amigos y secuaces. A menudo me dice que es mi hermano mayor, y yo lo doy por hecho con el orgullo que uno a veces siente frente a esas amistades de una pieza que encontró por caprichos del destino y espera no perder de aquí a la muerte.

ASS

  • Xavier Velasco
  • Narrador, cronista, ensayista y guionista. Realizó estudios de Literatura y de Ciencias Políticas, en la Universidad Iberoamericana. Premio Alfaguara de Novela 2003 por Diablo guardián. / Escribe todos los sábados su columna Pronóstico del Clímax.

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