Cuando se pregunta al sevillano Pablo Cerezo (1998) por su profesión, responde simplemente: “Soy librero”. Y parte de su interés por los tatuajes, como el que perfila una ballena en su antebrazo, es la literatura, desde Moby Dick, de Herman Melville, hasta El hombre ilustrado, de Ray Bradbury.
“La historia del tatuaje es muy política porque el poder ha usado los cuerpos para marcar su alcance”, asegura Cerezo mientras muestra los diseños que estampó en su cuerpo. No obstante, sostiene que el boom del tatuaje es una respuesta a la crisis de la modernidad en la que todo es inestable.
“Todo es líquido, como dice Zygmunt Bauman. Las cosas no terminan de asentarse y ya están cambiando. Y de repente surge el tatuaje, que es para toda la vida, un compromiso. En una sociedad en la que es muy difícil comprometerse con nada porque los tiempos son muy complicados y cambiantes, el tatuaje es un compromiso contigo mismo, con tu memoria y tu futuro”, apunta.
Graduado en Relaciones Internacionales y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Cerezo propone una lectura sobre los tatuajes con su primer libro: El cuerpo enunciado. Cómo el tatuaje explica nuestro tiempo (Siglo XXI Editores), cuya segunda edición presentó en la FIL de Guadalajara.
Con este trata de explicar cómo el auge del tatuaje, que se produjo, según Margo de Mello, cuando las clases medias se apropiaron de una práctica que históricamente había estado vinculada a las clases trabajadoras, obedece a los cambios culturales, políticos y sociales desde la década de 1980.
“Cuando empecé a escribir el libro, no me interesaban los tatuajes, ahora me apasionan. El tatuaje era una excusa para mirar el mundo, porque me resultaba más interesante, sin saber por qué algo tan marginal y subversivo hace treinta años de repente es una cosa normalizada. Creo que una serie de cambios sociales, políticos y culturales explican esa transformación. Me interesaba usar el tatuaje para preguntarme cosas sobre el mundo en el que vivimos, sobre nuestra relación con el trabajo, con el tiempo, con el supuesto narcisismo, con la memoria. Y nace de esta intuición: puede que el tatuaje sea la ventana privilegiada para preguntarme cosas sobre el mundo”, comenta el codirector de la librería madrileña Pérgamo.
Sobre el poder, considera que los griegos empezaron a usar el tatuaje, que era una cosa muy común, y le dieron la vuelta y empezaron a tatuar a los presos, a los esclavos, a las prostitutas. “Lo que hicieron los nazis en Auschwitz se ha reproducido a lo largo de la historia y lo hemos visto en las guerras de Vietnam o de Irak: el tatuaje era un medio para marcar los cuerpos disidentes, los cuerpos que querían degradar”.
Pero, al mismo tiempo, destaca que “el tatuaje tiene un componente subversivo por esas comunidades agraviadas que lo usan para reivindicar su orgullo ante la sociedad”.
Cerezo dice que la pregunta fundamental es qué dice el boom del tatuaje sobre el mundo actual. “Un punto importante era tratar de rebatir la idea tan perseguida o tan reiterada de que el boom del tatuaje responde a una sociedad narcisista, que, además, tiene un sesgo generacional muy marcado.
“Lo que planteo en el libro es una relectura del mito de Narciso. No es que se vea en el espejo y se enamore de sí mismo, sino que verse en el espejo implica que se ve como lo ve el mundo y relaciona su mirada con la del resto. Tratar de preguntarme si nos tatuamos para vernos o para ser vistos. En el fondo, es una reflexión sobre que el individuo aislado no existe, que siempre somos en comunidad”.
En la segunda parte de El cuerpo enunciado, Cerezo se pregunta de manera provocadora si hay un vínculo entre el aumento de la extrema derecha en Europa y en el mundo y el actual auge del tatuaje “Para mí lo hay en todos los movimientos de extrema derecha desde el año 2000. El primero seguramente fue el Brexit. El Brexit quería recuperar el control. Todos los movimientos que han venido después han replicado ese eslogan de recuperar el control de un mundo que sentimos que hemos perdido. No entendemos lo que está pasando, la situación política es muy compleja. La crisis ecológica es muy fuerte, la desigualdad no hace más que aumentar. Vivimos momentos de profunda inestabilidad e incertidumbre y hay una respuesta a eso. Por eso la extrema derecha está funcionando tan bien. Quiere volver a un pasado dorado que nunca existió”.
Aclara que no se refiere a que tatuarse sea de extrema derecha, sino que hay fenómenos ocurriendo en el mundo de manera paralela que responden a una pérdida de control. La gente se tatúa para sentir que recupera el control sobre su cuerpo y su narrativa personal.
“En ese ecosistema están surgiendo fenómenos que buscan recuperar un pasado en el que todo estaba claro y los cimientos eran sólidos. Sus respuestas son falsas y peligrosas, pero la pregunta está ahí. En un mundo donde todo cambia muy rápido, donde el sentimiento de incertidumbre es muy profundo, gracias al tatuaje tienes la capacidad decir quién eres”, sostiene Cerezo.
LHM