Emilia, la protagonista de Qué hacer con estos pedazos, el más reciente libro de Piedad Bonnett, nació en la casa de la escritora colombiana durante la pandemia: “Estaba parada en mi cocina y dije ‘Una cocina en remodelación es una metáfora, algo se quiere cubrir’. Ese fue el detonante”.
En medio de esta reflexión, pensó en el rostro de una persona “que fue muy amiga mía”: Almudena Grandes (1960-2021). “Apenas adquieres una cara, tienes un personaje y tienes una fuerza”, confiesa en entrevista con MILENIO.
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El libro va sobre una mujer de 64 años inmersa en “un viaje personal a través de la remodelación de la cocina a la que de pronto se le ilumina la vida”, pero también sobre su familia. “Mira a su alrededor y ve una relación con la hija que no funciona, una relación con la hermana muy tensa, unos hijos hombres que no aparecen nunca y un marido que no sabe cómo inventarse la vida”, explica.
“Es una mujer que dejó pasar las cosas, que de pronto para, mira atrás y dice ‘¿Qué hacer con estos pedazos?’, si es que se puede hacer algo. Siempre hay una mártir; entre las mujeres siempre hay una que se dedica en cuerpo y alma”.
Entonces, Piedad hace una pausa para hacer una petición: “Pero no quiero que me interpreten, porque a veces lo hacen así, como una mujer derrotada”.
Qué hacer con estos pedazos es un texto sobre las tensiones familiares que, al aumentar, precipitan “un estallido y algo se desencadena”. Pero también es una reflexión sobre la vejez.
“Uno, a medida que envejece, lo que va sufriendo es como una especie de desilusión paulatina, falta la euforia de la felicidad que tiene uno hasta cierto momento de la vida. ¿Qué es lo más triste de la vejez? Que vas perdiendo el entusiasmo, que tienes que inventar la vida cada día. Llegar a la vejez es renunciar a miles de cosas”.
— ¿Hasta renunciar al amor?
— Tengo un matrimonio de 50 años, es una relación que se consolidó, pero ya no tienes en la cabeza la posibilidad de una decisión sentimental como el enamoramiento. No creas que eso no es una pérdida, claro que sí. Todo mundo tiene una posibilidad de enamoramiento, pero uno se cuida mucho a partir de cierto momento de que eso no le vaya a pasar, que la vida se le va a trastornar. Tienes miedo de tomar riesgos, ¿cómo desbaratar un matrimonio y te vas con uno que te enamoraste a los 60 años? Bien difícil, la gente claudica.
“Fui criada en los silencios afectivos”
En la recta final de la novela, Emilia se sorprende con una llamada muy afectuosa - y por eso inusual - de su hija, Pilar. Con este entrañable momento, Bonnett muestra que “hay frases que a veces no se pronuncian o se pronuncian tarde”.
“Yo pertenezco a la estirpe de los que no decimos mucho. Fui criada en esos silencios afectivos de padres que nunca nos dijeron ‘Te queremos mucho’, pero nos dieron un montón de cosas que equivalen a eso. Son esos silencios para no perturbar al otro”, revela la ganadora del Premio de Poesía José Lezama Lima en 2014.
— ¿A partir de este libro no has intentado demostrar más esos afectos, esos sentimientos?
— Cuando uno tiene esas necesidades, las reprime porque no se pueden convertir en una herida, tu vida gira hacia otros lugares… Yo perdí a un hijo (Daniel Segura Bonnett) y con una herida tan grande todas las demás parecen pequeñas; la vida te la tomas sin tragedia, porque la tragedia grande ya sucedió.
Y surge la duda: tras la mayor fatalidad, ¿dónde se encuentra el bienestar?
“En la amistad. Me vine a la FIL con mi amiga, me encuentro con gente y me abraza, con otros escritores… No esperes demasiado nunca con tu familia, las relaciones cercanas se estropean muy fácil, pero están los amigos para la conversación, la risa, la complicidad, el apoyo. Toda la vida, en mi literatura, he mostrado la importancia del amigo”.