Daniel Salinas Basave nació y creció en Monterrey (1974), pero ya son varios años los que tiene de recorrer las calles de Tijuana, donde aprendió a escribir, tanto para el periodismo como para la literatura: sin nacer ahí, se convirtió en su territorio literario y personal. “Tijuana es un nido de millones de almas, en donde cualquier improbabilidad es posible. Es un escenario extremo, desgarrador, violento, y que para algunos puede parecer el infierno de Dante; sin embargo, en el infierno encuentra uno las historias más sublimes, las más esperanzadoras, como un crisol de la mexicanidad o de la latinoamericanidad, si es que existe el término, en donde todo confluye. De una u otra forma, todo eso es algo que te marca”.
Por todo ello, para el escritor no deja de ser un tanto rara la reacción de algunos tijuanenses frente a la caravana migrante, porque si se hace una radiografía de todos los gobernadores de Baja California, desde que se convirtió en estado, en 1952, ni uno nació en territorio bajacaliforniano. “Lo más radicalmente tijuanense es ser migrante. En Tijuana todos venimos de otra parte y venimos a buscar un mundo mejor, generalmente con una mochila cargada de sueños”.
Autor de títulos como Réquiem por Gutenberg, Días de whisky malo o Vientos de Santa Ana, Salinas Basave está convencido de que si no se hubiese formado como reportero en las calles de esa esquina del país es posible que no fuera escritor y, si lo fuera, sería muy diferente: “no me reconocería”.
“Tijuana es una escuela, sus calles fueron mi universidad, pero también inspiración. En el caso de los libros de ficción, que son cuatro, la gran mayoría de las historias tienen como espacio geográfico las calles de la ciudad”.
A su libro más más reciente, Juglares del bordo —que obtuvo el Premio Fundación del Libro de Buenos Aires—, lo considera una reunión de cuentos “radicalmente tijuanense” y, aun cuando no es territorio exclusivo, tres cuartas partes de su trabajo de ficción tienen como escenario las calles de Tijuana. “Los fantasmas son omnipresentes. Escribir es una tentativa de armisticio con nuestros demonios, una tentativa de tregua o de intentar mirarnos a los ojos, de hablarles de tú. Hay obsesiones que te persiguen desde siempre, quizás hay una dualidad. Muchos colegas narradores me dicen que la buena narrativa no tiene patria y que los mejores cuentos son aquellos que no tienen ni geografía, ni fecha”.
En el caso de Juglares del bordo, varios de los personajes y de los hechos son reales. Daniel Salinas Basave se da a la tarea de contar sus historias, pero en realidad no lo son por completo; incluso usurpa sus pensamientos, pero es parte de la licencia de contar mentiras. “En mi caso debe ser porque sigo siendo hormonal y vocacionalmente un reportero, obsesionado con la geografía. Todo cuento mío ocurre en un espacio identificable, y en un tiempo y en una época que también son identificables”.
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