Hijo pródigo de Zapotlán el Grande, infatigable impulsor de la cultura en México, narrador de imaginación titánica y expedicionario fundamental de la literatura nacional. A 20 años de su muerte, Juan José Arreola es, como dice Sara Poot-Herrera, “un hombre que no tiene época, que no tiene edad”.
La investigadora y académica mexicana pronunció estas palabras en la FIL Guadalajara durante un evento llamado “Que veinte años no es nada. Juan José Arreola entre nosotros”, donde, ante una audiencia copiosa, se reunieron también Alonso Arreola —nieto de Juan José—, Rafael Olea Franco y Jacobo Sefamí.
En la “conversación entre amigos”, como la definió Alonso, músico y poeta, los tertulianos recordaron y elogiaron la obra del escritor jalisciense fallecido el 3 de diciembre de 2001.
“Leerlo será siempre la mejor manera de recordarlo, sea a 100 años de su venida o 20 de su partida. Y qué gusto hacerlo con ustedes, que por un rato son familia”, dijo el bajista mexicano.
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La vigencia de la escritura de Arreola, los temas tratados en sus libros o el diálogo con sus coetáneos —Borges y Rulfo, por ejemplo—, fueron los temas centrales de la charla.
Sara Poot-Herrera hizo un recuento de los libros publicados alrededor de la obra y vida del autor de Confabulario. Y sobre él dijo: “Muchos escritores son talentosos, pero el genio y la generosidad de Juan José Arreola son muy difíciles de encontrar en su generación, en la nuestra y en las más jóvenes. Leer al otro, pensar en el otro, hablar del otro”.
Doctora en Literatura y profesora de la Universidad de California, Poot-Herrera subrayó, en la lectura de su texto Juan José Arreola y compañía, una de las cualidades deslumbrantes de quien ella denomina “el último juglar”. “Su palabra oral nos sigue deslumbrando. Su obra nunca estuvo de moda, a veces sí, a veces no, y fue clásica desde un principio, marco de referencia en su perfección de prosa y de poesía”.
Jacobo Sefamí leyó un texto del escritor Pablo Brescia que destaca la profundidad y la imaginación desplegadas en las obras de Arreola, y sus virtudes proféticas al anticiparse al auge de géneros hasta entonces poco explorados en la narrativa mexicana.
“Arreola usó sus ficciones como un laboratorio para experimentar con cuestiones teológicas y eso lo acerca a los parámetros temáticos de la ciencia ficción”.
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“La mejor forma de hacer una tradición es llevar los textos a los jóvenes. Me consta que los textos de Arreola siguen muy vigentes y tienen nuevos lectores”, dijo Rafael Olea Franco, investigador del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México y editor del volumen Juan José Arreola, un pueblerino muy universal (El Colegio de México, 2021).
Un componente nuclear de la obra de Arreola, dijo Olea Franco, es su manera de utilizar la autoironía. “Arreola no se sentía en las nubes. Esa es una virtud extraordinaria que se ha estudiado poco en la literatura. La autoironía es una especie de defensa. Ese rasgo de Arreola es permanente en su obra. A la hora de escribir se ponía a ironizar sobre cualquier situación de la vida y eso lo hacía menos solemne. Eso necesitamos en circunstancias que estamos sufriendo actualmente, como la pandemia. Para mí, la lectura de la obra de Arreola es un bálsamo”.
evt