Cuando era niña, muchos papás (y mamás) con ganas de darles libros a sus hijos (e hijas) iban y compraban adaptaciones de películas de la Disney. Estaban por todas partes, no eran tan caras, y como la empresa Disney tenía la reputación de ser “buena” o “adecuada” o “para toda la familia”, le ahorraba a mucha gente el trabajo de buscar más o hacer cualquier esfuerzo adicional.
Es cierto que en aquel tiempo había menos literatura infantil y juvenil (LIJ) que la que está disponible en las librerías y bibliotecas de la actualidad, pero incluso los libros no-de-Disney que llegaba a haber estaban en desventaja: las editoriales que compraban las licencias de la Disney —o que no las compraban y publicaban sus adaptaciones a la mala— podían estar compitiendo entre ellas, pero en el fondo trabajaban juntas: hacían de la empresa del ratón algo que casi era un monopolio, al menos en México.
La situación es distinta ahora, pero se parece a la de entonces en que hay cierto número de grandes empresas que producen muchos libros, tienen mucho dinero para distribuirlos y promoverlos y a veces da la impresión de ser todo lo que hay. Pero algo que también está sucediendo es que, sin quitarle nada del mérito que llegan a tener muchas publicaciones de editoriales grandotas, hay cada vez más editoriales independientes que se están aventando a publicar LIJ.
Hay algunas que surgieron específicamente como proyectos de libros para niños y que han hecho así larga carrera. Entre esas, en México hay algunas que son ya toda una referencia por su longevidad y compromiso, como El Naranjo, CIDCLI y Tecolote, que a menudo se colocan en las listas internacionales de recomendaciones no solo por la enorme calidad de los textos, ilustraciones y acabados, sino también, muchas veces, por los temas que abordan y la manera en que los desarrollan. Y no hablo solo de temas “fuertes” o controversiales: también se trata, en ocasiones, de elementos que a simple vista podrían parecer impopulares o menos capitalizables. Un ejemplo solamente: Tecolote tiene en su catálogo un hermoso libro álbum titulado Sueños de una matriarca, de Minerva García Niño de Rivera. El libro es bilingüe: está en español y mixteco; y aborda, a través de textos llenos de imágenes poéticas, el rol cotidiano y tradicional de las mujeres de la Mixteca oaxaqueña.
Felizmente, casos como éstos inspiran a otros editores y así podemos encontrar una interesante variedad de empresas más jóvenes que siguen estos pasos en el mundo independiente. Y también pasa, cada vez con más frecuencia, que editoriales independientes dedicadas a un público adulto comienzan a incursionar en la literatura infantil y juvenil, con producciones editoriales tan distintas entre sí que podríamos afirmar que lo único en común es su pasión por las letras y su respeto al lector más joven.
Pienso en muchos ejemplos, pero menciono solo algunos: Textofilia, La Cifra Editorial, Pollo Blanco, ERA, Axial y Ediciones del Ermitaño. Desde libros álbum —como Amor, de Jorge Luján y Alejandra Acosta, publicado por Textofilia, que podría parecer un juego sencillo (¿cuántas y qué palabras se pueden formar a partir de “amor”?) pero que, al unir texto e imágenes, resulta en un libro elocuente y muy bello— hasta cuentos para colorear —como Pichicuaz en la librería del Ermitaño, de Alejandro Zenker, que aborda de un modo lúdico e imaginativo la cruzada de los últimos años de Ediciones del Ermitaño: fundar librerías de barrio y promover una red internacional de impresión on demand de libros de editoriales independientes— tenemos, sin exagerar, de todo: novela gráfica, poesía, cuento, ensayo, divulgación científica, obras de interés general… ¡Y solo estamos mencionando algunos casos de México!
Porque en la FIL tenemos, además, la gran oportunidad de conocer editoriales independientes de otros países, que sin ágoras como ésta sería difícil que llegaran a nosotros. Ya hablaremos de algunas de ellas.
ASS