En las salas cinco, seis y nueve del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) se presenta el proyecto del artista belga Francis Alÿs, titulado Juego de niñxs. A lo largo de veinte años, ha compilado contenidos audiovisuales que narran cómo la diversión infantil puede surgir ante la constante amenaza de la erosión de las comunidades urbanas y la presencia de la tecnología.
Las salas sumergen al espectador en la oscuridad, con un juego de luces proveniente de las pantallas flotantes distribuidas por la habitación que proyectan videos de niños jugando. Unos bancos metálicos con ruedas que están por toda la exposición invitan al espectador a sentarse y a fluir en el espacio como un niño más, referenciando patios o asambleas en donde era sencillo divertirse.
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El gremio artístico define al expositor como multifacético, pues en su trayectoria ha elaborado dibujo, pintura, fotografía, video y performance. Estudió arquitectura en Venecia al inicio de los 80; fue en 1987 cuando se enamoró de la cultura mexicana, reside en Ciudad de México desde entonces.
Su trabajo le da prioridad al proceso de creación, debido a que ahí puede retratar fielmente hechos políticos y sociales de diversas ciudades del mundo. “Los juegos están desapareciendo. Me pareció necesario registrar este momento de transición de la sociedad sin necesariamente tener un juicio de lo que significa. Más bien, registrar este momento tan particular en donde aparece la microsociedad de los niños”, señala Alÿs.
La obra en conjunto representa contrastes de cultura, al relatar cómo se vive la diversión en distintas latitudes, climas y culturas. En un video, dos niñas acercan sus rostros y lo único que las separa es una naranja sostenida por sus narices, se mueven juntas sin despegar la fruta de su cuerpo. Cuando cae, la levantan y la ponen en su posición original. En otro video, una toma cenital del clásico juego de las sillas, que se confunden y se pierden con el color de la tierra, provocando que resalten los vibrantes colores en la ropa de los niños.
El artista, como los niños, juega con el espacio y los colores. Su escenario son estos campos de aprendizaje, ejercicio y sociabilidad. En cada toma se percibe la espontaneidad de la niñez, Alÿs es un aprendiz de esta ternura e inocencia: “En el momento en que los niños ven que estamos tomando su juego muy en serio, nos incorporan y nos aceptan en su espacio”.
Observamos juegos eminentemente sencillos que se hacen con casi nada, con lo mínimo físico y el máximo ingenio infantil. Algunas interacciones tienen una antigüedad centenaria, reflejan de dónde venimos e imaginan hacia dónde iremos. Son posturas de diferentes lugares, diferentes culturas, pero con una misma pasión por divertirse, probando como en tanta diferencia puede existir la unión de un propósito en común.
El artista nos ofrece una reflexión sobre aquellos momentos de nuestra niñez que anhelamos con ternura. Un mundo que ya no existe para nosotros, pero podemos ver ese sentido de diversión representado. Nos invita a recordar una época en la que la vida era más sencilla, en la que vivíamos sumergidos completamente en el presente, cuando éramos muy pequeños para recordar el pasado, o para entender un futuro ajeno y lejano.
La exposición retrata la necesidad de la infancia por jugar, convivir y expresarse. Sin importar los duros momentos que están viviendo debido a los conflictos de los adultos, que pueden ser la violencia de Ciudad Juárez o los campos de refugiados en Siria. Los videos que, en ocasiones, muestran este mundo casi apocalíptico con casas destruidas, calles dañadas y niños jugando futbol con un balón imaginario demuestran la innegable realidad de la violencia que afecta la vida cotidiana y transforma la textura de nuestras comunidades.
Sin embargo, el caos no impide la diversión; es retratada en una zona rural donde el espacio de juego no está designado. Esta infancia busca y conquista un hueco en el mundo para que pueda ser suyo. “Esta es una exposición que apunta a la tarea urgente de hacernos cargo de una tradición que hemos descuidado al pensar que la vida de los niños iba a ser la misma para siempre”, menciona Cuauhtémoc Medina, curador en jefe.
Más allá de la diversión, que puede ser similar en distintas regiones del mundo, Alÿs hace un análisis sociocultural, provocando la admiración de la niñez para adaptarse a los momentos más complicados y violentos. Es ahí donde el acompañamiento, la imaginación y las ganas de vivir plenos se demuestra en sus intercambios con el mundo y sus cercanos.
Estas imágenes dejan en claro que somos de acuerdo a nuestro tiempo y espacio. Que los humanos son consecuencia de su época, que las infancias son fidedignas a sus contextos y buscan una libertad de divertirse sin prejuicios. Francis Alÿs retrata una visión orgánica y genuina del mundo, donde persiste la importancia de ser valorado y respetado sin importar la edad.
hc