“Apoyen el arte inclusivo mexicano”, dice Leticia Peñaloza, directora de la compañía de danza FUGA, que ofrecerá una presentación en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris el próximo 21 de septiembre.
En los escenarios de FUGA, agrupación independiente que celebra 20 años de trayectoria y que fue reconocido por la Unesco como ejemplo de Inclusive Education in Action, lo mismo coexisten bailarines con y sin discapacidad.
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En esta ocasión, el grupo conformado por alrededor de 20 intérpretes protagonizarán Mundo paralelo, una obra multimedia que indaga en la reflexión sobre la coexistencia de diversos mundos.
“Se llama paralelo porque, a partir del significado, es que algo va junto pero no se toca. Esa es la metáfora. Cuando vas en tu línea y descubres otra que va paralela, es encontrar otro mundo, porque cada persona tiene su mundo; en ese sentido, es echar ojo a otro de los mundos con los que coexistimos”, dice en entrevista con MILENIO su directora.
El montaje estará dividido en tres secciones: “Uno es el acercamiento a la ceguera, en el otro a la sordera, y el tercer mundo a la fusión: ¿qué pasa cuando nos fusionamos, conectamos como una comunidad y aceptamos que crezcan las propuestas? La creación conjunta detona muchas cosas interesantes para todos”. FUGA cumple 20 años de creación escénica, en un momento en el que hablar de inclusión no era tan común.
¿Cómo fue crear un proyecto incluyente como este?
Me llegó a las manos. La historia fue que en la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea Nellie y Gloria Campobello, que es donde sigo trabajando, se forman a los alumnos para ser docentes en danza y como parte de su formación tienen que dar clases a diferentes grupos. En ese tiempo les tocó dar clases en asilos y en alguna escuela de educación especial; cuando fui asesora, me tocó ver cosas difíciles, hice una investigación y lo vi como una posibilidad de trabajo con una diversidad. Descubrí que sí, que se abrían mil posibilidades, e hice que este proyecto se desarrollara.
¿A qué obstáculos se han enfrentado?
Van desde el tipo social, de aceptación, y evidentemente los presupuestos. No todo el mundo está abierto a la diversidad, a las diferencias. También hay complicaciones de acceso en cuanto a lo arquitectónico, porque no hay rampa, e incluso no hay libros braille, lo que acentúa la brecha entre poblaciones, no facilita la convivencia; creo que este proyecto es importante: reúne a las personas y propone formas de trabajar conjuntamente.
¿Realmente vivimos un momento de inclusión?
La verdad es que no, en mí opinión. Todavía falta mucho porque la inclusión debería de ser una filosofía comprometida. Por ejemplo, si es una primaria, el compromiso iría desde su director hasta los papás, y todo el mundo tendría que promoverlo, pero se sigue segregando; la meta que yo esperaría es que en un futuro no muy lejano, se cuestionara: ¿cómo que no había niños en sillas de ruedas en tu primaria? ¿Cómo que no había un ciego? Esta convivencia debería darse día a día y con normalidad.
En el camino de la inclusión ya no debería de hablarse de bailarines con o sin discapacidad, sólo de bailarines. Esa es la meta de este proyecto y de la danza, la educación y las artes, pero también en la sociedad general.
¿Cómo se crean coreografías cuando los bailarines tienen habilidades diferentes?
Es muy interesante porque en esta compañía justamente los bailarines son también cocreadores: ellos tienen sus propias propuestas y su conocimiento del cuerpo y sus posibilidades. Por ello armamos dúos o tríos, lo que hago es darles algunas consignas, a partir de las cuales vamos creando el rompecabezas de la coreografía.
¿La danza cambia vidas?
Para mí sí. Cambia vidas, personas, perspectivas; yo creo que se descubren otras formas de conexión, de expresión, de convivencia y eso contribuye a que la vida cambie y se transforme tanto la forma de apreciar, como la forma de expresar.
¿Se valora la formación profesional de estos artistas?
Estamos en un proceso todavía, porque aunque ha habido personas con discapacidad en escuelas de formación de danza, en escuelas profesionales, realmente son mínimas las que tienen acceso desde la formación. Nosotros lo que hacemos es una formación alternativa, pero realmente deberían tener la misma opción que cualquier otra persona.
Ellos tienen experiencia en foros, han tomado clases con maestros, con otros bailarines. A veces sí hay una cierta renuencia a pagar un espectáculo de danza y existe también una preconcepción de valorar menos el trabajo de alguien que tiene una discapacidad. Sin embargo, también hay espacios en los que se valora y se reconoce su trabajo.