“Como ya no puedo hablar con mi padre hablo conmigo, paseo por dentro./ La vía en ocasiones es de agua y voy en una barcaza pequeña que empuja una corriente./ De aquí para allá van mis pensamientos teñidos de nostalgia”.
El texto es parte de Cartas que no llegan a su destinatario (Vaso Roto), libro escrito por Gabriela Cantú Westendarp, poemas que nacieron en el dolor de perder a su padre.
- Te recomendamos Jan Hendrix despliega una reflexión doble sobre la naturaleza Cultura
“Mi padre murió hace unos cuatro años y fue mi primer encuentro ante la muerte de un ser querido. Al morir, empecé a escribir sobre sus últimos días y luego a vivir mi duelo. La manera que yo tengo para sobrevivir este mundo es escribiendo poesía. Todos los momentos, difíciles y también los alegres, los he procesado junto con la poesía, es orgánico”, dice.
Pero los poemas, asegura, no son solo por la pérdida de la figura paterna, sino porque entendió que ella también se va a morir.
“La muerte de mi padre fue como abrir los ojos un poco más a una serie de realidades que de pronto no queremos ver. Escribir fue liberador y doloroso. La escritura es una urgencia y también trae algo de dolor, es una mezcla que a veces es difícil de explicar”.
¿La poesía tiene una función sanadora, que va más allá de poemas de amor?
Sin duda. El concepto que a veces tiene la gente de la poesía es por falta de lecturas y de educación. En la escuela nos dieron unos poemas rimados y, si acaso, poesía coral en la secundaria; en la universidad, a lo mejor tuviste la suerte de llevar literatura.
La también promotora cultural mexicana resalta la importancia de leer poesía. “Creo que libros como el mío pueden ser un medio para acercarlos, porque tiene un lenguaje directo y es una experiencia compartida: la muerte de un ser amado”.
hc