Las ruinas de la antigua ciudad maya de Tikal, en Guatemala, que se excavan desde la década de 1950, son uno de los sitios arqueológicos más estudiados del mundo pero sorprendentemente todavía oculta algunos secretos. Hoy un nuevo estudio revela que lo que durante décadas se tomó por una zona de colinas es, en realidad, un barrio de la ciudad.
El hallazgo, de cuyos detalles da cuenta hoy la revista "Antiquity", es obra de la Iniciativa Pacunam Lidar, un consorcio formado por investigadores de la Universidad de Brown (Providence), de la Universidad de Texas (Austin), ambas en Estados Unidos, y de la Fundación Patrimonio Cultural y Natural Maya, de Guatemala.
Usando un escáner de luz, o lidar, Stephen Houston, antropólogo de la Universidad de Brown, y Thomas Garrison, geógrafo de la Universidad de Texas, descubrieron que lo que creían que era una zona de colinas naturales cerca del centro de Tikal eran las ruinas de un barrio diseñado para parecerse a los de Teotihuacán, la ciudad más grande y poderosa de la antigua América.
Tras el análisis con lidar, un equipo de arqueólogos guatemaltecos dirigido por Edwin Román Ramírez, llevó a cabo una nueva excavación que ha dado lugar a nuevas ideas y grandes preguntas sobre la influencia de Teotihuacán en la civilización maya.
Tikal y Teotihuacán eran ciudades radicalmente diferentes. Tikal estaba bastante poblada pero era relativamente pequeña, mientras que Teotihuacán era prácticamente un imperio.
Aunque se sabe poco sobre las personas que fundaron y gobernaron Teotihuacan, está claro que, al igual que los romanos, extendieron su influencia mucho más allá de su centro metropolitano, moldeando y colonizando innumerables comunidades a cientos de kilómetros de distancia.
Se sabe que los habitantes de ambas ciudades estuvieron en contacto y a menudo comerciaron entre sí durante siglos antes de que Teotihuacán conquistara Tikal, alrededor del año 378 d.C., y también hay muchas evidencias que sugieren que entre los siglos II y VI d.C. las élites y los escribas mayas vivieron en Teotihuacán, y algunos trajeron elementos de la cultura y los materiales del imperio -incluidos sus rituales funerarios únicos, el estilo arquitectónico de talud y panel y la obsidiana verde- de vuelta a Tikal.
Pero los últimos hallazgos del consorcio de investigación con lidar y las excavaciones demuestran que la potencia imperial del actual México hizo algo más que comerciar con la pequeña ciudad de Tikal e influir en ella culturalmente antes de conquistarla.
"El complejo arquitectónico que hemos encontrado parece haber sido construido para la gente de Teotihuacán o para aquellos que estaban bajo su control", afirma Houston.
"Tal vez fuera algo así como un complejo de embajadas, pero cuando combinamos las investigaciones anteriores con nuestros últimos hallazgos, se sugiere algo más fuerte, como la ocupación o la vigilancia. Como mínimo, muestra un intento de implantar parte de un plan de ciudad extranjera en Tikal", matiza.
Las excavaciones posteriores de Román Ramírez confirmaron que algunos edificios se construyeron con yeso de barro en lugar de la tradicional piedra caliza maya y que las estructuras fueron diseñadas para ser réplicas más pequeñas de los edificios que componen la ciudadela de Teotihuacán, hasta las intrincadas cornisas y terrazas y la orientación específica de 15,5 grados al este-norte de las plataformas del complejo.
Además, en un complejo adyacente de edificios residenciales recientemente descubierto, los arqueólogos encontraron puntas de proyectil elaboradas con sílex (un material usado por los mayas) y obsidiana verde (utilizado por los residentes de Teotihuacán), lo que proporciona una aparente evidencia de conflicto.
Y, cerca de la réplica de la ciudadela, recuperaron los restos de un cuerpo rodeado de vasijas cuidadosamente colocadas, fragmentos de cerámica, huesos de animales y puntas de proyectil. Además, el lugar está impregnado de carbón vegetal, lo que sugiere que había sido incendiado probablemente para celebrar entierros o sacrificios en Tikal.
grb