Su nombre: Guillén de Lámport. Aunque también se le ha conocido William Lámport o Guillén de Lampart. Irlandés de nacimiento, llegó a la Nueva España con un propósito: ejercer casi como un espía de la corona española en defensa de los criptojudíos portugueses ante la Inquisición, pues aportaban recursos a la monarquía.
Es un personaje un tanto desconocido en la historia de México, aun cuando hay quienes lo piensan como un precursor de la Independencia, entre ellos la historiadora Andrea Martínez Baracs, cuya especialidad es la época colonial, con especial énfasis en la historia indígena.
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Pueblos hermanados
“El XVII era el siglo olvidado, no se estudia mucho. El XVI fue el de la conquista, el establecimiento del régimen español, entonces todo es llamativo, dramático. El XVIII es el de las Reformas Borbónicas, la Ilustración, viene la independencia. Pero el XVII es el intermedio, cuando se instala la nueva sociedad; nadie cuestiona la dominación española y llega este irlandés que lo hace y busca hacer una insurrección”.
La autora cuenta esta historia en Un rebelde irlandés en la Nueva España (Taurus, 2022), donde la doctora por El Colegio de México recupera una investigación publicada hace una década, aunque complementada con más documentos históricos e información, por ejemplo, de sus escritos en la cárcel de la Inquisición, donde De Lámport estuvo los últimos 17 años de su vida.
“Los irlandeses siempre nos han apoyado. Entre España y México, no dudaron en escoger México: el Batallón de San Patricio, por ejemplo, entre pelear con los invasores y pelear del lado mexicano, se pasaron de este lado en un tris, porque ellos conocen la dominación, específicamente anglosajona, son tradicionalmente católicos, por lo cual su identificación con México es muy directa, la misma que experimentó Guillén de Lámport”.
La autora. (Foto: Regina Esquivel-Obregón)
Y es que el personaje tenía otros planes cuando llegó a la Nueva España. Los portugueses y los judíos eran los temas que lo trajeron a México, pero al llegar vio la situación de los indígenas y de los esclavos, y dijo “voy a liberarlos y a devolverles sus derechos y vamos a alzarnos contra el reino”, detalla Martínez Baracs.
La leyenda negra
De acuerdo con la historiadora, quien descubrió a Guillén de Lámport fue Vicente Riva Palacio, hacia los años 70 del siglo XIX. El problema es que le añadió otros detalles a la vida del rebelde irlandés hasta dotarlo de un sesgo de aventura. “Le inventó una historia de capa y espada, lo hizo amante de la virreina… como el personaje del Zorro, de ahí salió la idea de que es el Zorro”.
“Esto no ayudó y, además, aparece como el gran mentiroso, y así lo presenta él: al darse a conocer como hijo del rey anterior y hermano de Felipe IV; claro, toda esa historia la desarmó la Inquisición cuando lo tomaron preso, pero lo destacó Riva Palacio y lo convirtió en el gran mentiroso”.
Así, las aventuras, el que fuera un enamorado, una especie de protozorro en que luego se convirtió y ser considerado un mentiroso, dejó en el imaginario popular la idea de un tipo absurdo, ridículo, un poco loco, que se inventó toda una historia. Eso no ayudó a su historia.
Sin embargo, cuando construyeron el Ángel de la Independencia, Riva Palacio le pidió a Porfirio Díaz que incluyera una imagen de De Lámport como precursor de la Independencia porque quiso alzarse contra España.
“Hicieron una estatua, pero al final muchos se preguntaron quién era y lo quitaron, pero la colocaron dentro del Ángel. Es la única ahí junto con los restos de los próceres. Eso vuelve peculiar la historia de Guillén de Lámport”.
Martínez Baracs recuerda, por ejemplo, que dentro del programa de actividades por el bicentenario de la Independencia, hubo una obra de teatro que se llamó Guillén de Lampart o cómo colarse en la historia, lo que termina por mostrar las diferentes maneras en que se contó la vida de un personaje que la historiadora insiste en denominar un precursor de la Independencia.
Un hombre instruido y culto
La autora cuenta que De Lámport estudió en Salamanca, en Santiago de Compostela. Sabía de teología, de filosofía y, dentro de la escolástica que dominaba el pensamiento español, él era de los más avanzados: “Pensaba en la justicia social, en el deber de pelear contra un mal monarca. Usa ese pensamiento para defender la causa de los esclavos, de los indios”, lo que terminó por llevarlo a ser encarcelado 17 años por la Inquisición, antes de ser condenado a muerte.
hc