Arturo Pereda, exmagistrado federal, es invitado por la presidenta de la República a ser fiscal general, por otro lado, Rodrigo, profesor de derecho vive un amor prohibido y un normalista de Iguala sueña con la justicia social, son las historias que componen Hacia el pantano (Alfaguara).
En entrevista con MILENIO, Gerardo Laveaga (Ciudad de México, 1963) escritor, abogado y académico, señala que se trata de una novela sobre el poder y la política donde hay sexo, amor, celos, ambición, egoísmo y envidias.
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—¿Es una sátira de la realidad política mexicana?
Hacia el pantano es una expresión de mi desilusión por el mundo jurídico. Todos los personajes de la novela se enfrentan a los ideales del derecho, a los ideales de la política y todos quedan desilusionados. Porque el ideal es tan alto, tan inalcanzable que ninguno lo llega a alcanzar y más aún, los que le entran, acaban siendo triturados por las instituciones.
—¿Una novela política?
Yo no quiero criticar a un partido, es una novela sobre el poder, porque una novela política es presentar a tal personaje y a tal partido para jalarle prosélitos a tal y quitarle a tal. Yo no hablo de partidos en la novela, ni de personas en concreto… es el hombre ante el poder, cómo lo disfraza, cómo disimula que busca el bien del pueblo cuando en realidad está buscando su bien personal.
—¿Cuéntame de las historias?
La primera es la de un joven que quiere dar clases de derecho y se enamora de una alumna y en la época del Me Too estaba muy mal visto y tiene que luchar. La segunda es sobre un magistrado que acaba siendo fiscal general de la República y se da cuenta que es muy diferente la situación y comienza a perder todo su prestigio porque entra en la realidad y la de un luchador social que termina robando casas pues es el único camino que le queda.
—La novela es un thriller donde todo se corrompe ¿no hay salvación?
Sí, pero eso tiene que ver con el equilibrio de poderes. Cuando hay una división de poderes hay equilibrio y tú no puedes hacerlo que te da la gana, por supuesto que hay posibilidades de mantener un equilibrio. Esa es mi solución y siempre lo he dicho con una visión muy de realpolitik.
—¿En la novela no hay equilibrio de poderes?
No existe, en un sistema presidencial tan absorbente donde o le entras o no le entras. Y este hombre quiere entrarle con sus ideales y con su ingenuidad y acaba siendo triturado por la institución política. Todos quieren cambiar, todos quieren hacer cosas buenas, pero todos se enfrentan ante la realidad y son destruidos por ella. Y creo que la novela refleja mi propia desilusión, ¿hasta dónde podemos llevar a cabo estos ideales?, cuando hay tantos factores reales de poder, cuando hay tantos intereses en juego.
—¿De dónde nace el personaje siniestro Cecilio Barbachano?
Mucha gente me pregunta: “¿Es tal político?”, por supuesto que no, pero ciertamente es una mezcla de muchos políticos que tú y yo conocemos, es una mezcolanza de todos ellos y lo único que quieren es el dinero, el poder, imponer su voluntad y salirse con la suya. Y esta voluntad de poder, la disfrazan con ideales, la justicia, el bien común, la honorabilidad, la dignidad, pero en el fondo buscan puro poder y eso trata de reflejar mi novela.
—¿Es una crítica a lo que pasa en el país hoy?
Es una novela. Yo no pretendo denunciar a nadie, ni hacer un diagnóstico, ni un análisis de una realidad, lo que busco simplemente es presentar un fresco y que cada quien saque sus conclusiones. Pero la verdad es que los personajes de mi novela todos se dejan corromper y acaban cediendo ante las instituciones a las que se enfrentan.
—¿Planeaste publicarla justo ahora con todo lo de la reforma judicial?
Fíjate que la empecé a escribir hace dos años, de hecho, en la versión original no era una presidenta, sino un presidente. Pero conforme me di cuenta que esto avanzaba decidí cambiarlo por una presidenta, pero es un personaje muy secundario que simplemente le da contexto político a la novela. Y bueno, sí, me doy cuenta cómo ahora se le está pegando al Poder Judicial y cómo se ha lastimado a los jueces, a los magistrados, a los ministros. Pero en mi novela también dejan mucho que desear. Por ejemplo, la presidenta de la Corte, es una señora que va todos los días a pedirle instrucciones al secretario de Justicia; ¿cuál independencia?, ¿cuál división de poderes? Y esto tenemos que cuestionarlo todos los días desde distintos ángulos. Tú desde el periodismo, yo desde la literatura y otros desde la judicatura o la política.
—¿Hacia el pantano puede suceder en cualquier momento de la historia de México?
Yo espero que la novela se pueda leer en cinco años o en veinte y que sigan siendo las mismas dudas de un personaje que dice: ¿quiero ser político? ¿Por qué quiero ser político? ¿Qué se espera de mí como juez? ¿Qué se espera de mí como fiscal general? Si yo logro que esta novela sobreviva unos años esto demostrará que no la escribí en este contexto. Sin embargo, todos los escritores tenemos que pagar la moneda en nuestra época.
—¿Por qué crees que siguen estos estereotipos de políticos? ¿Se supone que el país cambiaría, no?
En ese sentido, creo que yo no fui tan optimista. Yo sentía que mi país estaba retrocediendo desde hace dos años y sentía que estaba sumiéndose en un pantano. De hecho, el título original de la novela era “En el pantano” y dije, no, vamos a dar una esperanza y que sea Hacia el pantano, porque eso quiere decir que todavía podemos frenar el rumbo y detener el camino. Tengo muchas esperanzas en Claudia Sheinbaum, me parece que es una mujer excepcionalmente inteligente y que puede cambiar muchas cosas, no solo ella, pero es que tenemos un sistema tan horrorosamente presidencial, donde el presidente es el eje del sistema, bueno, pues hay que tener esperanza en el presidente o en la presidenta.
—Eres un hombre que ha transitado por el mundo de la justicia y las letras, ¿quién eres?
Cuando me veo en el espejo veo a un escritor, pero toda mi vida me he ganado el sustento como abogado, doy clases y fui presidente del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos, entre otras actividades, pero yo soy escritor.
PCL