Héctor Aguilar Camín: "Estoy a la caza de mi siguiente novela"

El escritor aseguró que escribir es, en sí mismo, un alivio. Este año, su trayectoria fue celebrada en las ferias del libro de Monterrey y Guadalajara.

Héctor Aguilar Camín | Foto: Ariel Ojeda
Ciudad de México /

Héctor Aguilar Camín (Chetumal, 1946) ha estado muy consentido en este 2022 que termina. Primero, la Feria Internacional del Libro de Monterrey reconoció su trabajo como escritor, intelectual y periodista en varias mesas con la participación de colegas y amigos.

Después, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara se abordó su faceta como narrador a propósito de la Biblioteca de Autor, de Penguin Random House.

En entrevista con MILENIO, Héctor Aguilar Camín habló de la pérdida que lo hizo escritor, de la creación, la vida, su próxima novela y negó ser un enemigo para México.

Anda muy consentido, ¿cómo se siente?

Razonablemente bien, mejor que el entorno (risas). Yo no puedo imaginar la vida sin trabajar, entonces pienso en eso, más que en la cosecha, en recoger lo hecho. Pienso en lo que estoy haciendo y lo que tengo que hacer y eso me gusta, me estimula, me mantiene vivo, atento y me hace sentirme en la tierra; porque, durante algún tiempo joven, que me dio por dedicarme solamente a las cosas del espíritu y a la torre de marfil de la literatura; pues ni había espíritu, ni hubo torre de marfil, ni literatura. Las cosas salen, incluso, las intelectuales salen del contacto con el mundo, así que no, no.

A estas alturas, ¿ha hecho un balance de su vida?

No, no he hecho los balances de dónde estoy ni quiero hacerlos. El otro día estuve leyendo un libro viejo mío y me empezó a gustar y lo cerré y dije ‘no, esto no’, es un caminito a la autocomplacencia. Yo pienso que uno tiene que ser su azotador. La inconformidad es fundamental, hay que estar en desacuerdo con muchas cosas y hay que estar en desacuerdo con uno mismo constantemente; eso es lo que agiliza la vida y lo hace divertida.

Algo que ha llamado la atención durante las charlas, es lo que dice sobre que la tragedia familiar lo hizo escritor.

La pérdida. Supongo que es una experiencia bastante universal ¿no?, un poco la pérdida de la inocencia y lo que, de alguna manera, genera la inteligencia es el momento adánico, que pierde la inocencia, el Edén, y empieza la vida humana. Muerde de la manzana, el fruto de la ciencia y el conocimiento. Pierde la ingenuidad y empieza el pensamiento e imaginación humana.

La pérdida que impulsó a Héctor Aguilar Camín a escribir fue la salida de Chetumal, su edén, debido a problemas familiares y económicos.

¿Fue difícil perderlo todo?

A la vuelta de los años veo que esa pérdida fue brutal en su momento y dejó de estar con relativa rapidez como algo muy grave en mi vida; pero se quedó como una huella de la que siempre salen las cosas que me importa hacer y siempre estoy, de alguna manera, preguntándome por el edén perdido, por el reino perdido; el mío, el de mis amigos, el de mi país, el de mis libros, el de la gente que quiero. Tengo, al mismo tiempo, esa recurrencia medio melancólica y este movimiento constante de no quedarse en los huecos de la melancolía, sino seguir adelante como una manera de vivir, tomando las pérdidas y construyendo de inmediato los puentes hacia lo siguiente.

Si no lo hubieran expulsado de ese “edén” a lo mejor le hubiera ido muy bien. Usted ha dicho que hubiera sido “un vago”.

Sí (risas). Si hubiera tenido un final feliz la mudanza de Chetumal aquí y la fortuna de mi padre, pues probablemente hubiera sido un vago, un gozador impune de la vida.

¿Y no lo ha sido un poco siendo escritor?

Sí, pero de una manera más compleja porque voy de la melancolía a la euforia y del trabajo a la disolución y al desmadre. Probablemente, el desmadre hubiera privado sobre mí de no haber tenido esas pérdidas, hubiera sido la vida inútil y feliz de Héctor Aguilar (risas).

¿Escribir le ayudó a sanar las heridas?

Escribir es, en sí mismo, un alivio, porque cuando escribes tienes que estar concentrado y lo más cercano que hay a la felicidad en esta vida es estar concentrado; estás como en un estado de gracia, de no dolor, de no penuria, de no escasez, estás metido en un mundo que es suficiente. Yo escribo un artículo de algo que me inquieta de la vida pública y mientras más lo escribo y más claro la veo, más me preocupa, pero al mismo tiempo estoy concentrado y eso es como un blindaje.

Escribir es un placer.

Escribir largamente, no hay nada más placentero en términos de la vida literaria para mí y me falta ahora estar metido en una novela larga, una novela en tiempo crucero donde ya decidiste que la vas a escribir y llega un momento en que la novela es todo el mundo que puedas pensar; sea mala, buena o intermedia. El placer de estar en ese mundo aparte, concentrado, es enorme. Es algo cercano a la felicidad, son momentos muy altos, muy rápidos y al final no fáciles de recordar, son más recordables los momentos dolorosos, a la memoria le gustan.

¿Y por qué no ha regresado a ese mundo?

Hay una razón alimenticia en eso, siempre he tenido un trabajo aparte de escribir. Siempre he ganado un dinero por fuera de lo que escribo y eso me ha permitido también tener una vida razonable con mi familia, antes con mi madre y mi tía, ahora con mis hijos y mi esposa. Porque el trabajo también purifica, exige, oprime, pero también libera y dignifica. Yo siempre he trabajado y he tenido necesidad de los ingresos que tengo, pero esto nunca me ha impedido escribir, siempre he hecho las dos cosas.

Entonces, ¿ya piensa en una nueva novela?

El problema que tengo ahora, es que estoy como un cazador que está esperando en el campo la pieza que quiere cazar, veo muchas y no me acaban de convencer. Creo que tengo siete inicios de novela y no acabo de enamorarme de una y ponerme a hacerla. Lo que no hago es lo que hacía antes donde decía: ‘bueno, voy a tomar esto y lo voy a seguir hasta que lo termine y si no me gusta lo tiro’. Digamos que ahora tengo un poco más de calma y me gusta esta cavilación de por dónde voy a ir, qué historia voy a tomar y cuál puedo contar mejor. Porque con los años también uno como escritor encuentra dos cosas: que es muy difícil escribir realmente bien y que la mayor dificultad consiste probablemente en la sencillez. Entonces en cuanto empiezan a desaparecer como opciones las cosas muy complejas, las cosas muy apantallantes, lo que se va buscando es algo más parecido al verdadero flujo de la vida, es menos fácil encontrar un tema. Todos los días voy a esos escritos, añado algo y voy acabar publicando un volumen (grande) de inicios y fragmentos (risas).

Parece que hay varios “Aguilar Camín” dentro de uno: narrador, político, periodista, editor. ¿Usted se ve así?

Sí, pero un poco esquizofrénicamente. Me cuesta mucho trabajo cruzar, digamos, reunir todos estos hilos; una de las cosas que estoy buscando es esa, un personaje que cruce por todo eso de un modo lógico natural e interesante pero no lo encuentro.

Hasta este momento de la entrevista, Héctor Aguilar Camín ha sido amable, cada respuesta es brillante, mueve sus brazos, sonríe, pero entonces se le pregunta su postura ante los constantes ataques hacia su persona por parte del gobierno.

¿Se considera un enemigo para México?

¡¿Qué?! (risas) No, no, no. (Toma aire, piensa por un momento y responde). Como decía José Emilio Pacheco: ‘No amo mi patria. Su fulgor abstracto me es inasible. Pero daría la vida por algún río, por algo’. México no existe, lo que existe es nuestra experiencia dentro de un país llamado México; esa experiencia es lo más rico, lo más entrañable y lo más profundo que hay en México. Tendría que estar loco para pensar que eso merece mi traición.

hc

  • Vicente Gutiérrez
  • vicente.gutierrez@milenio.com
  • Periodista desde hace 25 años y especialista en temas culturales, la industria del entretenimiento y cinematográfica. Por su experiencia y conocimiento, también ha participado en temas de política y de negocios. Es reportero de cultura en Milenio y locutor en “La Taquilla”, programa de Radio Fórmula 104.1 FM.

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