“La casa tenía el frente claro / Y en la parte de atrás, un patio oscuro / No recuerdo ese patio / No existía, yo lo invento”. Así comienza la más reciente novela de Héctor Aguilar Camín, Fantasmas en el balcón (Literatura Random House, 2021), una historia recuperada durante los meses del confinamiento, y también parte del continuo retorno al pasado del colaborador de MILENIO, en este caso, como la “celebración de la juventud ida”.
La memoria siempre ha sido una de sus principales preocupaciones, ya sea de la Historia, con mayúscula, o de la más personal, la más íntima: ¿el fantasma que lo acecha tiene un nombre o es más una historia?
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La idea de la memoria en esta novela es que unos fantasmas recuerdan, en el balcón de la casa donde vivieron de jóvenes, sus años jóvenes en la ciudad. El balcón se ha ido, la casa se ha ido, ellos se han ido. Solo queda la memoria de sus años, también idos, que ellos recuerdan cómo los vivieron, alegre y salvajemente.
En este ejercicio de memoria, ¿cuál es la búsqueda de Héctor Aguilar Camín?
"Escribí Fantasmas en el balcón durante los meses altos de la pandemia, a lo largo de 2020. Es un libro escrito contra la melancolía de la pandemia, del confinamiento. Contra el encierro y la opresión de la pandemia. Tenía urgencia de intemperie, y la encontré en la memoria de la casa de huéspedes, que fue mi casa en los años sesentas del siglo pasado, y en los personajes que la llenaron. Había escrito en 1978 Mañana lloraré, un relato con esos personajes; es la historia de una golpiza gratuita contada en tono fársico. Volví a ese relato y encontré ahí la materia y los personajes de Fantasmas en el balcón. Me estaban esperando. Mañana lloraré es uno de los capítulos de Fantasmas".
Conforme transcurren los años vemos, algunas veces, con cierta tristeza lo que intentamos ser y no terminó por cuajar. Al voltear la mirada, ¿qué se encuentra Héctor Aguilar Camín?
"Al mismo y a otro. Estoy en guerra continua con lo que soy y a la vez estoy en paz con esa guerra. Ese soy yo".
¿Cuáles son las diferencias principales con respecto al ser humano y escritor que ahora está frente a la computadora?
"Me quedan menos años, esa es la diferencia fundamental".
¿Todo tiempo pasado fue mejor?
"No, pero una especialidad del pasado es producir nostalgia. Y la nostalgia parece sugerir que alguna vez fuimos felices".
En esta mirada nostálgica, ¿se quedaron los amigos y las amigas que tenían que quedarse?
"Perder amigos es algo de lo más doloroso que hay. Yo conservo amigos de todas mis edades. Y los he perdido en todas mis edades, también. La política es una gran alcahueta y una gran amenaza para la amistad. Junta lo que no se debió juntar nunca y separa lo que nunca debió separarse. Solo la envidia es peor".
La novela es una mirada sobre seres humanos y una ciudad, ¿irreconocible?
"Es sobre unos fantasmas de carne y hueso, en su plena juventud, en una ciudad que se ha ido, pero queda. Nuestra ciudad es como la Roma que leyó Freud: tiene a la vista, en sus piedras, todas sus edades, del Templo Mayor a los rascacielos de Reforma. Fantasmas en el balcón tiene ocho capítulos largos, ocho aventuras, y seis capítulos cortos, seis apuntes sobre los edenes perdidos de sus personajes centrales".
Una ciudad de múltiples Terremotos, como se describe en la historia, ¿cuál lo ha marcado más?
"El narrador de la novela hace muchas referencias burlonas a las cosas que pasaban 'antes del terremoto'. No se refiere, como él mismo explica, a los terremotos de 1957 o al de 1985, que marcaron a la ciudad. Se refiere al terremoto del paso del tiempo, ese que consiste en despertarse un día, con setenta años encima, y decir: '¿Setenta? ¿Yo? ¿Se acabó?'. Fantasmas en el balcón es la celebración de la juventud ida".
Retomando las frases de Fantasmas en el balcón: ¿había la urgencia por recordar?
"Sí, había urgencia de recordar. Y también de reír, de contar historias que, según mi recuerdo, nos habían hecho reír siempre a los amigos de aquella casa. Había la urgencia de fugarse de la melancolía de la pandemia y del confinamiento. No era cosa de ponerse a llorar. Fantasmas en el balcón fue mi fuga feliz de la pandemia".
¿Hablar de las cosas que los fantasmas hicieron en vida es nuestra manera de seguir vivos?
"Fue la mía. La recomiendo".
Lo que se quedó en el camino
Héctor Aguilar Camín ya celebró su llegada a los 75 años de vida. El tiempo para volver la vista y mirar los pendientes, algunos de ellos con cierto grado de arrepentimiento, todos alrededor de una disciplina: la escritura:“Dejé varias novelas empezadas. De eso me arrepiento como escritor. Creo que debí terminarlas todas, por pura enjundia profesional. Lo que quiero decir es que lamento ahora no haber dedicado más tiempo a escribir novelas. He escrito creo que doce. He abandonado otro tanto”.
yh