La diversidad distingue la trayectoria del pianista y compositor mexicano Héctor Infanzón. Reconocido sobre todo en el terreno del jazz, ha tocado también otros géneros, que van de la música afrocaribeña a la música de concierto, el rock o el pop, todos abordados con la misma pasión.
Como parte de la celebración por sus 45 años como músico profesional, presentará el espectáculo ¡Juega! en el Salón Los Ángeles el viernes 18 de noviembre a las 20:00 horas. En el espectáculo concebido como “una crónica musical de la Ciudad de México”, participa el pianista con su grupo, más un ensamble de bailarines y actores.
- Te recomendamos Dolores Martínez y el show 'De su puño y letra' llegan al Aula Magna Cultura
La primera presentación profesional de Héctor Infanzón en septiembre de 1976 fue con el grupo de su hermano Fernando, quien trabajaba en el grupo que acompañaba al cantante argentino Ricardo Ceratto, recuerda en entrevista. “Me invitaron a tocar e hice como cinco fechas con ellos, lo que fue mi entrada a la vida profesional. Fue muy interesante iniciar mi carrera a partir de ahí y desde entonces no he parado”.
La música fue un elemento fundamental en la vida de su familia. “Oír a mi papá que tocaba música afrocaribeña en sus bohemias fue muy importante, pues tenía varios instrumentos en casa. Pero yo también escuchaba jazz y bossa nova mientras que mi mamá se deleitaba con la música clásica, las grandes bandas y la música de cine. Mis hermanos tocaban rock y mis hermanas escuchaban pop. Todo eso me conformó”.
Lo primero que le llamó la atención para dedicarse a tocar fue la música afrocaribeña y, a partir de que empezó a estudiar piano formalmente a los 17 años, la clásica. “Me acerqué de manera natural porque en mi casa siempre jugábamos a la música, pues mi papá tenía casi una tienda de instrumentos. Había guitarras, mandolinas, vibráfono, batería, contrabajo, acordeón y muchos otros, pero cuando decidí que quería dedicarme a esta actividad ingresé a la Escuela Superior de Música. Siguiendo los consejos de mi padre elegí el piano y entonces entendí la importancia que implica estudiar este instrumento de manera formal”.
Infanzón asegura que ha tenido diferentes tipos de satisfacciones en sus 45 años de trayectoria. “Ahora que hago el recuento estoy lleno de gratitud por haber tenido muchos conciertos, giras y grabaciones en diversos tipos de música. Todas estas experiencias las valoro con el mismo entusiasmo. Puedo hablarte de unas salas de concierto muy importantes, pero también valoro el haber tocado en la calle, en el metro, en centros nocturnos, en los festivales de jazz como el de Montreal o en el Palacio de Bellas Artes. Todas estas experiencias han sido valiosas porque para mí, cuando salgo a tocar, cualquier público y cualquier escenario son sumamente importantes".
Al hacer el recuento general, abunda, “siento una enorme gratitud porque la vida me ha permitido cumplir 45 años disfrutando muchísimo la música. Todos mis recuerdos forman parte de este regocijo. Todas las historias por las que he pasado me parecen bellísimas: pienso en el Bar León y en El Molino Rojo, la gira de Ricky Martin o tocar de solista con orquestas sinfónicas, a dueto y a piano solo, con cuarteto, con mi big band o acompañando a cantantes. Todo eso ha sido bellísimo”.
El pianista coincide en que, en ocasiones, el ser músico se toma demasiado en serio y se olvida de la parte lúdica. “Se piensa mucho y se crean estereotipos que no ayudan a la música. A mi me gusta mucho pensar en esa etapa en la que jugaba a la música y quiero seguir jugando a ella en el sentido amplio de la palabra: jugar, imaginar, crear”.
—¿Cuál ha sido la situación más extraña en la que has tocado?
Como siempre toco con buena actitud, eso hace que no recuerde nada extraño. Por ejemplo, recuerdo que en ocasiones en los clubes de jazz solo estaban los meseros o los cantineros y había que tocar con la misma intensidad. Entonces los meseros se ponían contentos de que tocáramos igual que si hubiera mucha gente. Uno va a aprendiendo que el escenario para expresarse es el mismo, haya gente o no. También pasa uno por ciertas vicisitudes, cosas de logística, como perder un vuelo a la mitad de una gira en Asia donde la gente no habla más que chino y hay que sortear el inconveniente y llegar al destino tarde, cambiarse de ropa y salir a tocar. Esas cosas también forman parte de las vivencias y siempre las he tomado con la mejor actitud porque una vez que me siento en el escenario olvido todo y disfruto. Una de las cosas que evito es subir al escenario la emoción negativa que genera cualquier vicisitud. La dejo abajo, me subo a tocar y lo disfruto mucho, lo mismo que saber que el público se sienta contento por lo que estamos haciendo.
—¿Qué escucharemos en ¡Juega!?
Es una semblanza, un recorrido por toda la música que he hecho en todos los estilos. Voy a tocar con mi orquesta, pero también cuento con la participación de actores, bailarines e imágenes multimedia. ¡Juega! es una remembranza de estos 45 años en la que toco música de mis discos anteriores y parte de lo que será mi próximo disco. En realidad, la mitad de los temas son nuevos.
Es un recuento de 45 años pensando en las personas que han estado cerca de mí, mi entorno infantil, mi adolescencia y mi formación, lo que he aprendido y sigo aprendiendo, así como todo lo que me ha regalado la vida a través de la música, que me ha permitido conocer el mundo y a muchas personas, aprender de la vida de una manera mucho más amplia. El espectáculo tiene este halo del añoranza, pero no de recuerdo triste, sino de gratitud.
—¿Qué significa volver al Salón Los Ángeles?
Tuve la fortuna de recibir la invitación de su director general, Miguel Nieto, a quien le gustó mucho la idea del espectáculo que primero presenté en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. Para mi pisar los grandes escenarios del mundo y pisar el Salón Los Ángeles tiene el mismo valor, y siendo éste un lugar tan emblemático de la ciudad me encanta la idea porque se siente todo el sabor de la calle, el barrio y todo lo que me gusta vivir. A mí me encanta caminar por el centro de la ciudad y todo el tiempo estoy hurgando y aprendiendo.
—¿Cómo te describirías como músico?
Diría que como improvisador soy alguien que se mueve en diferentes géneros porque me gusta jugar. Ese es un poco el sentido del término con el que bauticé el espectáculo. Le pusimos ¡Juega! porque tiene dos connotaciones. En los años 40 y 50 yo oía a mi papá y mis tíos cuando decían: “vamos a hacer tal cosa” y alguien respondía: “juega”, como ahora decimos sale, ándale o vale. Juega era un término que me encantaba. Y por supuesto tiene la connotación de jugar. El sentido del espectáculo tiene que ver con la añoranza infantil que para mí era jugar a la música y, en la parte adulta, no olvidar esa sensación, creer en lo que uno hace y seguir jugando toda la vida. El hecho de ser adulto no significa que no podamos imaginar y crear ni olvidar esa parte fresca que nos brindó la infancia.
—Tu público está constituido por gente que te ha seguido durante muchos años, pero también por nuevas generaciones. ¿Cómo te sientes al respecto?
A los primeros realmente les agradezco infinitamente porque son parte de una historia que han compartido conmigo. La vida nos erosiona a todos, y el hecho de que me hayan acompañado es de agradecerse porque hemos caminado juntos esta aventura. Ahora hay nuevas generaciones que se acercan a preguntarme cómo hago la música que toco y para mí es una enorme satisfacción, porque es señal de que mi obra puede llegar a públicos de diferentes edades. Me encanta que chicos de 10 años me digan: “me quiero dedicar al piano, quiero tocar como usted”. También me gusta que mi música pueda ser bailable: cuando nos hemos presentado en el Salón Los Ángeles la gente ha bailado con lo que tocamos, lo que me encanta.
PCL