Don Argimiro lleva 50 años tejiendo muebles: "Yo me siento muy orgulloso de mi trabajo"

Don Argimiro Jáquez Santillano, dijo que aprendió solo de ver cómo lo hacía su suegro, además de que asegura, los jóvenes ya no se interesan por las artesanías.

Don Argimiro tiene 75 años y comenzó con el oficio desde los 20. l Manuel Guadarrama
Lilia Ovalle
Gómez Palacio, Durango /

Con un estímulo económico en sus manos y la idea de volver al municipio de Rodeo, en Durango, con un reconocimiento por su destreza al confeccionar muebles de bambú, don Argimiro Jáquez Santillano, estuvo presente en la ceremonia que se realizó en la Unidad Regional de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas en Gómez Palacio, donde dijo que aunque los oficios son nobles, están en peligro ante la falta de interés de los más jóvenes por preservarlos.

“Yo me siento muy orgulloso de mi trabajo; desde los veinte o veinticinco años vengo haciendo las sillas, tengo ahorita, voy en 75 años que voy a cumplir el 28 de julio. Me siento muy agusto y muy feliz con mi trabajo porque es muy honrado y ahí me paso el tiempo trabajando; yo no tomo, no fumo, nada de eso. Me voy a donde yo trabajo desde las ocho de la mañana y hasta las ocho de la noche salgo, ahí me la paso todo el día tejiendo las sillas”.

¿Cuánto cuestan los muebles tejidos?

Don Argimiro Jáquez dijo que para continuar con la tradición, trabaja lo más rápido posible aunque los años ya le pesan. Dependiendo de los materiales que utilice, la pieza puede ser cara, o muy económica.

“Si utilizo el bambú, pues es un material muy fino y luego uno batalla porque al tiempo en que está uno agujereando sí se le ladea la broca se raja toda la pieza y pues es dinero y trabajo perdido. De la de pura madera en dos días puedo armar cuatro sillas y son más económicas. Yo me enseñé a trabajar eso nomás mirando a mi suegro y yo me siento muy honrado y dios lo tenga en el cielo porque ya tiene mucho que murió, pero yo aprendí de él, nomás mirando”.

Juventud ya no quiere trabajar con artesanías

Así como las sillas, don Argimiro hace bateas, justes, lavaderos de madera, aunque este quehacer se limita primero porque las disposiciones medioambientales en algunos sectores impide la extracción de materiales, en tanto que se insiste en que la juventud ya no quiere trabajar estos oficios que dan identidad a través de las artesanías.

“La juventud está perdiendo su tiempo en el teléfono y los vicios. Yo tengo teléfono nomás lo escucho y lo contesto porque no tengo tiempo porque mire, de los niños chiquitos les dan el celular para que se entretengan pero van perdiendo la vista no sólo físicamente sino que además ya no miran. Las mamás los dejan y los papás ya no enseñan, yo a mis hijos chiquitos me los llevaba a trabajar, estaban chiquitos pero de adrede llegábamos a las tres a la casa a comer, pero yo para que se hicieran hombres y para que supieran cómo se gana el dinero en lugar de andar agarrando lo ajeno y ahora ellos ya saben hacer las sillas, son inteligentes, tengo cuatro y los cuatro saben”.

Aunque sus hijos decidieron dedicarse a otros oficios más remunerados, con el paso del tiempo entendieron que la mejor herencia que les dio su padre fue enseñarlos a desarrollar su creatividad a través de la confección artesanal.

Por eso cuando don Argimiro dijo que vendería las herramientas de su taller, sus hijos le pidieron no hacerlo porque no sólo representa una forma de vida sino que además ha fundado un recuerdo amable de la vida en familia.

aarp


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