La dramaturga y directora de escena Bárbara Colio concibió y desarrolló Marina & Isabel en el primer año de pandemia, en 2020, la segunda entrega de una trilogía que se inició con Julieta tiene la culpa y que continuará con una obra todavía sin nombre sobre mujeres en la ciencia que han sido marginadas.
Marina & Isabel surgió cuando en el encierro la mujer de teatro mexicana miró la noticia sobre una misión a Marte y se preguntó si después de la crisis por la pandemia la humanidad sería capaz de renacer.
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Colio organiza un encuentro y un juego de squash imposible entre dos personajes femeninos inspirados en la historia, pero que nunca coincidieron ni en época ni en lugar, Marina (1500-1550, presumiblemente) e Isabel I de Castilla (1451-1504), que recrea en una ambiente empresarial y laboral.
Así, Isabel (Ana Ligia García) visita la sucursal mexica de su consorcio, en la otra mitad del mundo. Sin que nadie se entere, ni Cortés, se entrevista con Marina (Carmen Mastache), la obrera que ha logrado ser lideresa y traductora de los trabajadores que amenazan con huelga, y se juegan el planeta.
A lo largo de poco menos de dos horas, el diálogo entre ambas mujeres, que culmina con un partido de squash (y que recuerda la novela de Álvaro Enrigue de 2013, Muerte súbita, donde Francisco de Quevedo y Caravaggio se enfrentan al tenis), las protagonistas no sólo se confrontan entre sí, también enfrentan a la autora del texto que deben interpretar (y que aparece virtualmente) y sus vacilaciones.
“La compañía de estos personajes, Marina (Malitzin) e Isabel (La Católica) me envalentonaron mucho y surgió una obra, que tiene muchos riesgos, cosas incoherentes, pero, total, como en ese entonces pensábamos que todos íbamos a morir, pues me daba igual”, comentó en el estreno Colio, fundadora y directora de la productora BarcoDrama y coguionista del filme Familia (2023) con Rodrigo García.
Marina & Isabel, que ganó por unanimidad Premio Nacional de Dramaturgia Óscar Liera 2021, se estrenó en el Teatro El Galeón Abraham Oceransky el pasado 18 de enero y tendrá temporada hasta el próximo 10 de marzo, aunque el 8 de marzo de 2022, en el contexto del Día Internacional de la Mujer, ya había tenido una lectura dramatizada en el Centro Universitario de Teatro (CUT) de la UNAM.
En breve entrevista, Bárbara Colio expuso algunas líneas que siguió en esta puesta en escena con muchas dosis de humor, que se apoya en el espléndido trabajo de Ana Ligia García y Carmen Mastache (que había trabajado con la dramaturga y directora en Julieta tiene la culpa), para atrapar al público.
“Estoy absolutamente segura que el teatro no es para que entiendas nada. Yo no cuento historias, estoy muy alejada de ese concepto, yo no cuento una historia para que la entiendas, el teatro es mucho más que eso. El teatro te arroja emociones, momentos, instantes, perspectivas, apuestas para que tú las caches y hagas con ellas lo que tengas que hacer tú mismo. El teatro es para conmover, si logramos conmover a alguien, ese es el objetivo, más que explicar algo”, señala Colio sobre sus concepciones.
—Con pandemia y jugando con figuras históricas ¿se sintió poderosa, temerosa como creadora?
Ya son muchos años de estar en esto, tengo más de 25 años creando teatro. Uno va madurando en la profesión, que te va poniendo líneas más altas o vas saltando cuerdas que de pronto no creías que ibas a saltar. Aquí salté cuerdas importantes, me lancé a unos abismos importantes, porque hasta la fecha no sé cómo van a resultar. Esa necesidad de riesgo me gusta. El día que me aburra de lo que hago o que encuentre la fórmula maravillosa que vaya a repetir mil veces, en ese momento dejaría de hacer teatro. Me gusta ser diferente en cada obra, cruzar otro río, eso es lo que a mí me mantiene haciendo teatro. En Marina & Isabel me atreví a que mi nombre apareciera en la obra como autora, eso es algo que yo no me habría atrevido a hacerlo en cinco años y ahora lo hago.
—¿Hablar de mujeres, como hace usted en sus obras, hace poderosas a las mujeres?
Las mujeres ya somos poderosas, de entrada. Busco presentar nuevos referentes, nuevas perspectivas, no que las mujeres seamos mejores ni peores, sino que simplemente hay pocos referentes sobre lo que es lo femenino, lo que somos las mujeres, porque la historia siempre nos ha dicho otra cosa. Para mí es muy importante montar esos referentes de personajes femeninos que arriesgan, que luchan, que pelean, que ganan y que celebran sus triunfos; ver a mujeres que celebran sus triunfos y no reciben un castigo divino por haber sido triunfadoras, que son los referentes con los que crecí de niña.
Ahí importa mucho aventar otros referentes a la vida, no sólo como mujeres, como humanos; nuestra cultura castiga a los triunfadores, no hay que celebrar, hay que ser modosito, humilde. No, hay que valorar el triunfo, el poder lograr objetivos. Estas Marina e Isabel, aunque tienen estos ecos históricos referenciales, son otras mujeres que de una forma totalmente inusual, pueden lograr lo que querían, y no es lo que la historia dice que querían, este es otro deseo el que tienen en esta obra.
—¿Por qué Marina y no Malitzin?
Tenía muchas opciones: Malinalli, Marina, Malinche... Pero, en este caso, no quería que sonara histórico desde el título porque la gente se iba a hacer una historia preconcebida. Es algo de lo que adolescemos mucho, hacemos prejuicios, no vas a conocer al otro, porque crees que ya lo conoces. Por esos sus nombres están tomados de nombres comunes, las dos están puestas en una época contemporánea. Hay una referencia histórica, pero no son ellas realmente, son recreaciones.
—Dijo que venía otra obra de esta serie, que comenzó con Julieta tiene la culpa.
La siguiente obra no tiene título, trata sobre mujeres en la ciencia a las que absolutamente se les negó el crédito de lo que lograron. Y es volver a jalar esos hilos. Son reconstrucciones, transteatralidades, aunque la teatralidad atraviesa la vida, la ciencia, la historia, el arte. Eso me fascina del teatro: que puedo hacer cualquier cosa mientras yo diseñe una línea que le dé coherencia a lo que sucede. El teatro te da gran libertad de hacer y deshacer, y esa posibilidad es infinita, y por tanto fascinante.
PCL