María de Jesús de la Fuente de O’Higgins me recibe en su casa-estudio, en Coyoacán, sede de la Fundación María y Pablo O’Higgins. Hace 31 años que su esposo ya no está entre nosotros, desde entonces María se ha encargado de preservar y cuidar el legado de quien fuera junto con Leopoldo Méndez, Juan de la Cabada y Luis Arenal, entre otros, fundador de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) en 1933 y años más tarde, en 1937, del Taller de Gráfica Popular (TGP). Artistas brillantes de una generación que compartía el humanismo y la enseñanza. Una generación comprometida con las causas populares enmarcadas en el gran proyecto Vasoncelista que sentó las bases de la institucionalización educativa.
La presencia de Pablo O’Higgins (Salt Lake City, Utah, 1904–México D.F, 1983) es entrañable, amorosa y cotidiana para María. En casa da la impresión de que en cualquier momento puede aparecer el artista, sentarse a comer a la mesa y después subir a su taller a continuar trabajando. La plática se desarrolla en el espacioso estudio que permanece tal y como el muralista lo dejó.
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Desde principios de 1998 dos investigadoras del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap) del Instituto Nacional de Bellas Artes, Verónica Arenas Molina y María Maricela Pérez García, han trabajado con María tres veces por semana para organizar, documentar y elaborar cuidadosamente un registro meticuloso de los archivos y obra de Pablo O’Higgins. Interrumpido tres años únicamente durante el sexenio de Vicente Fox, este trabajo meticuloso no ha terminado.
El motivo de mi visita es platicar sobre la situación actual y el futuro de dicho patrimonio pues hasta la fecha no hay ninguna propuesta concreta sobre quién cuidará este legado cuando María falte. Mujer hermosa, de espíritu combativo, la viuda del muralista habla con la emoción del compromiso adquirido, admiración, amor incandescente hacia quien fuera su esposo y compañero, que sigue vivo en este esfuerzo cotidiano.
Este año se cumplen 110 del nacimiento de Pablo O´Higgins. ¿Se tiene pensado hacer algo al respecto?
No sé nada, las veces que hemos conmemorado algo ha sido aquí, con amigos.
¿Existe un catálogo razonado de la obra de Pablo?
No exactamente, pero hay muchos libros sobre la obra de Pablo.
¿Cuál es el estado actual de la colección que resguarda?
Bueno, Pablo no quería, y yo tampoco quiero, que la obra salga del país. La obra de Pablo está dedicada a México toda, y para mí la obra gráfica es tan importante como la mural. Todo está catalogado y digitalizado. Está en perfectas condiciones. La palabra museo no me ha interesado mucho pero el hecho es que ésta es la casa donde vivimos y el estudio donde trabajamos los dos. Pablo hizo 13 pinturas murales, tengo los proyectos, los detalles, las fotos.
¿Ha habido interés por parte de alguna institución?
El sexenio pasado escribí una carta a la UNAM, a José Narro, en donde le decía: soy la viuda de Pablo O’Higgins, soy una mujer mayor, pienso que no tengo mucho tiempo para saber el destino de esta obra y le quiero decir lo que tengo. Pinturas murales, tantos proyectos. Óleos, encáustica, gráfica, acuarelas, dibujos.
Le decía: tengo todo esto y estoy muy preocupada por lo que me queda de vida, entonces quiero pedirle a usted un consejo, una opinión. Toda la obra de Pablo está dedicada al país. No recibí ni acuse de recibo. Yo tengo mucho trabajo, y en ese tiempo tenía más. Lo olvidé un poco pero otra ocasión en la que no me sentí bien de salud me dije: tengo que saber qué va a pasar con esto. Entonces mandé otra carta. Mis amigos me dijeron: María, tú hablas de la obra de Pablo pero, y la casa... ¿Qué piensas de la casa? Pues nada. ¡Es mi techo¡ Ofrece la casa. Pide que te compren la casa, que tú sigas viviendo ahí hasta tu muerte y una vez que concluya tu vida que todo pase a la Universidad.
Como no me contestaban, esa otra carta la mandé a cada facultad de la Universidad y pedís que me firmaran acuse de recibo. Al tiempo vino una señora, era de Patrimonio Universitario. Ella vino con un señor muy amable, que era director de la Escuela de Artes Plásticas, pero la señora creía que lo que yo quería era que la Universidad adquiriera obra de Pablo. Le dije: yo no tengo interés en vender ninguna obra de Pablo. Mi interés está en conservar su patrimonio. Total, se fueron. Al tiempo recibí una carta de ella muy breve, y me decía que la Universidad no tenía personal humano ni medios para poder tener esto. Por lo pronto no había nada qué hacer. A mí me ofendió el hecho de que no dijera, siquiera por atención: sentimos que la Universidad no tenga este patrimonio. ¡Nada¡ Lo olvidé, ya no quise saber nada…
¿Bellas Artes, Conaculta?
Después de eso mandé una carta a Alonso Lujambio, que era el secretario de Educación. A él le planteé las cosas de manera diferente. A Narro le regalaba todo, afortunadamente no hubo respuesta. Con Lujambio le decía más o menos lo mismo de mi situación pero le pedía que adquiriera la casa y que yo viviría en ella.
Lujambio, personalmente, me dijo: “Señora, estamos muy entusiasmados con esto y haremos lo que usted quiera.” Entonces mandé una carta a Teresa Vicencio, que dependía de ellos. ¡No me contestaba!
Ha habido muchas exposiciones de Pablo. Otras cosas que yo he donado a la gente que quiero. Sindicatos… Siempre que me piden una exposición, yo se las doy. Antes sin seguro, a todos, jamás he pedido cinco centavos. Aquí se ha enmarcado, se ha hecho todo.
Pasó el tiempo y no contestaba esta señora Vicencio. Decidí mandarle otra carta para que me respondiera por escrito y al final me contestó. Cuando vi la fecha, inmediatamente contesté a la de ella y le digo, estoy contestando su carta de fecha tal, respuesta a mi carta de un año sin contestar. Pero creo que les pareció muy dura la carta porque luego vino esta señora aquí. Vino dos veces. Entonces hablaron de una casa museo, de un museo de sitio.
Empezamos los tratos acerca del costo de la casa. Yo nunca había pensado cuánto valía mi casa. ¡Es mi techo! Entonces, mandaron peritos valuadores. Se hicieron varias valuaciones. Yo le decía que habían venido a ver el repello de las paredes y material pero no sabían cuál sería el destino de esto. Y dije: esto es absurdo. Acabaron ofreciendo más, no recuerdo. A mí no me interesó. Primero debo decirle que no teníamos ni cinco centavos. Las dos jóvenes que venían del Cenidiap y que siempre me han ayudado, al principio venían un día a la semana, después dos días a la semana, luego tres. ¡Hemos avanzado muchísimo¡. Con dinero de ellas salían a imprimir afuera documentos. Un día les dije: saben que, me da mucha vergüenza, voy a vender, lo que sea. Yo no quería vender obra, nunca he ido a ofrecer.
Recibí una comunicación de Bellas Artes, que querían adquirir obra de Pablo. Ahí sí quería vender porque ya se queda en el país, es una institución. Bellas Artes tenía ya dos obras de Pablo, una encáustica y la obra Los Albañiles. Les ofrecí encáustica. Venezuela anteriormente me había ofrecido comprar, pero no quise. Vendí a Bellas Artes porque la obra se queda en México. Estoy feliz de que estén en Bellas Artes.
Compramos computadoras, impresoras, papel. Todo lo que faltaba porque tenemos mucho trabajo. Cuando muere Pablo, él era muy ordenado pero todo estaba en desorden de todas maneras. Dije: ¿qué voy a hacer? Entonces decidí empezar a ver lo que teníamos y lo más fácil eran las litografías. A ordenar por temas y así empecé.
Cuando Lujambio muere se estaciona todo. No se concretó a pesar de ya haber sabido que se haría aquí un museo de sitio. ¡Se tardaron un año en contestar un oficio! No tenía nada por escrito.
Yo no quiero que me den nada para mí. Yo lo que he estado pidiendo con ellos es: si esto se va a quedar aquí, que me ayuden a conservarlo, ¿no?
El año pasado para el Día del Maestro, Enrique Peña Nieto pidió una pintura que tuviera relación con la educación, los maestros. Hicieron un concurso, entonces el que ganó fue de Pablo. Hicieron un timbre postal. Yo estuve ahí cuando lo pusieron.
Ahora vuelven a pedir eso, me hablaron hace poco. Que había dicho Peña Nieto que nada de concurso, que buscaran la obra de Pablo y la vieran. Ya les mandamos catálogos, diapositivas.
Pablo y yo estuvimos en la Unión Soviética después del lanzamiento del Sputnik, y un periodista ruso le dijo: Señor O’Higgins para mí usted es una leyenda, ¿qué le parece esta hazaña del Sputnik? Pablo le contestó: “Bueno, científicamente muy importante pero a mí me interesa más el hombre aquí en la Tierra”.
En coordinación con Lucila Rousset, actualmente María prepara una exposición de Pablo O'Higgins para junio, en la galería José Luis Benlliure de la Facultad de Arquitectura de la UNAM.