Hechiceras, fantasmas, bestias, demonios y maldad conviven en Te di ojos y miraste las tinieblas ( Anagrama) novela de la escritora catalana Irene Solá (1990).
“Cuando escribo hay dos cosas que me mueven. Por un lado existe un goce en el hecho de trabajar en un proyecto literario y de idear historias. Por el otro me mueve el hecho de reflexionar, de investigar y pensar en profundidad sobre diversos temas que me interesan y preocupan”, dijo.
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La novela se desarrolla en algún remoto lugar en la sierra de las Guillerías (Catalunya) transitado por cazadores de lobos, bandoleros, hechiceras, fantasmas, bestias y demonios, la finca Clavell está habitada por mujeres y contiene siglos de recuerdos.
“Hay de todo, algunas ideas forman parte de un imaginario, luego hay otras que son pura investigación de ir a hablar con personas que hace más de 40 años se pasean por ciertas zonas; hablando con abuelos, abuelas y grabando los cuentos. Yo viví un tiempo en Islandia y me enamoré de las historias que me contaban, pero también hay mucho del folclore catalán, de hecho, originalmente la novela se escribió en catalán y miré donde me apetecía mirar”.
Solá dijo que en su novela la idea de la oscuridad se propone como “un lugar de libertad, de posibilidades, porque uno de los objetivos es romper con ciertas preconcepciones”.
Un pacto
La semilla de la novela fue una especie de trato con el demonio: “Tengo un interés muy fuerte por el folclore en general y tomé distintas premisas y fragmentos, uno de ellos iba a ser la idea del pacto con el diablo”.
La escritora comentó que por ese motivo, en el centro de su historia se encuentra Joana, “que en el siglo XVI decide hacer un pacto y pide un hombre, es decir, vende el alma a cambio de un marido, pero ella especifica que este tiene que ser un hombre entero y se casa con Bernadí Clavel, a quien le falta el dedo pequeño de un pie, por lo tanto, no es un hombre entero y Joana puede romper el trato y conservar el marido, la casa y el alma”.
Sin embargo, la protagonista no toma en cuenta eso y piensa que habrá consecuencias y que afectarán a toda su familia. “Esta es una novela que se pasea por más de 400 años de historia, que juega con el folclore, pero trata de reflexionar sobre el ahora y el mundo contemporáneo. Estas mujeres viven su vida viendo el mundo de una manera diferente”.
Sus favoritos
La autora confesó que le gusta mucho contar historias, dice que admira la saga de El señor de los anillos y entre los escritores a Virginia Woolf y Juan Rulfo.
“Me gusta mucho que me cuenten historias. Tengo la sensación de que el folclore es como una especie de ADN de quiénes hemos sido y cómo hemos mirado el mundo y cómo hemos intentado entenderlo. Creo que nos permite entender un poco más quiénes somos y qué cargamos en la mochila.
“El folclore no es para nada neutro ni objetivo, sino que carga con nuestras virtudes y con nuestras faltas y tengo ganas de encontrar en México a alguien que me cuente leyendas”.
Su carrera en artes plásticas también la influyó: “Aprendí a trabajar, crear y a escribir desde un taller de bellas artes. Lo más importante que aprendí fue a desarrollar proyectos creativos, a investigar y a trabajar en un proyecto tuyo, en esa carrera de fondo y por eso siempre digo que mi manera de escribir tiene mucho que ver con lo que yo aprendí a escribir desde metodologías del arte contemporáneo, en el que la investigación, las preguntas, la curiosidad, la sorpresa tiene que ver con aprender; todo eso forma parte del proceso de creación de una novela”.
La autora
Irene Solà es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona. Su segunda novela, Canto yo y la montaña baila, publicada por Anagrama en catalán y castellano, obtuvo en 2019 el premio Libres Anagrama de novela, el European Union Prize for Literature, el premio Punt de Llibre de Núvol, el Premio Cálamo Otra Mirada y el premio Maria Àngels Anglada de Narrativa, y ha sido traducida al euskera, el italiano, y pronto a otros 15 idiomas, incluidos el inglés, el francés, el holandés, el turco y el árabe.