Jacqueline Sánchez dibuja "Échame a mí la culpa", en El Arte de la Canción

Colección Milenio Arte

La soledad es una presencia que nos acecha a todos y de la que tratamos de huir sintiendo que perdemos algo, el dibujo refleja ese vacío.

Ciudad de México /

ÉCHAME A MÍ LA CULPA

El desamor dura más que el amor mismo, así como en el infierno cada instante es eterno, José Ángel Espinoza “Ferrusquilla”, se despide de un amor ingrato con un deseo, “Que allá en el otro mundo, en vez de infierno encuentres gloria”, ya dio por muerto a ese romance, y, con el dolor del que ya abandonado se despide, la manda al infierno.

La artista Jacqueline Sánchez realiza un dibujo habitado por simbolismo y una atmósfera siniestra: “Creo que cuando yo escuché por primera vez esta canción fue exactamente en una bohemia con amigos y con un dolor, con una pérdida de una relación. Empecé a sentir ese vibrar al escuchar la canción, el que más me llegó fue Javier Solís y es cuando comencé a desarrollar el dibujo”.

La soledad es una presencia que nos acecha a todos y de la que tratamos de huir sintiendo que perdemos algo, el dibujo refleja ese vacío: “Es una habitación solitaria lo que estamos viviendo hoy en día, que es el abandono por esta pandemia. Pues me identifiqué, este es el encierro realmente. Cuando empecé a manejar los elementos de la habitación, un horizonte donde se veía la tormenta, la calma y la grieta que es el dolor que estaba sufriendo el compositor perdido, y abandonado, el derrumbe de una emoción”.



El traicionado se adueña del dolor “Échame a mí la culpa, de lo que pase, cúbrete tú la espalda con mi dolor” canta Ferrusquilla. El dibujo de Jacqueline refleja el momento en que la canción surge: “Esa persona que está atrás es el compositor, es el que siente esa pena, ese dolor. La televisión también es muy importante porque es la fábrica de los sueños, de las ilusiones que también se fueron perdiendo. Las palomas es la metáfora de que la persona se quedó ahí y la otra se va, es esa dualidad. Se va a otro mundo. Hay una emoción en esa parte que es como de fuga, de escape. El otro se quedó ahí en ese sillón, por eso son esas dos máscaras, donde realmente hay una confrontación de la situación”. No nos enamoramos de la persona, nos enamoramos de lo que imaginamos que es esa persona, inventamos otro ser que no existe a partir de esa persona. Cuando realmente conocemos a alguien, viene el desencanto.

Ferrusquilla escribió con su llanto y Jacqueline dibujó con su corazón: “Esta obra realmente la sentí, la viví, la disfruté, es cuando uno se vuelve a reconocer en un sentimiento, en una emoción. Este encierro nos ayuda a crear y a ser más cuidadosos en cuanto a la técnica. A mí me encantó el punto del lápiz, de la esencia, del enfoque de la emoción, la composición. Me basé en la sección áurea, es el punto mágico de todo el desarrollo de la obra. Es exactamente donde está la grieta, donde está esa formación. En los cuadros renacentistas, el cielo es la parte mágica, la fuga, y abajo es el infierno, el desastre. Esos derrumbes que hay ahí, hay cartas, un reloj, hay tiempo, dolor. La otra paloma se fue, y él se quedó allá abajo, una muerte silenciosa”.

“Dile al que te pregunte que no te quise, dile que te engañaba, que fui lo peor”, cuánto se debe amar para cargar así con el dolor.





  • Avelina Lésper

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