Jarvis Cocker y su inventario de “Pop bueno. Pop malo”

El arte de guardar o tirar, que puede ser una dura decisión, y también parte de la historia del músico de la reconocida banda inglesa Pulp

Jarvis Cocker y su inventario de “Pop bueno. Pop malo”. Foto: Especial
Israel Morales
Monterrey /

El músico y escritor Jarvis Cocker le entra al arte de guardar o tirar. El líder de la banda Pulp regresa a la casa por la que dejó de vivir durante 20 años para revisar los objetos que pueden tener “una historia de vida, alguna especie de revelación” para llevarlo a un libro, “Pop bueno. Pop malo. Un inventario” (editorial Sexto Piso).


Difícil y amena decisión de ser testigos del pop bueno o el pop malo, y del significado de los objetos y la esencia que guardan, además de la documentación palpable del nacimiento en Sheffield de una de las mejores bandas inglesas.

Una caja de chicles Extra, un parche, soportes de cuello de camisa, la génesis de una banda que aún estaba en los bocetos del joven adolescente, el cuaderno que documenta los primeros pasos de su creatividad, el logo, el vestuario... ¿guardar o tirar? Vaya empresa del autor que colecciona tesoros del mass media.

Jarvis, el gran fan de la música pop que deseaba dar el “salto de espectador a participante”. Y vaya que hizo los méritos: objetos, diseños, planos y registros de por medio son las pruebas que dejaron huella del éxito mundial. Con Pulp, de quien dice que igual que Pop son “términos intercambiables”.

Revistas como “Libro de risas cachondas y fantásticos chistes sucios”, una radio multibanda Sterling Electric, más del Plan Maestro Pulp, corbatas anticuadas, fotos familiares y escolares, datos que van y vienen de su pluma que pone cada cosa en contexto, ah y los lentes, “el aspecto más evidente de “su look”. La gente le gritaba: “Aquí viene Elvis Costello”, otras veces Budy Holly o Roy Orbison, que detalla en uno de los apartados que tiene este libro, esas páginas aún más especiales de su inventario.

Y es en esos apartados donde se da un entre sobre creatividad con Leonard Cohen, acude a la memoria histórica con la televisión pequeña, su gran influencia; alude al juego del micrófono y la referencia de Roger Daltrey, de The Who, así como la primera sesión de Pulp con John Peel el 18 de noviembre de 1981, la breve historia de una discoteca, las minipastillas Polo y un estuche, más de monerías, negativos y el reencuentro con el botón favorito de la Yamaha PortaSound PS-400.

El sueño de llegar a la Luna

Figuras estilizadas de latón, el dibujo de un pentagrama, un modelo de hojalata del módulo lunar Apolo 11, del niño que soñaba con ser astronauta, una revista de colección Countdown, además de una guitarra que lo cambió todo y el show de John Peel aún más, programa de radio que considera su verdadera educación musical.

Sobras de un jabón, botellas de jugo, lentes rotos que recuerdan su primera pelea, cartas enviadas para que se mejorara de una dura enfermedad, astronautas de plástico, un cassette de un ensayo con mucho ruido, los primeros boletos para entrar a un concierto, los primeros tickets de Pulp, desde luego la autocrítica, los discos de Pulp que nacían y crecían como la espuma, del 1 al número 2, y contando... porque el mundo de Pulp se respira y se siente, es la extensión de su creador a partir del perfil que traza de su inventario.

Más nostalgia con la mantis religiosa en su logo y la narración sobre cómo copiaron acordes de Joy Division y su búsqueda en el sonido de los nacientes The Cure, o sobre el punk, y desde luego para seguir en el hilo musical, páginas adelante aparece una bolsa de cartón con la imagen de los Beatles del “Sgt. Pepper’s”, que también considera parte de su influencia, su “obsesión”, como lo fue también para muchos de sus contemporáneos el famoso cuarteto de Liverpool, porque como lo dice: sin Beatles no hay “Br*tp*p”.

Y sale otro disco que estaba en su desván y que le movió en su enfoque sobre la música: “Andy Warhol’s Velvet Underground featuring Nico”. Por supuesto dos bandas que marcaron su almacenaje personal, de las que enseguida describe Cocker:

“Una vez más, estamos hablando de una banda que pertenece al canon aceptado de las más grandes (hay una razón que lo explica: SON grandes). Así que, de nuevo, ya hay mucha información por ahí sobre The Velvet Underground. Para mí fueron muy importantes porque crearon un puente entre los Beatles y el punk. Los Beatles fueron mi inspiración y abrieron las compuertas porque me mostraron lo que PODÍAN hacer chicos de orígenes ordinarios, pero jamás me podía imaginar con seriedad que yo pudiera escribir canciones con su excepcional nivel de musicalidad. Tras haber estado algunos años en una banda, apenas podía tocar cuatro canciones de The Beatles Complete Songbook. El resto estaba fuera de mi alcance (hasta la fecha).
“Los Velvet pertenecen a la misma época que los Beatles y compartían algo de su talento melódico, pero también en ocasiones hacían mucho ruido como las bandas punk. Y la producción era poco refinada, casi como si escucharas la grabación de un ensayo. Ciertamente era más fácil aspirar a sonar como The Velvet Underground que como los Beatles” (pág. 272).

Y desde luego la categorización del arte con el nombre de Warhol, al que alude después con su consulta sobre el Popismo del artista en los años sesenta.

Relojes, notas y más notas, negativos de fotografía, alguna cinta de Barry White, destellos de una escritura y sus variantes, colorido de emociones, canciones primigenias que es escribieron en momentos capturados en papel y tinta, como “Shakespeare rock”, “Maniac depression” o “Little girl (with blue eyes”) y todo lo que configura esa suerte de biografía vista a través de los objetos del músico y escritor que son tan reveladores, porque ahí está lo bueno y lo malo, como alguna representación del arte pop, y de la vida.

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