Cuando Jonathan Franzen se enfocó en la escritura de la novela Encrucijadas, ya sabía de la responsabilidad de acompañar a la sociedad americana durante los últimos 30 años, a través de una historia familiar, aun cuando anticipa su desinterés en compartir una reflexión comprometida políticamente.
“Disfruto vivir en el estado en el que estoy cuando escribo novelas, es para lo que sirvo, soy bueno en esto: enfrentarme a un problema casi irresoluble, trabajarlo mes tras mes, me hace feliz y creo que el propósito de una novela es dar placer al lector”, contó el narrador estadunidense en una videoconferencia a propósito de la aparición en español de la primera parte de su trilogía, bajo el sello de Salamandra.
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Se trata de la historia de una familia del medio oeste norteamericano durante un periodo de profunda crisis moral, a lo largo de un siglo, donde apuesta por iluminar algunas zonas oscuras de nuestro tiempo, “si ahora lo he hecho a través de la familia simplemente es porque la acción psicológica y emocional es más intensa ahí”.
“El arte no tiene por qué educar políticamente a las personas ni abrazar las causas del progreso o perfeccionar a la raza: si tuviera la menor traza de sentido de que ese libro quiere hacerme una persona mejor o educarme políticamente, lo abandono inmediatamente, porque eso no sirve a la obra de arte, sirve a la política, y el arte tiene sus propias reglas: el arte está interesado en cómo son las cosas, no en cómo deberían ser”.
Es un espacio en el que el lector juega un papel fundamental, porque la lectura de un libro debiera estar acompañada de una sensación de emoción, a través de historias que nos transportan a una consciencia que no es la propia: están viviendo cosas que, de otra manera, no vivirían nunca; en cambio, las experimentan “en personajes que nunca serás y todo eso es un placer”, a decir de Franzen, autor de novelas como Pureza, Libertad o Las correcciones, con la cual obtuvo el National Book Award y fue finalista de los premios Pulitzer y PEN/Faulkner.
Publicada en español bajo el sello de Salamandra, Encrucijadas forma parte de una trilogía, si bien Jonathan Franzen todavía no sabe a ciencia cierta de qué más irían los siguientes volúmenes. Lo que sí tiene claro es la necesidad de contar cómo es que la gente está cada vez más asustada en nuestro tiempo: sufre tensiones económicas y, en la actualidad, a causa de la pandemia, por lo cual suelen buscar narrativas que expliquen esa realidad.
“En un momento pensé que las novelas tenían que ser una forma socialmente responsable, pero el mundo es tan complejo que, al final cualquier novela podría convertirse en algo ultra complejo; en los años 90 hice algunos descubrimientos de libros más pequeños que se centraban de una manera intensa en un par de personajes y me di cuenta que en ellos estaba todo, que era como si el mundo se reflejara en una gota de agua y ese ha sido mi camino desde entonces”.
Durante la videoconferencia, el narrador confesó haber perdido la fe en la razón, en que podría ayudar a lograr que el mundo sea mejor: hace 30 años éramos personas racionales y mirábamos la evidencia científica, pero en la actualidad eso no ha sucedido y “ese fue el último gran fracaso de la racionalidad y de la Ilustración”.
“Podrías decir que la lectura o el libro son buenos para el alma, sí. Podrías decir que es bueno para la democracia liberal ejercer otras maneras de ser, pero eso no es lo principal. Al final, lo que estoy intentando hacer es escribir un libro que el lector agarre y tenga ganas de seguir leyendo, y cuando lo termine piense que ha vivido toda una experiencia”.
En ese proceso, Encrucijadas es su primera exploración por el devenir de una generación en todo su recorrido vital: una familia, la suya, y una sociedad, la estadunidense.
Más allá de las responsabilidades que se pueden encontrar en un libro, como lector, Jonathan Franzen reconoce cierto grado de felicidad cuando se encuentra con un buen libro, “no solamente por ir pasando páginas porque así toca, sino por tener las ganas de pasar la página: así, por ejemplo, piensas que no tienes tiempo para leer, pero como te gusta el libro, lo sacas de donde sea”.
PCL