En el reino del toro sagrado (Alfaguara, 2024) es el título de la nueva novela de Jordi Soler, pero también es la selva y la sierra veracruzanas, donde él creció, al igual que su protagonista, Artemisa, cuya belleza es incuestionable, comenta el escritor.
Esta mujer vive un extraño amor con dos seres totalmente opuestos a ella. “Yo creo que los amores que dan para las historias son estos, donde uno endiosa al otro, donde uno maltrata al otro. Estas historias de amor desgraciado nos dan mucho más a los escritores, son más que una novela sobre un amor normal porque en ellas no hay nada que contar. Por supuesto que puedes amar a alguien sin endiosarlo, pero este sería un amor más pálido que el otro, que es rojo fulgurante”, cuenta Soler (México, 1963).
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“Estamos aquí bordeando sobre Ana Karenina”, continúa, “en el sentido de que todas las familias normales son bastante aburridas, diría yo parafraseando al maestro (Tolstoi). Todos los amores normales dan poca literatura”.
El enamoramiento entre Artemisa y Teodorico, el hombre fuerte de la región, parece improbable, pero es el hilo conductor de la historia. “Yo creo que el enamoramiento es un proceso personal que hace cada quien en su cabeza. Tú te enamoras de una persona en función de lo que ves tú, pero eso no quiere decir que esa persona sea así. En este libro me he empeñado en que sea un amor desgarrador, literalmente, sobre todo al final”.
Dice que desarrolló esta teoría en su novela La mujer que tenía los pies feos (2001), en la que un tipo se enamora de la cara de una mujer, pero el cuerpo no lo convence. “Es tanto lo que le gusta la cara, que empieza a reconfigurarle el cuerpo hasta que llega a los pies, que son desastrosos pero ya está tan enamorado que le encantan esos pies".
El gran misterio de la vida
“Así se comporta el enamorado", continúa. "Él ve lo que no ven los demás en una mujer o en un hombre, en el caso contrario. Lo cual me parece un misterio: si todos somos estructuralmente iguales, ¿por qué te enamoras de una sola persona? Y a veces con locura. ¿Por qué pasa eso? Esa es la singularidad de la persona.
“Los científicos te dicen que es por las feromonas, un psicoanalista y te dice que te recuerda a tu madre. Todo eso son chorradas, aquí estamos en el gran misterio de la vida, el cual es por qué te enamoras de una sola persona y no de las demás. Así le pasó a esta pareja, Artemisa y Teodorico. Es una pareja improbable”.
Soler, quien publica una columna semanal en MILENIO, cuenta que se esforzó para que nadie sepa exactamente qué pasa en esa relación, pero que fuera muy evidente la atracción salvaje que sufre Teodorico por Artemisa, “y la instrumentalización que ella hace del amor loco que él tiene. Es un tema espinoso de ese poder que tienen algunas mujeres y que lo aplican a mansalva; a partir de ahí consiguen un montón de cosas. Es un poder real que mueve el mundo”.
Hay mujeres poderosas en la literatura, como Doña Bárbara. ¿Son las que más les gustan a los hombres?
Pues sí, hasta que se dan el golpe con ellas. Mi personaje, Artemisa, es una persona imposible. Su belleza es incuestionable, su importancia dentro del organigrama del pueblo es incuestionable, pero también es una persona insufrible. Me parece difícil que alguien hubiera podido tener una relación de largo alcance con Artemisa”.
Y esto queda más que demostrado en la novela, a pesar de lo que le toca vivir a la protagonista. Una lección polémica.
¿Crees que esta situación de la novela creará polémica?
Me encantaría que hubiera polémica porque se vendería un montón el libro (risas). También me interesa establecer mi punto de vista. En España teníamos una ministra de Igualdad que decía que no hay diferencias sustanciales entre hombres y mujeres, que somos todos sujetos legales. Yo discrepo de esto. Hay diferencias desde biológicas, de características, mitológicas que nos hacen distintos.
¿Y estás de acuerdo con el final de Artemisa?
Sí, porque a pesar de que es un final de una crueldad infinita, ya existía. Es un mito griego. Yo no he inventado nada. Y al inventor del mito no se le fue el #MeToo encima. Esto lo inventó otra persona y yo lo he adaptado a la selva de Veracruz, que es mi territorio natural.Y he aprovechado para tirar también de la mitología mexicana porque me apasiona. México, igual que Grecia, es un país fundado en el mito, y esto me emociona mucho. No todos los países son así.
¿La mitología está para dar lecciones?
Sí, creo totalmente que la mitología está ahí, desde hace miles de años, a nuestro servicio. Desde joven soy fanático de la mitología. Cada vez que puedo, recurro a ella para explicar alguna situación del mundo del siglo XXI porque creo que en la mitología hay una panoplia de todas las cosas que nos pueden pasar, que nos podrían pasar o que nos han pasado.
“Nuestros ancestros, que inventaron los mitos, eran criaturas frágiles, temerosas como nosotros. Tenían los mismos anhelos, los mismos miedos, los mismos deseos, las mismas pasiones. De tal manera que los mitos que escribieron, o que narraban de manera oral, permanecieron, son lo que somos nosotros.
“Yo, con frecuencia, recurro a los mitos para explicar alguna situación de mi vida personal, encajar el mito de Pasifae en mi novela fue tremendamente placentero para mí.
Una diosa de la vida real
Soler dice que su protagonista, que desciende de griegos, es una mujer de ficción, “pero cuando yo era niño y vivía en un pueblo de Veracruz, idéntico al que reinvento en mi novela, había italianos. Y en ese contexto selvático, indígena, estaban sus hijas; eran rubias y parecían marcianos en ese contexto. Todos las miraban. Eran una especie de deidades, como planteo a Artemisa.
“Y creo que no tiene tanto que ver con la clase alta, porque hay gente ahí, en mi pueblo, en mi novela, que tenía más posibilidades económicas y era más importante, como Teodorico. Jugaban con la diferencia. Eran piezas diferentes de un universo muy homogéneo. Y esto siempre tiene mucho éxito. Es igual que si trasplantas a Teodorico a Estocolmo, el que va a tener éxito es él. En ese país de rubios, el que tiene éxito es el moreno”.
Por qué la bautizaste como Artemisa, la diosa bondadosa, y no como Ariadna, quien está más relacionada con el mito griego del toro.
Para no apegarme tanto al mito. Me parecía que la historia tiene que coquetear con el mito de Pasifae pero no puede ser idéntica. De hecho, el inventor existe también en el mito. Se llama Dédalo, y en mi novela no. Estuve tentado a ponerle así, pero aquí, dije, vamos a ponerle Wenceslao. No quería apegarme demasiado al mito porque me parecía que era abusar de esa historia. Y yo también quiero poner lo mío.
¿Teodorico podría ser Zeus porque se hace con el corazón de la bella?
Teodorico se parece más a Vulcano,que era el feo de la mitología griega; era el que se encargaba de la forja, hacía el metal. Y era un señor contrahecho, moreno. Hay muy pocos morenos en la mitología griega. Todos los dioses o semidioses son rubios. Creo que de ahí viene la obsesión en todo el mundo por ellos. Y Teodorico yo lo veo más como Vulcano. Vulcano se casa con Afrodita, la diosa del amor, que es un trasunto de Artemisa. Yo en esa pareja veo más bien a Vulcano y a Afrodita.
¿Qué hay con el personaje de Wenceslao o Wendy?
Es el gay arquetípico de esos pueblos. Incluso los muy machos también tienen novios en esos pueblos. Es una cosa casi normal. Y a mí es una situación que me parece muy divertida, además de que es muy real y da para establecer muchos contrapuntos dentro de la historia porque es un gay admirado y repudiado en proporciones parecidas. Es un elemento indispensable de la comunidad. Es un tipo genial. Tiene unos inventos fuera de serie. Sin embargo, es el gay del pueblo.
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"A mí esta gama de Wenceslao me encanta. Y además es un borracho. Un alcohólico funcional. Con todas las borracheras que se pone en la cantina es capaz de inventar un artilugio genial para ordeñar las vacas.
"Si se hiciera alguna vez una película lo que más me interesaría son los artefactos de Wenceslao, me encantaría ver cómo son. Cómo se verían en una pantalla. Este aparato es como una rueda de bicicleta que va paseando entre las vacas, que las va desparasitando. Yo lo único que he hecho es tratar de describirlo, pero me gustaría verlo".
Amistades forjadas
La protagonista tiene un gran amigo, Wenceslao o Wendy, un genio inventor, como el Dédalo de la mitología. Wenceslao es gay.
“Son estas amistades forjadas, no tanto en la adversidad como a la contra de una microsociedad porque Artemisa siempre fue una rebelde y Wenceslao era desde niño el distinto, el diferente”.
La señora Acosta es otra amiga de Artemisa, es como la dueña del pueblo, dice Soler. “Esta amistad entre los tres forjada, frente y a veces contra el pueblo, es muy poderosa. Han crecido los tres en esa situación que tiene una parte hostil, pero también ellos controlan eso. Ellos controlan todo. A Wenceslao le encanta ser la loca del pueblo y a Artemisa le gusta ser la mala, la guapa, la que maltrata. Y la señora Acosta le gusta coordinar todas estas fuerzas.
“Yo creo que no es solo una amistad de la infancia, que cuando duran, duran para toda la vida y está forjada en la adversidad, y por eso es tan intensa”, concluye el escritor.
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