Jorge Aviña, el artista gráfico del Viejo Oeste

El icónico portadista de El Libro Vaquero cuenta cuando un narcotraficante “ofrecía mucho dinero” porque le hiciera su propia historieta

Sus historietas ilustradas han llegado a las nuevas generaciones a través de las redes sociales que maneja su hijo. ESPECIAL
Estado de México /

Todos la han leído alguna vez y muchos de sus aficionados niegan serlo. Sin embargo, El Libro Vaquero junto con otras historietas populares marcó toda una época en el país, al que entretuvo, inspiró y, hay que decirlo, hasta formó. Claro, mucho antes de las redes sociales.

Legendarias son sus portadas que presentaban a héroes y villanos armados hasta los dientes, mujeres voluptuosas, sumisas o de imponente carácter. Un universo alterno construido a pinceladas, verdaderas obras de arte popular durante 22 años autoría del gran maestro Jorge Aviña, con quien MILENIO tuvo oportunidad de conversar

¿El trabajo del historietista es más conocido que la persona?

“Pues sí, siento que mi trabajo se ha visto en todos lados, en libros, historietas, discos... pero yo me he mantenido un poco oculto. A veces digo en broma que soy ya como una reliquia nacional (risas)”.

Para dar una idea de lo conocido de su trabajo, recuerda que de El Libro Vaquero se imprimían 650 mil ejemplares por semana; y de Lágrimas y Risas, donde era colaborador de Antonio Gutiérrez y Yolanda Vargas Dulché, eran hasta un millón 200 mil. “Fue una época de oro en la historieta, la bonanza para todos”, dice.

¿Ha sido rebasado por la tecnología?

“Mi trabajo ahora es, como dicen, vintage. El estilo lo tengo desde que empecé, y a veces me buscan por el estilo, lo mío es pincel y color, gouache o acrílico y óleo o lo que sea, pero es un estilo no muy moderno, es antiguo, pero tiene mucho atractivo para mucha gente”, explica el maestro. “No me siento rebasado por todo eso, siento que estoy en el momento”, agrega haciendo un balance.
Además, explica Aviña, “mi hijo Jorge maneja mis redes sociales muy bien. Yo recibo mensajes de mucha gente, jóvenes que me dicen ‘esas revistas yo las veía en casa, las leía mi abuelito’ y es gente que ya se va a fijar en lo que yo hago; en este momento me conoce más gente que antes. Sin embargo, si la historieta ya se la comió el internet, creo que hay muchos caminos para seguir dibujando, eso sí”.

Más allá del Oeste

Sería larguísimo enumerar las vertientes que Jorge Aviña abarca: ha ilustrado libros para niños con una editorial francesa, al igual que obras de Kafka y Edgar Allan Poe y también una serie sobre la Guerra de Independencia para El Colegio de México. Igualmente ha plasmado su obra en portadas de discos, carátulas de relojes en edición especial...

Incluso, junto con un grupo de artistas conceptuales, participó en un trabajo que se expuso en México, Ámsterdam, Londres, Barcelona y en el Museo de Arte Moderno de París. “Es algo que nunca esperé, como una aventura en la que me vi envuelto y andaba yo en tierras lejanas conociendo gente”, dice emocionado el artista.

El llamado del lado oscuro

Con una obra tan conocida y admirada por las masas, que creaba héroes épicos cada semana, no era difícil que alguien deseara inscribirse en el imaginario popular como un personaje de leyenda. De esta manera, un día un misterioso enviado llegó a presentarse con Jorge Aviña. Así lo narra: “Querían que hiciera una historieta de 90 páginas, igualito que El Libro Vaquero, pero de un señor que, decían, ‘el gobierno lo estaba molestando mucho’, pero argumentaban que en realidad con lo que él ganaba le daba a la gente pobre. Pregunté de quién se trataba, pero dijeron que por ese momento no me podían decir”.

Contesté que no lo haría. Me preguntaron: ¿Cuánto cobra?, ‘pues tanto’. Me dijeron: ‘Le damos el doble’, pero lo volví a rechazar, ‘estamos en el aire, no sé con quién voy a trabajar’. Insistieron: ‘Le damos lo triple’, pero finalmente les dije que no, ‘les agradezco mucho, pero no; y qué bueno que se fijaron en mí, pero no estoy en disposición porque hay muchos problemas si yo hiciera algo así. Me saluda al señor y muchas gracias”.

Al final, cuenta Aviña, le “confesaron” quién era, “y sí, era alguien perseguido. Imagínese usted en qué lío me hubiera metido, y aparte yo creo que (con la historieta) uno debe aportar cosas buenas”.

¿Cómo es esa labor positiva?

“Lo popular de la historieta hacía que la gente leyera. Un caso, en una exposición en Ciudad de México, fue una señora que se me acercó y me dijo: ‘Señor, porque yo veía las revistas y por usted aprendí a leer, les dije a mis hijos que me enseñaran a leer para saber qué eran esos libritos’. Eso para mí fue emocionante, la señora se tomó una foto conmigo para enseñársela a sus hijos, creo que fue emocionante”, detalla el artista.

En otra ocasión le pidieron en la Secretaría de Salud hacer un episodio de historieta en contra del bullying en los jóvenes, “¡pero en estilo manga (que es japonés), para realizar ese trabajo tuve que hacer mis pruebas en manga como si empezara!”, cuenta don Jorge.

“No sé en qué edición irán, pero yo sabía que eran como de 10 mil ejemplares que se regalaban, los mandaban a los estados, ha habido muchas ediciones a nivel nacional y en Ciudad de México”.

Hay quienes cuestionan que publicaciones como El Libro Vaquero reforzaban clichés de género de manera negativa. “Pues siempre sufría la mujer y era torturada, y luego llegaba el galán y la salvaba. Las portadas eran duras; era lo que había en ese momento”, cuenta Aviña, pero se siente reivindicado con muchos otros trabajos como aquel para la Secretaría de Salud. “También hice en contra de la trata de personas, en contra de la violencia familiar, en fin, muchos temas que pienso que han aportado a la sociedad. Creo que fue bueno y ayudé a la gente con historietas que probablemente sigan circulando”.

Cuenta de sus inicios

“Si me preguntan cómo aprendí a dibujar, pues dibujando, dibujando a diario, diario, diario. Los días que no tengo nada qué hacer, dibujo; viajo y llevo una libreta y voy haciendo dibujos, retratos de la gente. Creo que es una maravilla, un don de Dios que lo agradezco porque me ha hecho conocer mucha gente y muchos lugares.
“A los 12 años empecé en un estudio de dibujo, donde también estaba mi hermano. Yo era el que iba por los refrescos y las tortas a los 12 años. A los 15 empecé ahí a hacer escenografía de historieta. Entonces decidí que lo mío era esto y, con muchas ganas, desde hace 60 años no he dejado de trabajar, primero historietas luego también fue la caricatura, y todo lo que es ilustración”.

Sin embargo, el ahora reconocido maestro no la tuvo tan fácil, cuenta que hasta algunos familiares consideraban que en esto no tenía futuro, “pero sí lo tuve”, sonríe satisfecho. Cuenta que, a sus 17 años, “andaba con una muchachita, y un día me dice su tía ‘sabe qué, para que lo tomemos en serio deje de hacer esos monitos y póngase a trabajar’. Así que mejor me alejé de esa mala influencia” (risas).

La recomendación que hace a quienes se interesen por este arte es estar trabajando siempre, “no dejar de dibujar y las cosas vienen por sí solas. Por ejemplo, yo nunca pensé siquiera exponer y afortunadamente he expuesto en Cuba, en París, Barcelona... me siento muy a gusto con eso porque no lo pensé, son cosas que solitas van saliendo. Una vez fui a Londres con mi esposa, visitamos a una amiga y me encargaron seis portadas para libros de poemas; fui a pasear y terminé trayendo trabajo para acá. El dibujo abre muchas puertas”.

¿Y la caricatura política?

En su faceta como caricaturista de temas políticos,  Jorge Aviña también ha tenido una destacada incursión, sin embargo, hizo una pausa porque considera que por lo polarizado de las opiniones, “en esta época la caricatura se ha viciado mucho en algunos, en la gente; hay tendencias. Entonces yo dejé de hacer caricatura ahorita porque no quiero estar en una tendencia. Mejor no hago y me siento a gusto, quisiera tomar un relax en eso”, explica.

“Es la tendencia política, de un lado es muy fuerte y del otro también, entonces ellos tienen toda la libertad de expresar lo que ellos quieran y yo sigo siendo amigo de todos, pero ya dije no. ¡Pero si pintar es tan bonito!, pues voy a pintar.
“Yo le digo, ¿sabe qué?, yo cuando hago caricatura soy humorista, porque no quiero señalar cosas. En sí esas son las cosas del humor, yo aquí con mis hijos siempre bromeo, me siento bien con el humor y no me gusta la crítica fuerte ni nada de ese estilo; así que yo soy así”, señala.

Plasma su amor por México

Finalmente, más que la polarización política el maestro subraya el gran cariño que siente por nuestro país. “A mí me encanta mi México, y la gente es buena y creo que si seguimos aceptándonos bien las cosas se pueden componer. En otros países tienen otro tipo de problemas tan fuertes como la violencia de las armas en Estados Unidos, hay matazones diario ahí. Aquí tenemos a los narcos que son un problema fuerte, pero pienso que poco a poco eso se puede calmar. México es tan grande que ha soportado desde la conquista hasta este momento, y va a seguir creciendo”.


  • Sergio Villafuerte

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