Jorge Herralde, el legendario editor y fundador de Anagrama, respondió a MILENIO algunas preguntas sobre su amigo Roberto Bolaño en el vigésimo aniversario de su muerte.
Veinte años sin Bolaño. ¿Qué sentimiento le provoca?
Hay que lamentar la imposibilidad de que pudiera escribir nuevas novelas después de haber llegado a la cúspide de su talento. Pero también celebrar que nos hubiera dado tanto y añorar tantas horas de charlas inolvidables y torrenciales.
¿El destino nos arrebató a un genio?
Pudo dar mucho más, en efecto, pero casi hubiera sido una exageración tras lo mucho que nos regaló. Sin duda era un genio como queda ampliamente demostrado en este crescendo de libros inmortales.
En 2016, la viuda de Bolaño, Carolina López, decidió dejar Anagrama e irse a Alfaguara por cuestiones comerciales.
Los lectores siguen extrañando los libros de Bolaño en Anagrama, basta visitar Amazon para ver la oferta y los precios que alcanza Los detectives salvajes con la icónica portada, una pintura de Jack Vettriano llamada Bad Boys.
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¿A qué autores admiraba Roberto Bolaño?
Le gustaban Borges y Bioy, y Bustos Domecq. También Silvia Ocampo, Rodolfo Wilcock, Cortázar, Manuel Puig, Copi, Nicanor Parra, Jorge Edwards. A ratos José Donoso, Juan Rulfo, Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Juan Marsé, Álvaro Pombo, Ricardo Piglia. Nombres obvios, sí, pero que dibujan una cartografía precisa, de incluidos y excluidos: de una parte, el fervor de la literatura, de otra, para decirlo con Martin Amis, la guerra contra el cliché.
¿Existe alguna anécdota en especial que recuerde con él?
Con ocasión del Premio Rómulo Gallegos (1999), mis “espías” en Caracas me informaron de que Bolaño, con Los detectives salvajes, tenía muchas posibilidades.
“Llamé a Roberto y se lo comenté. Me dijo que era imposible que se lo dieran a un escritor como él y que dicho galardón le importaba un pito (o algo así). Yo sabía que a Bolaño le apasionaba la literatura, pero no los premios, aunque a nadie le amarga un dulce. Y, en efecto, me telefoneó excitadísimo a las seis de la mañana: ‘¡Me han dado el Rómulo Gallegos!’”.
Jorge Herralde (España, 1935) reunió varios textos en Para Roberto Bolaño (Acantilado, 2005), a modo de homenaje y también como información privilegiada de peripecias editoriales que acompañaron la carrera del escritor.
Dejó piel y vida en la literatura
“La verdad es que los escritores nos damos cuenta demasiado tarde de que la vida es breve”, es una de las frases Roberto Bolaño (1953-2003), quien murió el 15 de julio de 2003 en Barcelona esperando un trasplante de hígado.
“Él decía que las constantes migraciones le iban agregando enfermedades. La última fue ese mal genético del hígado que se lo llevó. A pesar de que estaba muy enfermo, nunca pensó que se iba a morir. Él tenía todavía muchas cosas para decir. El destino nos arrebató a un genio que pudo dar mucho más en la literatura”, cuenta la periodista Mónica Maristain, autora El hijo de míster playa (Almadía), una semblanza de Bolaño.
Maristain conversaba regularmente con Roberto Bolaño vía correo electrónico y todo indica que la última entrevista que concedió el escritor fue a ella: "Aún respiro", le dijo cuando esperaba un trasplante de hígado.
“Leo siempre su literatura me convence, me atrapa. Extraño sus consejos sobre el dinero, sobre qué hacer en el periodismo. Una de las cosas por las que estaba obsesionado era la plata, la que le faltaba, la que pensaba que no iba a poder dejar a sus hijos. Extraño mucho sus correos, su hermandad sudamericana”.
Para la periodista, 20 años sin Bolaño le provoca un sentimiento indescriptible, “como el inicio de Los detectives salvajes. Buscando a Cesárea Tinajero. Bolaño dice que Latinoamérica está envuelta en la derrota y creo que la literatura del continente también tiene un sentimiento parecido al faltar él. Roberto Bolaño armaba un nuevo esquema para Latinoamérica. Estaba derrotado por el asesinato de Roque Dalton en El Salvador y esperaba, como lo dijo, “el discurso vacío de la izquierda, porque al de la derecha lo doy por sentado”. Quedan los jóvenes que lo leen mucho y tratan de encontrar claves para seguir viviendo. ¿Es mucho? ¿Es poco? No lo sé”.
Mauricio Montiel Figueiras, escritor y amigo de Bolaño, opina que murió en la cima de sus facultades literarias.
“La maldita vida, que es la editora más feroz, no le permitió seguir adelante. Además, este año cumpliría 70, imagínate lo que hubiera hecho en los 20 años que lleva muerto. Es vertiginoso pensar lo que pudiera haber hecho, sobre todo, después de haberse embarcado en una empresa literaria tan importante como 2666, uno de los tantos libros póstumos”.
Para Adán Serret, traductor y crítico literario, el destino nos arrebató a un genio que pudo dar mucho más en la literatura.
“Bolaño lo dio todo, quizá como nadie, escribiendo con las vísceras, haciendo de la literatura un asunto de vida o muerte. Y no estoy exagerando, murió escribiendo. Lo cierto es que también duele que no haya disfrutado su éxito y vivió la mayor parte de su vida como un autor exiliado del mundo de la literatura, lo que volvió, por cierto, su poética”.
La figura de Bolaño fue convirtiéndose en una leyenda, señala Montiel, sobre todo en el mundo anglosajón, “que fue donde tuvo el mayor éxito. Sabemos que ese mercado es el más duro de roer a escala editorial, pero ahí Roberto fue un boom impresionante. Gracias a él se volvió a tener interés en la literatura latinoamericana. Creo que después del boom latinoamericano no había habido un escritor de estos lares que generara tal interés como él”.
El fenómeno del escritor permea muchos ámbitos, incluso se hacen tours por los lugares de Ciudad de México que se mencionan en Los detectives salvajes.
“Lo importante es su obra, los libros, el foco debe estar en su obra. Roberto Bolaño se dejó la piel en la literatura y le costó la vida literalmente”, dice Montiel.
Un proyecto muy especial para Bolaño, cuenta Montiel, fue la novela 2666, que prácticamente le costó la vida.
“Roberto hizo la reconstrucción de los crímenes de Ciudad Juárez, de los feminicidios, sin viajar jamás a Ciudad Juárez, algo impresionante. La información se la proporcionó el escritor Sergio González Rodríguez (1950-2017) por medio de correos electrónicos. Cuando Bolaño empezó a hablarme del texto, me dijo: ‘Esta novela me va a costar la vida’, literalmente, meses después murió”.
Polémicas
Ir tras el escritor no es sencillo, algunos de sus compañeros literarios han decidido no hablar después de casos como el de Ignacio Echevarría, quien fue demandado en España por la viuda por “atentar contra el honor y la intimidad de Roberto Bolaño”. Al final, el crítico literario fue absuelto.
“No quiero hacer declaraciones, solo decir que se lea a Roberto y que se le echa mucho de menos”, respondió a MILENIO el poeta Burno Montané, parte del movimiento infrarrealista y amigo de Bolaño, con quien se carteó por meses y cuya correspondencia puede consultarse en la Biblioteca Nacional de España.
Sobre la polémica después de su muerte, que incluyó demandas, disputa por los derechos, la salida de la obra de Anagrama, Montiel opina: “Sobre todo en el tema de los derechos universales de Bolaño, se sabe que todavía está el pleito entre la viuda, Carolina López, y la última mujer, Carmen, novia de Roberto, a quien ha conseguido opacar o invisibilizar por completo; pero también he leído varias mentiras y cosas como que Roberto se drogaba y es completamente falso”.
Este 15 de julio se cumplen 20 años de su muerte y su viuda, Carolina López, le dijo al diario español La Vanguardia que hay mucho material inédito de él: “Sus diarios de vida, relatos y narraciones de la época de Barcelona, y mucha poesía”.
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