Jorge Ruiz Dueñas (Guadalajara, 1946), poeta, narrador y ensayista, decidió escarbar en su memoria, revisitar 42 textos brillantes y reunirlos en Cálamo y memoria, un libro recientemente publicado por Ediciones del Lirio y Ediciones sin Nombre.
El autor dijo que comenzó a reunir ensayos y artículos para mostrar lo que él llama sus “ríos”, y aseguró que la memoria es un “relámpago en la oscuridad de la ausencia”.
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¿Cálamo y memoria es un ensayo personal?
Sí, trato de responderme quién me ha influido, por eso el libro comienza como un recorrido con tintes biográficos, con mis lecturas iniciales y fundamentales de la infancia a la adolescencia. Finalmente me di cuenta de que no doy una respuesta cabal porque en realidad hay tantos recuerdos y tantas influencias, que no logré obtener una respuesta. Por eso digo que la memoria es un relámpago en la oscuridad de la esencia y de la ausencia también.
¿Quién lo influyó de manera determinante?
Es una serie de textos diversos en los que aparecen fundamentalmente poetas que me influyeron profundamente y con los que tuve un trato personalísimo. No toco a León Felipe porque tengo un libro que hice sobre él, pero sí hablo de Álvaro Mutis, Ledo Ivo, Enrique Molina, Gonzalo Rojas y Eugenio Montejo, escritores en la proximidad pero también en la distancia, como Fernando Pessoa, quien me influyó enormemente.
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Además, aparecen personajes como Rubén Bonifaz, Alejandro Aura, Pablo Neruda, Jaime Labastida, Francisco Hernández, Daniel Sada, Ricardo Garibay, José Luis Cuevas y Juan Villoro.
¿Por qué escarbar en la memoria?
Pasa el tiempo y uno se da cuenta de la finitud, que es en el fondo lo que está detrás del libro; era importante dejar reunidos algunos puntos de vista. Me percaté de que todos los que había nombrado en el libro eran mis ríos de donde fluía también el pensamiento. Todos de alguna manera tenemos esa posibilidad de ser influidos y de influir en un mundo complejo.
¿Qué sucedió para embarcarse en este proyecto?
A mi edad uno tiene que ser consciente de que la finitud está presente, hay que empezar a arreglar los expedientes y a cerrar los libros. Lo que he hecho en Cálamo y memoria es repasar las épocas de mi vida. “Estos son mis ríos, esta es mi nostalgia que en cada uno me transparenta ahora que es de noche, que mi vida me parece una corola de tinieblas”, escribió Giuseppe Ungaretti siendo muy joven; me pareció que yo me identificaba con esas palabras y, de alguna manera, estaba subyacente en el libro.
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Nuevas adaptaciones
Los textos que aparecen Cálamo y memoria fueron adaptados porque se nutre de viejos y nuevos ensayos que fueron revisados para su publicación con la finalidad que formaran una unidad.
¿Fue doloroso desempolvar el ático de la memoria?
No hay memoria que no tenga dolor, es decir, no puedo dejar de recordar a León Felipe, Álvaro Mutis o Ledo Ivo sin ese sabor de la pérdida, de la ausencia del amigo, del maestro; es una combinación y hay que aceptarlo: la vida no es nada más alegrías. Si no tiene ese condimento de dolor, a veces, quizá, eso es lo que nos permite fortalecernos porque tenemos la oportunidad de sacar y llevarnos la mejor parte de ello.
¿Cómo enfrentar la muerte?
Hay que entrar a la muerte con los ojos abiertos y estar consciente de las etapas en la vida que hay que ir recorriendo paulatinamente. Por eso los textos tienen que ver con la memoria, es una forma de perpetuar también a quienes hemos querido.
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Viene uno de poesía
El escritor espera publicar pronto un libro de poesía de 80 páginas llamado Epitafios, que podría ser su último poemario. También trabaja en una antología con sus poemas que abarcaría de 1968 a 2024, entre otros proyectos literarios que espera vean la luz.
MGR