Durante la pandemia, Jorge Volpi (México, 1968) decidió rescatar un par de cuentos de hace 30 años y escribir algunos más para su nuevo libro Enrabiados (Páginas de Espuma), relatos que giran en torno a la rabia.
En entrevista con MILENIO, el escritor habla de su reencuentro con el cuento, de las redes sociales, la pandemia y hasta de su reunión con miembros del Crack, movimiento literario que cumplirá 30 años en 2024.
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¿Cómo nace Enrabiados?
El libro lo armé en el segundo año de la pandemia. Lo que decidí fue escribir cuatro cuentos nuevos, los primeros que aparecen en el libro y luego rescaté dos textos antiguos que están en “Atonalidad”, que son breves cuentos sobre música que publiqué hace 30 años, y “Poética”, que es de hace unos 19 y que reescribí por completo.
¿Te reencontraste con tus cuentos?
Estaba pensando en cuentos sobre ira, rabia y luego dije ‘voy a ver qué cuentos escribí en el pasado’ y me reencontré con estos. Los volví a leer, tengo que decir que me volvieron a gustar y nunca se habían publicado en forma de libro. “Atonalidad” sobrevivió todo este tiempo pero el último, sí tuve que corregirlo.
¿Cómo influyó la pandemia?
Nos cambió la vida por completo, en el caso de nosotros, en la UNAM, estuvimos dos años dando clase y haciendo solo actividades en línea. Eso nos hizo estar viendo mucho más redes sociales y me parecía que el estado de ánimo de ese momento era la rabia. A partir de ahí quise armar este libro de cuentos con un solo tema y con una intención satírica para tratar la rabia desde múltiples puntos de vista.
¿Percibías estas emociones?
La rabia ya estaba presente desde antes simplemente, durante la pandemia, la pudimos ver más porque la pudimos ver sobre todo a través del mundo de las redes sociales, a través de Twitter, que es como la red emblemática porque ahí hemos volcado nuestra vida pública. La rabia ocupa ahí un lugar central y si asociamos Twitter con Donald Trump y con lo que pasaba con su uso de Twitter o con la polarización que ya se acrecentaba en México, me pareció que podía considerarse como, quizá, la emoción más clara y más dura de nuestro tiempo.
Estábamos lejos, pero conectados
Exacto, ahí está la paradoja. Por un lado, en la vida real, parecía haber una cierta empatía y por el otro, más que rabia, tal vez la frustración frente a lo que significa una amenaza que no depende en realidad de nadie, que todos quisiéramos saber qué es, saber cómo controlar, saber cómo mediar. Me pareció que aun así la rabia estaba muy presente.
¿Sufriste ataques en redes sociales?
Creo que todos los que en alguna medida hemos tenido una vida pública los hemos visto, los hemos padecido, se ha convertido en algo concomitante con nuestra época.
¿Te sientes cómodo en el cuento?
En mi grupo de amigos del Crack, el gran cuentista siempre fue Nacho (Ignacio Padilla, 1968-2016) y, quizá por eso, mientras estuvo vivo no me atrevía a publicar un libro de cuentos. Ahora, esto también puede ser un poco en homenaje a él.
¿Hay más libertad?
En una novela, uno fija las reglas al principio y luego las tiene que seguir todo el tiempo. En un libro de cuentos uno puede ir cambiando las reglas de relato a relato y seguir explorando el mismo tema y eso permite mayor libertad formal, además todos los cuentos tienen de un modo u otro sentido del humor, aunque sea a veces muy negro, satírico, socarrón, y se da una sensación que yo tenía en efecto mayor libertad.
¿Consideras que el cuento te puede acercar a más lectores?
Creo que puede llegar a otro público. Son textos que están basados en el sentido del humor, en textos satíricos y creo que eso también puede llegar a un público distinto. Nuestra tradición literaria en español es muy solemne, muy seria. La mayor parte de las cosas que escribimos se ven así porque los temas que nos convocan, vinculados con la realidad, pues tienen que ser serios y hemos dejado un poco de lado el humor, como si fuera un género menor y en realidad desde el humor y desde la sátira se puede ser tan incisivo, tan agudo o tan profundo como desde la pura seriedad.
En “Transparencia” realizas un juego con el lenguaje de Twitter.
Dado que otros de mis relatos trataban constantemente sobre lo que pasa en Twitter, me dije simplemente ‘por qué no intentar escribir un cuento como si estuvieras tú viendo tu propia cuenta de Twitter’. Es como si estuvieras haciendo scrolling en el teléfono y ver qué tipo de historia se te puede aparecer, y se creó un cuento muy extraño, con 45 o 50 narradores distintos, todos son anónimos y es una extrañeza para un cuento.
Cómo escritor, ¿te gusta cambiar de piel?
Ahora estoy escribiendo un ensayo largo y volveré a cambiar de género. Me gusta mucho cambiar y no aburrirme conmigo mismo escribiendo el mismo género uno tras otro.
¿El Crack quedó en el olvido?
Yo creo que en alguna medida sigue existiendo. Ahora cuatro de sus miembros, Ricardo Chávez, Pedro Ángel Palou, Eloy Urroz y yo, por fin nos vimos después de 15 años. Digamos que en ese sentido de recordar nuestra juventud, ahí está y todos seguimos escribiendo. El próximo año se van a cumplir 30 años de que empezó nuestro grupo, así que espero que podamos hacer algo al respecto, me gustaría mucho ver cómo hemos cambiado y qué ha pasado desde entonces.
DAG