José y el duende del tinaco

Leyendas de La Laguna

En los tiempos de mayor pobreza en las zonas rurales de San Pedro de las Colonias, 'Josecito' conoció a un extraño personaje, con quien logró hacer una gran amistad en tiempos difíciles.

La vida de José cambió cuando su pequeño amigo le pidió su ayuda. (Especial)
Damián Ramírez
San Pedro, Coahuila /

Se acercaba el aniversario del Reparto Agrario en el ejido Mayrán, una comunidad que se ubica en la parte baja de San Pedro, Coahuila. 

Corría el año de 1986, cuando la pobreza aquejaba a todas las comunidades rurales de este municipio, que no ha quedado en el olvido, pero antes escaseaban más las oportunidades para un buen vivir. 

"Josecito", un estudiante de primaria que soñaba con la llegada del aniversario, el 8 de marzo estaba cerca y tal vez era el único día en que los niños del ejido estrenaban zapatos, y de ahí 'pal' real, se la pasaban sin buen calzado y con ropa parchada, no por moda, sino por la falta de oportunidades. 

Faltaban dos días para el aniversario y llegó la triste noticia para "Josecito", su madre le dijo con voz quebrada y a sabiendas que su hijo moriría de tristeza, que esta vez no estrenaría zapatos, ya que no contaban con dinero para comprárselos, pues apenas les alcanzaba para comer... más bien para mal comer. 

El pequeño se desplomó por la noticia que le acababa de dar su madre, quien seguía barriendo el patio de su casa ubicada a la orilla del ejido, pero por dentro, estaba destrozada ante la impotencia por ver a su hijo infeliz.

Sí, eran unos simples zapatos, que en este tiempo hasta los niños los rompen a propósito para que les compren unos nuevos, pero, para ella significaban la felicidad para su hijo.  

LA LLEGADA AL TINACO

José, ese día ni siquiera fue a la escuela, a temprana hora arreció sus pies ligeros y descalzos, se fue rumbo a las vegas del ejido, un gran paisaje de la comunidad que ha sido el ícono para ser reconocida como una de las más bonitas del municipio. 

Llegó a una de las vegas, con lágrimas en los ojos se sentó debajo de un álamo y se quedó mirando fijamente el enorme tinaco, el tanque amarillo como le conocen, que está en todo lo alto y que semeja un gran gigante de acero. 

José gozaba escalar el tinaco y casi a diario se sentaba en lo más alto de esa estructura. Para sacar un poco de tristeza, se dispuso a escalar, pero había un gran problema para él y sus pocos ánimos. 

El problema era, que en otro álamo estaba acostado en un costal de piscar, don Pancho, un viejo que gozaba con hacerles imposible la vida a los niños que iban a jugar a los monitos de soquete a la vega. 

Pero, José era astuto y como pudo evadió la presencia de don Pancho y logró subir a lo más alto del tinaco. 

Ya arriba, el viejo lo miró y desde abajo gritó:

"Nomás que te bajes muchacho, te voy a amarrar en el álamo y ahí te voy a dejar pa' que te dé el sol, que era intenso y te quemes tus patas de salvaje". 

Con el tanque caliente y con el miedo de bajar en su mente por el castigo que le había prometido el viejo, José se fue desvaneciendo por el intenso sol, sin agua y sin comer pasó más de dos horas arriba.

Fue cuando escuchó del interior del tanque una voz que le decía, "Ven José, salta, estoy aquí adentro…"  

EL MUNDO DEL TINACO

Sin pensarlo, José saltó hacia el interior del tinaco y vaya sorpresa la que se llevó, en el interior se encontraba una pequeña ciudad, la cual estaba en cenizas como si un gran incendio hubiera arrasado con ella. 

De repente, de entre unos arbustos quemados, salió un pequeño ser, de nariz graciosa, grande, orejas puntiagudas, y ojos saltones. 

Además, vestido con pantalón de mezclilla, camisa a cuadros y un sombrero de palma y unos huaraches de baqueta que dejaban ver sus enormes dedos, era Gaspar, el duende del tinaco. 

El duende le explicó con detalle como la bruja de los arenales había quemado la ciudad del tinaco. Le mencionó que él había combatido contra ella y que su magia la destruyó, pero fue imposible salvar la ciudad. 

José dejó su tristeza atrás y vio que el problema de su amigo el duende era más grave. 

Le preguntó que si podía hacer algo para ayudarlo, a lo que Gaspar contestó:

"Claro que sí, para eso te estaba esperando, porque con tu inocencia y tu gran imaginación, pude renacer mi ciudad. Imagina José, sueña José…" 

José echó a andar su imaginación y debido a su pureza de niño, la ciudad reverdeció, aparecieron las flores, los árboles, las pequeñas casas se llenaron de colorido y la pequeña gente de la ciudad del tinaco, volvió a correr con alegría. 

Gaspar le agradeció a José y le dijo que desde ese momento era su amigo, le indicó que ya podía irse a su casa, que el viejo don Pancho ya se había retirado a dormir a su casa cercana a la vega. 

"No dejes de soñar y de imaginar José  y espera un gran regalo", le dijo Gaspar. 

Regresó a su casa, vio a su mamá y la abrazó, le dijo que no importaba el no estrenar zapatos para el aniversario, que había cosas más importantes como la amistad, el amor y los valores.

José después de comer frijolitos y sopa, se fue a acostar y en su cama, pidió a Dios por su amigo el duende y por todos sus amigos, igual que pos su familia y toda la humanidad. 

Al despertar, el 7 de marzo, José vio que arriba del ropero, estaba una caja de zapatos, saltó de la cama feliz y leyó la nota. 

"Para Josecito, de su amigo Gaspar el duende, no dejes de soñar e imaginar, y se feliz con lo que tienes".


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