Juan Villoro apenas pasa de un salón a otro con prisa. Acaba de participar en la presentación de uno de sus libros y ya debe estar en la de otros, sólo con el tiempo suficiente para recorrer los pasillos de la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán (Filey) 2017.
Se aprovecha de su memoria para compartir anécdotas, pero también para hacer reflexiones, como cuando se detiene a pensar en el origen de la literatura, que desde su perspectiva nació por una voluntad: “hacer más tolerable al mundo”.
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“Si el mundo estuviera perfectamente bien hecho no necesitaríamos historias para sobrellevarlo, para soportarlo. Pero, de pronto, alguien entre los primeros pobladores de la tierra, ya con capacidad de inteligencia y con lenguaje, se dio cuenta de que había una manera de mejorar la experiencia del mundo contando una historia, consolándonos a nosotros mismos a través de una historia”.
Villoro cuenta lo anterior durante la presentación de El anillo de cobalto (Pollo blanco Ediciones, 2017), un relato extraído de su volumen de cuentos La casa pierde, que refleja muchos de sus intereses y obsesiones literarias.
“Cuando a nosotros nos pasa algo grave, nos dicen que tenemos una enfermedad o pensamos que alguno de nuestros hijos tiene algún problema, de inmediato nos contamos un relato para explicarnos esto, para pensar cómo lo vamos a sobrellevar. Necesitamos articular nuestra vida a partir de un relato, lo que lo hace mucho más tolerable”.[OBJECT]
El escritor va más allá, convencido de que nadie pasa por algo importante, ya sea bueno o malo, en un silencio absoluto: “sobrevives y cuentas”, por lo cual el origen de la literatura tiene que ver con esta pulsión, con la necesidad de demostrar a través de un relato que la realidad puede ser compensada.
“El ser humano vive en dos niveles permanentes: en el mundo de los hechos y en el de la representación de los hechos. La literatura pertenece a esa realidad mental paralela, que completa un mundo defectuoso, es una gran ventanilla de quejas en donde nosotros podemos desahogarnos y recuperar un sentido más completo de la existencia, y eso sólo nos lo da la literatura. Ahí está el origen”.
El final de la literatura
Luego de hablar de la importancia de las editoriales independientes, como la jalisciense Pollo Blanco, para fomentar al libro como objeto, Juan Villoro recordó que El anillo de cobalto surgió como un homenaje al ceramista Gustavo Pérez, sobre todo un tributo a la sensación que produce su trabajo con el barro: “todo surge en la tierra, todo acaba en la tierra”.
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“Cuando empecé a escribir me interesaban los finales abiertos, aquellos que se confundieran con la vida y fueran completados por el lector; ahora me interesa mucho más la circularidad y en El anillo de cobalto, desde el título se alude a eso, a pensar que el relato está redondo, una de las obsesiones de la mente humana, porque lo circular, lo redondo, nos parece más completo que lo elíptico”.
Convencido de que la literatura no tiene un final como género, Villoro se da tiempo para reflexionar sobre la manera de terminar un cuento, porque de esa forma se logra atrapar a los lectores y que al finalizar la lectura de un relato, se alisten para seguir con el otro.
“¿Cuál es el mejor final? En el arte del cuento, un género un poco a contrapelo de las tendencias más fuertes del mercado —el género más exigente y riguroso en la prosa—, el final es absolutamente decisivo y un buen final tiene una dosis de sorpresa, pero al mismo tiempo eso que ocurre como un asombro, cuando nosotros repasamos mentalmente el cuento, resulta lógico”.
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