Cuando era adolescente, Claudio Valdés Kuri tuvo una revelación con la película Juana de Arco con Ingrid Bergman: se quedó prendado de la determinación del personaje. La sombra, o mejor dicho, la luz de Juana de Arco le ha seguido desde entonces.
Hace años, con su compañía Teatro de Ciertos Habitantes presentó ¿Dónde estaré esta noche?, obra sobre el tema escrita por él y Maricarmen Gutiérrez. Ahora está en proceso de montaje de la ópera de gran formato Juana de Arco en la hoguera, de Arthur Honegger.
En el espectáculo que se presentará en la Sala Nezahualcóyotl el sábado 8 de septiembre a las 20:00 horas y al día siguiente a las 12:00, participará la Orquesta Filarmónica de la UNAM y la Compañía Juvenil de Danza Contemporánea de la institución.
Se contará también con los Niños y Jóvenes Cantores de la Facultad de Música, el Coro del Conservatorio Nacional de Música, el Ensamble Coral Cantarte y el Ensamble Ítaca.
En entrevista con MILENIO, Valdés Kuri recuerda que Juana de Arco le fascinó desde muy joven “por su certeza, su determinación, porque nunca duda de su misión, que es lo que contagia al resto de sus contemporáneos. Después de una guerra inconclusa de cien años, tiene la absoluta certeza del logro. También me fascinó su contacto con la voz interior, las batallas personales, el escucharse a ella misma. Quiere cumplir con una misión que le ha sido encomendada, aunque le cueste la vida. Esa es una metáfora muy interesante.
¿Qué lo mueve ahora?
Creo que esa inspiración inicial sigue siendo la misma, la que me llevó luego a conocer la película La pasión de Juana de Arco (Carl Dreyer, 1928) con Maria Falconetti, quien murió pensando que era Juana de Arco. Luego vino ¿Dónde estaré esta noche?, y ahora me llega esta propuesta del festival IM•PULSO, que es como un gran regalo porque, entre otras cosas, hace más de 30 años en un Festival Cervantino estuve en el coro que participó en el montaje de Luis de Tavira de Juana de Arco en la hoguera.
¿En qué radica su actualidad?
Hay que aprender mucho es esta lucha de Juana contra la apatía, que era un poco la posición de estos ejércitos: ya no hay nada por hacer, todo está perdido o ganado, como quieras verlo, y no hay nada por hacer. Sin embargo, hay todo por hacer. Es un personaje inspirador a nivel personal y a nivel comunitario: hay mucho qué hacer, no hay espacio para la apatía, se va hacia ahí o hacia el derrotismo.
¿Qué te gusta de la visión del compositor?
Algo que me conmueve mucho de la composición de Honegger es el trabajo alquímico: todo el tiempo son símbolos. Paul Claudel escribió un texto de inspiración espiritual, raro para la producción del siglo XX, que se salía del marco. Sobrepasa lo religioso y se va hasta lo espiritual, y juega mucho con los símbolos. Al final la obra se logra con la transfiguración a través del fuego. El único elemento que cambia la esencia de la materia, tanto metafórica como físicamente, es el fuego. Juana logra purificar la materia y entregarla a una causa mayor, que es el amor por los demás. Es el último enunciado de Claudel: ella sí logró la purificación por medio del amor a los otros.
¿Qué puedes decir de la actuación?
Este montaje exige de actores-músicos que sepan la partitura de una manera exacta, porque mucho de lo que dice la obra ya está codificado, no puede uno decirlo como sea; está puesto rítmicamente cómo debes decirlo y, dentro de eso, debes encontrar tu libertad. La obra está montada como un oratorio escénico, pero puede ser presentada escénica totalmente, como lo hizo Luis de Tavira, o únicamente como concierto, con la gente frente al atril.
¿Cómo resolvió adoptar el montaje en la Sala Nezahualcóyotl?
Esta puesta en escena no llega al grado escénico que puedes alcanzar en un teatro, pues en la Sala Nezahualcóyotl no tengo telar, ni mecánica teatral, aunque se aprovecha su arquitectura, que es extraordinaria. Pero, dentro de la austeridad del montaje —a la que yo llamo austeridad barroca— hay mucho trabajo de interpretación, muy exigente, muy virtuoso, pero de manera muy austera. Esto le exige más al intérprete. Al coro también se le exige muchísimo porque es una obra eminentemente coral.
Juana de Arco, la lucha ejemplar contra la apatía
Paul Claudel “sobrepasa lo religioso y llega hasta lo espiritual, además de jugar mucho con los símbolos”, dice el director de escena.
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