Cosijopi Ruiz, Antonio Guadalupe y Carlos Lenin crecieron en un callejón de la séptima sección de Juchitán, en Oaxaca, entendiendo la violencia como algo cotidiano. Afortunadamente, en la adolescencia – actualmente los tres están cerca de cumplir 30 años –, descubrieron el rap gracias a un disco del estadunidense Vico C, y tanto fue su gusto por esta música que en 2012 conformaron su propio grupo: Juchirap. Así se salvaron de terminar como muchos de sus conocidos: en la cárcel o muertos.
Según el Informe General Anual 2023 de la Fiscalía General del Estado de Oaxaca, Juchitán ocupó el primer lugar en el registro de homicidio doloso en hombres (58 víctimas) y quedó en las primeras posiciones en las categorías de violencia familiar, narcomenudeo, delitos sexuales y robo a casa. Conscientes del peligro que impera en su ciudad, el objetivo de los tres raperos es que su música influya en niños y adolescentes para que se den cuenta que otra vida es posible.
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Algo que ya está sucediendo: hay pequeños en la séptima sección que se saben Mi gente, Raparua y Ladxidua Ripapa, las canciones más populares de Juchirap en YouTube, e incluso cuando ven a alguno de los integrantes en la calle, se emocionan. “Ahí te das cuenta que tienes una responsabilidad, que puedes ayudar al pueblo. Eso nos ha hecho ponernos más serios. Fuimos esos niños, por eso queremos inspirar a quienes están empezando”, dice Antonio a MILENIO, en el marco de la participación del grupo en la edición 52 del Festival Internacional Cervantino.
“El Cervantino fue una oportunidad para mostrar a la gente la música que venimos haciendo, de mostrar nuestro ideal de hablarle a los niños, de reflejar las calles de Juchitán, del zapoteco en sí y de todo lo que nos representa. La oportunidad de mostrarnos ante una parte del país donde no habíamos estado”, señala Lenin.
En sus 12 años de trayectoria, los raperos han sorteado varios retos. Como las críticas por hacer música bilingüe: en español y zapoteco. “Al principio, había a quienes les parecía insultante mezclar un género musical extranjero, como el rap, con la cultura zapoteca. La escena de los raperos decía que no éramos tan raperos porque lo hacíamos en zapoteco, pero con el tiempo eso nos hizo diferentes, nos hizo destacar; antes decían ‘Es naco’ y ahora ven que es auténtico”, cuenta Lenin.
Preservar el zapoteco, que cuenta con 490 mil 845 hablantes, según el censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) realizado en el 2020, se ha convertido en otra responsabilidad para el grupo. “En aquel entonces nosotros veíamos a poetas y cantautores y los admirábamos, sentíamos que tenían esa responsabilidad de cuidar nuestras lenguas. Ahora estamos en ese camino”, comenta Antonio.
“Somos un poco más maduros y responsables con nuestro mensaje. Porque empezamos por gusto, se nos facilitaba mezclar (español con zapoteco) en las rimas, y con el tiempo mucha gente no empezó a ver como defensores, que no lo negamos, pero no es como que empezamos diciendo ‘Yo quiero ser un proyecto de rap en zapoteco’. Todo fue muy orgánico”, resalta Lenin.
Cosijopi afirma que el rap, en un entorno como el suyo, es “un superpoder, el poder de las palabras”, por eso en el grupo lo ocupan “de buena forma”, sin mensajes que inciten al uso de armas, vicios u otro tipo de ejes violentos comunes en el género. Por ejemplo, el video de su canción más reciente, ‘Guelaguetza de la Palabra’, lo protagonizan niños leyendo, mujeres con tehuana y lugares emblemáticos de Oaxaca. “Sabemos que las palabras son poderosas, que te pueden marcar toda la vida”.
“Ser parte de la banda Juchirap movió mi destino. Sin embargo, el rap es, más que una herramienta, un apoyo, es mi aura, la forma de decir ‘Esto soy yo’, es liberador. Es como un arma”, se sincera Lenin, quien también cuenta que, tras el Cervantino, la banda planea lanzar algunas colaboraciones musicales para estar más activa musicalmente en redes sociales.
Antonio cierra la charla con MILENIO insistiendo en el enfoque de Juchirap: los niños: “Ellos reciben mucha información con la música, entonces hay que hacer música que tenga algo bueno que decir, algo interesante. Música que nos hubiese gustado escuchar. Eso nos ha llevado a involucrarnos mucho con la idea de apoyar a niños y jóvenes, de decirles que pueden tener su música, su arte. No queremos que todos los niños hagan rap… O igual y sí, pero el punto es que cada uno encuentre una historia por la cual luchar”.
hc