En la ópera El juego de los insectos los roles entre animales y personas cambian para hacer una crítica a la forma de vida de la raza humana, mediante una metáfora del mundo de esos seres.
La ópera de Federico Ibarra está basada en la obra de teatro homónima de Karel y Josef Čapek. Es "una obra muy oscura, pero al hablar con Federico la empezamos a aligerar para hacer una versión con humor ácido. Traté de realizar más una farsa donde la explosión de los personajes fuera una caricatura", dijo Verónica Musalem, autora del libreto.
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En 2009 se presentó en una primera versión para piano y voces. En esta ocasión, los días 3, 7, 10 y 12 de junio se presentará con la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes, bajo la dirección de Guido Maria Guida.
El juego de los insectos presentará a más de 200 artistas en escena, entre ellos Joaquín Cosío, quien dijo sentirse sorprendido, pues cantar y leer partituras no es algo que él realice.
"Por el bien del género y del público, no canto, sólo interpreto el papel de un vagabundo".
Claudio Valdés Kuri, director de escena, aseguró que "Joaquín le da un tinte muy particular al personaje. Éste propone una aventura en que nos inserta en el mundo de los insectos. Un vagabundo que está totalmente decepcionado del mundo de los humanos, encuentra ahí reflejo de nuestros vicios y hábitos".
Cosío agregó: "Es una obra de la posguerra donde podemos imaginar la atmósfera de desencanto, desilusión, terror y tristeza. Sin duda la Primera Guerra Mundial es el parteaguas que divide aquel mundo donde se podía pensar en el hombre con esperanza. El vagabundo de alguna manera representa a este personaje que ha perdido la ilusión justo a partir de esas experiencias terribles.
"Si lo ubicamos ahora, seguiría buscando algo que le pueda proveer esperanza. Vivimos un momento difícil, traemos una historia de bastante dolor, de tristeza y muchísimas vejaciones. México está herido y en ese sentido creo que la propuesta de Verónica es interesante: el personaje busca, asume las derrotas, la desilusión, pero tendría que seguir buscando porque la esperanza —en el dicho más común y popular— tiene que ser lo último que muera".
Maria Guida explicó que la música se adapta a una idea teatral en donde todos los personajes tienen un lenguaje muy personal: "Hay inspiración de música mexicana, música de baile y también de Prokófiev, Stravinski y Ravel, entre otros, en donde todo confluye con el sello particular de Federico Ibarra".
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