Alrededor de la figura de José Emilio Pacheco se juntaban infinidad de afectos: el de las lecturas, el de las escrituras y hasta de quienes solían buscarlo para alguna declaración o entrevista en forma; pero también una creación un tanto juguetona, con una mirada lúdica las más de las veces.
Aspectos que ahora se reúnen en la exposición bibliográfica José Emilio Pacheco: ocho décadas de juego y afecto, organizada por la Biblioteca de México como parte de las actividades conmemorativas por el 80 aniversario del nacimiento del narrador y poeta, el 30 de junio pasado.
“La exposición tiene un carácter documental y bibliográfico, se nutre de la hemeroteca, de las bibliotecas personales y, en general, de los acervos de la Biblioteca de México y de la Biblioteca Vasconcelos; en algunos casos son primeras ediciones de obras de los distintos géneros que practicó, algunas de ellas dedicadas a personajes de las letras como Carlos Monsiváis o Jaime García Terrés; en otros, se trata de libros de muy difícil acceso, porque tenían un carácter de libros de artes”, explica Geney Beltrán, quien junto con José Mariano Leyva se encargó de la curaduría de la muestra.
La idea principal de la exposición es ofrecer la posibilidad de conocer las distintas etapas creativas de Pacheco, desde las primeras publicaciones, a los 18 años, hasta las últimas obras publicadas, así como aquellas que son menos reconocidas, como la del autor de poesía infantil, incluso como traductor de algunas obras claves de la literatura dirigida a niños y niñas.
“Nos dedicamos mucho a su faceta como autor de poesía para niños, buscamos recrear esa colaboración de Pacheco con Vicente Rojo, lo que en cierta forma le da el motivo gráfico a toda la exposición, que permitirá que lectores de muy corta edad aprecien su obra de una forma lúdica, muy introductoria, como una primera puerta a una manifestación literaria que tiende a ser vista un poco por encima del hombro”, en palabras de Beltrán.
Tan solo habría que recordar que José Emilio se dio a la tarea de traducir al español obras como Hansel y Gretel, de los Hermanos Grimm, Los cisnes salvajes, de Hans Christian Andersen, o escribir Alicia para niños, su versión de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll.
Mirada amplia
Organizada alrededor de distintos apartados —Narrativa, Ensayista, Niños, Poesía con dedicatoria y Documentos periodísticos—, la exposición bibliográfica cuenta, por ejemplo, con una copia de Jardín de niños (Ediciones Multiarte, 1978), vestida con obra plástica de Vicente Rojo; incluso, es sobreviviente de un tiraje de cien volúmenes, que formaba parte de la biblioteca personal de José Luis Martínez.
Geney Beltrán dice que una sección que les entusiasma mucho “es la de todos los intereses académicos y de estudios literarios que tuvo Pacheco, que lo muestran como un gran lector de la tradición literaria mexicana, como alguien que tenía un conocimiento enciclopédico del modernismo, o de la obra de grandes autores del siglo XX, como Salvador Novo o Ramón López Velarde”.
Los materiales exhibidos, agrega, “permitirán a quien tenga un conocimiento poco profundo de la obra de Pacheco, conocer toda rica faceta que tuvo como estudioso y divulgador de las letras”.
José Emilio Pacheco: ocho décadas de juego y afecto se armó como una aproximación muy amplia a la obra del escritor, con curiosidades, descubrimientos y rescates de la hemeroteca o de los acervos; Geney Beltrán, resaltó, por ejemplo tenemos algunas participaciones de un Pacheco muy joven en la revista Estaciones o de la Revista de la Universidad de México, que funcionan como antecedentes de su columna “Inventario”.
A inaugurarse mañana en la Galería Abraham Zabludovski y el Patio de los Escritores de la Biblioteca de México, uno de los objetivos primordiales es que los visitantes amplíen su perspectiva sobre el escritor, más allá de sus obras conocidas, como El principio del placer o Las batallas en el desierto.
Espíritu inquieto
Había en su sensibilidad un espíritu inquieto, siempre tras el descubrimiento, lo que se advierte en su escritura dedicada a niñas y niños, pero también en una obra narrativa en la que abundan “los personajes niños que descubren la malicia, la perversión de los alumnos: hay un conocimiento de ese mundo de la inocencia, del juego, y de la ruptura que el descubrimiento del mundo de los adultos provoca en algunos de los niños”, dice Beltrán.