"Esto de escribir y leer algo tienen que ver con la transgresión", dice Karla Zárate en una videollamada que la sitúa frente a su biblioteca, tal vez uno de los rincones que más frecuenta - y crece - dentro de su casa.
Tras esta afirmación, la escritora recuerda que siendo niña encontró en el librero de sus papás El viejo y el mar, de Hemingway. El libro la impactó al tal grado que lo llevó a su escuela, donde una maestra lo vio y le dijo: "No lo leas, no es algo para tu edad". Y ella hizo lo contrario. "Desde entonces, la literatura ya tenía que ver (con la transgresión)", comenta en entrevista con MILENIO.
Con este ímpetu por el quebranto instaurado, Karla siguió devorando libros y otras expresiones creativas dotadas de escozor y confrontación. Hasta que en el 2013 decidió mostrar sus obsesiones con la novela Rímel. Y 10 años después de esa irrupción, ya con una pluma más desinhibida y personal - gracias a otras obras y a su columna Ojos de perra azul (en el suplemento El Cultural) -, presenta un cúmulo de cuentos que, de tan sensorial y sensual, transgrede: (De) Mi piel y otros cuentos.
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¿Defiendes la transgresión en tu obra?
No me gusta encasillarme en esas definiciones, pero hay algo ahí porque me gustan temas que tienen que ver justo con la piel, como el título de mi libro. Pienso en la piel como una frontera entre lo que hay dentro del yo, todo lo que pasa en el aparato psíquico, las pulsiones. Escribirlo es atravesar esa piel.
¿Recuerdas tus primeros textos? ¿Por dónde iban encaminados?
Tengo estos cuentitos que escribía de niña, por ejemplo: tengo un texto que le escribí a mi mamá un 10 de mayo y me muero de la risa porque, ahora que lo leo, empiezo a hablar de la sangre. Ese fue uno de mis primeros textos y años después, como a los 14 años, se me volvió un hábito y empecé a escribir diario: todo lo que pensaba, sentía, lo que me pasaba.
¿Sigues escribiendo con esa frecuencia?
En Twitter siempre estoy escribiendo las cosas que me pasan por la cabeza, pero es distinto. Justo alguna vez me preguntaron ‘¿Por qué escribes?’, entonces lo que platico es que tuve un diario de los 14 a los 30 y luego me casé… Uno se casa o escribe diarios, no se pueden las dos cosas. Luego me divorcié y dije ‘Retomemos’, y no ha sido igual, pero me parece que ya lo veo de otra forma. Parte de esas cosas que voy pensando están en (De) mi piel.
Mencionas Twitter. ¿De qué manera las redes sociales permean tu trabajo creativo? ¿Cómo te alimentas pero a la vez te cuidas de ellas?
Escribir es arriesgarse, a uno se le va haciendo piel de elefante. Entonces, lo que siempre digo es que tenemos que reírnos, no tomarnos las cosas tan en serio; vendrán críticas positivas o negativas y no hay que creerse ninguna de las dos. Uno va aprendiendo a decir ‘Yo escribo lo que quiero’, lo principal es que me lean.
¿Qué tanto peso autobiográfico tienen tus cuentos?
Bastante, pero ahí entra la ficción. Es una mezcla curiosa porque los recuerdos de los que hablo ya no sé en realidad qué pasó, es el recuerdo de mi recuerdo y meto las dos cosas. Uno escribe de lo que conoce, también de los que desconoce y siempre hay algo de uno mismo. En mi primera novela estaba convencida que mis personajes no tenían nada que ver conmigo, pero hoy en día acepto que siempre hay algo de uno. Soy eso y muchas cosas más.
Los que conforman (De) Mi piel y otros cuentos, ¿cómo fue el proceso de juntarlos y darles sentido?
Gato Blanco, de José Bernal, me invita a leer mis cuentos, que son varios y que me puse a escribir en los últimos 5 años. El gran trabajo de la editorial fue darles una secuencia; los tenía por separado sin pensar en publicarlos y lo que hizo José fue darles un sentido. Me impacté con la primera versión porque había una línea que, sin querer, había seguido: el cuerpo.
Nos hemos acostumbrado al cuerpo, pero es una cosa que me parece extrañísima, a veces hasta me parece un acto de fe porque dicen que tengo pulmones o páncreas y nunca me los he visto. O no escucho cómo corre la sangre. Todo eso me interesa mucho y ahí lo trato de expresar, me cuestiono todo el tiempo qué es esto de habitar el cuerpo.
¿Estos son la forma más íntima en la que te has mostrado?
Hay un texto, Tratado anatómico sobre mí misma, y me parece que en ese sí me desnudo totalmente, me quito la piel, y lo que va a ver el lector es ese corazón, esos huesos, ese estómago, ese cerebro, esa lengua, esos ojos.
Con el libro publicado, ¿vuelves a leerte?
¡Me da terror! Soy muy obsesiva, entonces si lo leo voy a empezar a darme cuenta que aquí la regué o que falta una coma… El libro es de ustedes.
¿Qué es la piel?
Es una especie de frontera que divide lo de adentro y lo de afuera. Pero también une las dos cosas. Yo sigo preguntándome ‘Qué es esto de la piel que me cubre’, más allá de que es el órgano más grande que tenemos. También (me interesa) cómo se conecta con el aparato psíquico; mucha gente piensa que está solamente en el cerebro, pero es todo el cuerpo.
¿Y el erotismo?
Somos seres eróticos desde el momento de nacer; esto de la sexualidad muchas veces se piensa que empieza en la adolescencia, pero no, desde que nacemos. De hecho, uno de los escándalos de Freud fue ese, el decir que los niños tienen la sexualidad abierta desde que nacen. Somos seres que tocamos, que sentimos, entonces es una forma de relacionarse con el mundo, por lo menos mía.
La sexualidad se ha abaratado con las redes sociales. ¿Estás de acuerdo?
Es que está muy al alcance. Por ejemplo, cuando éramos más jóvenes claro que me encontré Playboys y era esta curiosidad de ver por primera vez un desnudo, entonces se volvía algo mucho más íntimo. Y creo que ahora es el acceso que se puede tener a esto y cómo lo presentan en los medios. Sí estoy de acuerdo con la idea que se ha abaratado, pero vuelvo a lo mismo: somos cuerpos eróticos que queremos sentir; en una pantalla nos podríamos excitar, pero quién no quiere la piel. De ahí otra gran tragedia de la pandemia: qué pasaba con esto de los cuerpos, ya no veo, ya no siento. A pesar de los medios audiovisuales, siempre va a ganar la piel.
¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?
Para mí es la vida misma. Justo leía una frase que decía que sin estar enamorados y sin psicoanalizarnos estamos muertos.
¿Ya trabajas en un próximo libro?
Ya terminé otra novela y espero que pronto la vean por ahí. Se llama Los cinco sentidos... supongo se quedará ese nombre, y es otra novela sensorial. El cuerpo humano es algo que me llama mucho la atención, entonces quiero explorarlo otra vez.
hc