tanto sueño en solo un árbol,
tantas pelotas de pelo
en todas las ramas, una bohemia
de pereza que en las copas se aferra, se aferra,
se aferra con un fajo de pernos de alpinista
como garras, nunca loados escaladores
de las terrazas silbantes
de la selva, estoicos melenudos,
budas llenos de piojos, más rudos que el veneno
que crece en las hojas, con sus orejas en pares
de algodón que los protegen de las tentaciones
en un rinconcito de mundo: jamás un “waterloo”
tuvieron, ningún “paseo a canossa”.
contémplalos, grábate su imagen, antes de que
sea muy tarde —esa dulce cara de
tacaño, el gesto de ciclista en competencia
justo antes de ganar la etapa, lejos del suelo,
sin embargo cerca de tocarlo su decrépito
gris —, antes de que otra vez bostecen, se estiren,
se hundan en un sueño de eucalipto.
Traducción de Gonzalo Vélez