Las bicicletas no han estado alejadas del mundo de la cultura, en especial de la literatura. Hay clásicos, como Diarios de bicicleta, de David Byrne, Elogio de la bicicleta, de Marc Augé, o Ladrones de bicicletas, de Luigi Bartolini, adaptada por Vitorio de Sicca para su emblemática película.
En el año de 1790 se encuentran los orígenes de la bicicleta, en un artefacto desarrollado en Francia por el conde Sivrac, quien le puso celerífero a su invención. Un vehículo que se popularizó con el paso de los años y bajo cuyo encanto cayeron distintos sectores sociales, algunos más como un acto lúdico, otros como una necesidad.
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Y entre todo ese abanico, hay quienes han encontrado en la bicicleta a la metáfora ideal para sus incursiones literarias, ya sea como protagonista de las historias o como punto de partida de otro tipo de reflexiones en torno a la vida cotidiana… o a la intelectual.
“Para montar en bicicleta es preciso no tener miedo, sujetar el manillar con flexibilidad y mirar al frente y no al suelo”. Enciclopedia Espasa, artículo Bicicleta.
Esta definición sirvió a Gabriel Zaid para escribir una de sus obras clásicas: Cómo leer en bicicleta, aparecido en 1975, donde se dio a la tarea de hablar sobre los escritores, las librerías, los críticos literarios… una forma diferente de abordar la literatura.
“Es un libro alegre, juguetón, por momentos soberbiamente irresponsable, que tiene la capacidad, más bien infrecuente en la literatura de nuestros días, de excitar la inteligencia y provocar carcajadas al mismo tiempo”, escribió Mario Vargas Llosa en una edición más reciente.
Entre el pasado y el presente
Hace un par de años, Paco Ignacio Taibo II terminó la escritura de un volumen doble: El olor de las magnolias y La libertad, la bicicleta, sendas novelas cortas, aparecidas en un mismo volumen bajo el sello de Planeta, muy diferentes entre sí y, al mismo tiempo, viejos proyectos que buscaban saldar deudas en lo personal y en lo profesional, la primera tardó casi dos décadas en ponerle el punto final.
“La otra pude terminarla porque me pude meter el año pasado en una biblioteca en España y encontrar los viejos artículos de mi padre y ya con eso la pude armar; sabía que había oculto en el pasado de mi padre una historia inexplicable: cómo un joven periodista, que en su infancia había sido admirador profundo del periodismo socialista de la época, en el que estaba involucrado su abuelo y su tío, y que en pleno franquismo, después de la derrota, decide ser periodista: piensa ser cronista de ciclismo profesional, cuando en su vida había hecho deportes”.
La bicicleta es símbolo de una revista web sobre arte y cultura, pero también de una editorial, la española Demipage, que hace unos años invitó a escritores como Antonio Muñoz Molina, Luis Landero, Andrés Neuman, José Ovejero o Santiago Auserón “a subirse en su velocípedo y pedalear junto a ella a lo largo de este libro de relatos, con lo que se dan a conocer bicicletas holandesas, africanas, urbanas, rurales, filósofas, enamoradas, con y sin ruedines, que representan temas tan diversos como el desamor, el sexo, el paso del tiempo, el azar, la madurez, el coraje o la incertidumbre”.
No se puede andar en bicicleta con un libro bajo el brazo, pero sí llevarlo a un destino donde podamos viajar a otros universos, a otros tiempos.
PCL