Arte en movimiento, es una definición muy popular sobre la danza, esa expresión corporal que también puede ser vista como una forma de vida, pues muchos de sus practicantes, a partir de que comenzaron a interactuar con sus torsos, extremidades y gestos, han experimentado el gozo no solo escénico, sino también por encontrar objetivos, amistades, salud y disciplina.
Con motivo del día que celebra a nivel internacional esta variante artística, MILENIO habló con tres expertos en diversos bailes – Absynthia Ígnea, Ferru Díaz y Jorge Solís – para conocer cómo viven conectando sus cuerpos con música y escenarios.
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Absynthia Ígnea: “Me ha permitido pensar fuera de la caja”
Cinthya Eugenia González recuerda que tomó su primera clase de baile a los 5 años, pero en ese entonces “prefería dibujar y las artes plásticas”. Fue hasta su adolescencia que comenzó a soltar su cuerpo a diversos ritmos en la intimidad de su habitación, pero “por ahí de los 14 empecé a bailar y permitir que me vieran hacerlo en público”.
La artista de 35 años, mejor conocida como Absynthia Ígnea, navega “los mares de la investigación y el descubrimiento constante”, por eso considera que su enfoque es multidisciplinario.
“He dedicado por un largo tiempo a la danza del vientre, a la danza butoh, los últimos años al performance, danza contemporánea, investigación de movimiento y prácticas que incluyen la poesía, sonoridad y la voz”, explica la originaria de Tijuana.
Para hablar de su primer acercamiento profesional a su actividad más querida, regresa a sus 20 años, cuando, junto con varias colegas, recibió una invitación para presentarse en un evento de su ciudad natal: “Decidimos crear un grupo de danza del vientre al cual nombramos Raks Sabina*”.
Tras esto, Absynthia comenzó una formación académica a través de talleres – “de diferentes técnicas y abordajes, no sólo de la danza, si no en temas que me interesan y nutren mi práctica” – y en 2017 ingresó al Centro de investigación Coreográfica del INBA, donde tuvo “la oportunidad de aprender y desaprender tanto camino ‘andanzado’”.
“El cuerpo es mi casa, mi tierra, intento habitarme. Escuchar mis procesos. Dormir y descansar. Intento alimentarme de la mejor forma, comiendo fresco y vegetales, practicar lo que el cuerpo me pida, escuchar al cuerpo, siempre que me sea posible, no tratar de doblegarlo sino permitirle dialogar y decirme lo que necesita. Entregarme al proceso de transformación constante que es la danza de la vida”, dice sobre el cuidado de su principal herramienta al danzar.
Foto: Cortesía Absynthia Ígnea
Aunque también procura sembrar el terreno mental: “Hay una frase que dice: ‘La danza es el arte del estudiante eterno’. Estar consciente de que siempre queda algo por aprender e integrar. Intento realizar mi práctica desde el placer y el goce y no por obligación. Estar dispuesta a aprender, cuidar mis pensamientos, cómo me hablo a mí misma. Nuestra mente puede ser nuestra mejor amiga si se lo permitimos”.
Pero ese objetivo que tiene de “cambiar nuestra visión sobre la danza, dejar de obedecer las imposiciones coloniales y eurocentradas, abrirnos a la multiplicidad de la danza y sus miles de formas”, no ha resultado sencillo, pues los prejuicios han intentado mellar su camino.
“Sobre la edad, el peso, el tamaño, las exigencias estéticas. Los ingresos económicos. La idea de que el sufrimiento es necesario para alcanzar un ideal estético. La idea de que si no duele no sirve. Ahora entiendo que los prejuicios son miedos, miedo a lo desconocido, un juicio premeditado a atreverse a ser y a transformar la propia vida”.
Absynthia Ígnea es firme al señalar que “la danza me ha salvado y me seguirá salvando (…) Me ha permitido pensar fuera de la caja. Además, me ha dado la posibilidad de compartirme y compartir con otras personas creativas. Permitirnos reinventar nuestro ser y nuestro camino, de reinventar el mundo”.
Redes de Absynthia Ígnea
Su trabajo se puede seguir en las siguientes cuentas de Instagram: @CalendulasCanela y @Cosechando.Sonidos
Ferru Díaz: "Se puede vivir de la danza en México"
Cuando tenía 15 años, Ferru Díaz vivió una etapa complicada: “Estaba muy desanimada, no quería hacer nada, reprobaba todas las materias de la prepa, solo quería estar saliendo de fiesta, no entrar a la escuela… estaba en muy malos pasos”. Entonces, un revulsivo llegó a su vida: la danza árabe.
“La vi, me cautivó y de ahí empecé a ir para arriba, mi vida cambió totalmente. Eso me dejó muchas ganas de vivir todo, decidí abrazar la danza y ya no soltarla, ya forma parte de mí”, cuenta la bailarina profesional de 23 años.
Esta epifanía la motivó para tomarse las cosas con seriedad: cuando cumplió la mayoría de edad se matriculó en la Academia de Danza Árabe Morah Najam, donde con un plan de estudios teórico y práctico logró la profesionalización.
“No siento que yo la haya elegido a ella, sino ella me encontró y decidí quedarme con ella; yo no estaba buscando nada, simplemente fue un día que me encontré a mi primera maestra, decidí aprender árabe y me atrapó, y cada vez tenía más hambre de saber más. Aparte, me di cuenta que se me facilitaba un montón, entonces ahí me quedé”, dice sobre la rama que domina.
Foto: Igor Plaza
Pero el tener un gran nivel y poder compartirlo a través de la docencia – “me tiene muy motivada el enseñar, compartir y ver crecer a mis alumnas exitosas y felices” – no es el tope de Ferru, pues desea conocer y danzar en la cuna de su expresión: Medio Oriente.
“Quiero llevar mi danza a otros lugares, ir del otro lado del mundo, aprender allá, pisar la tierra de origen”.
Para lograr esto, la danzante se cuida en lo físico – “tomo vitaminas; no sigo dieta, pero trato de comer colaciones en todo el día; hago estiramientos, flexiones por las mañanas y noches; y de repente voy a checarme los huesitos con el quiropráctico” – y lo mental – “Así como bailas, así eres; te puedes dar cuenta en escena cómo es la persona, lo que está sintiendo con la canción que eligió para danzar. Para mí estar enojada es danzar, estar feliz igual”.
“Sí se puede vivir de la danza en México, al menos yo lo he estado haciendo estos últimos años; es algo difícil porque en este país no se apoya mucho al arte, entonces hay que machetearle un poco, pero sí se puede; haciendo varias cosas a la vez, pero sí se puede”, asegura la artista que lleva 8 años siendo y transmitiendo movimiento.
Redes de Ferru Díaz
Su trabajo se puede seguir en la siguiente cuenta de Instagram: @ferru_diaz.Además, da clases de lunes a jueves en distintas sedes: Foro Lonaria Cañitas (por metro Popotla), Just Dance (Romero Rubio) y LUAU Danza y Fitness (por metro Potrero).
Jorge Solís: “Una conexión entre el cuerpo, la mente y la música”
El primer acercamiento de Jorge Solís con la danza ocurrió en su adolescencia, luego de una infancia llena de timidez donde, para moverse, prefería las canchas de fútbol en lugar de los escenarios: “A los 16 años llegué a un grupo de baile que estaba enfocado en eventos de XV años, empecé como chambelán”, recuerda.
Ahí, entre coreografías y quinceañeras, encontró una mina de oro personal: “Comencé a tomar clases de baile en varias academias y con diversos profesores hasta el punto de iniciar un proyecto propio con otras personas, Crew2 Dance, para entrenar y promover el arte de la danza en nuestra comunidad”.
El bailarín, al que le gusta el sobrenombre de JS, cuenta que su especialidad es el baile urbano: hip hop, house dance, popping, tutting y reguetón son géneros que domina, aunque “también he tomado clases de jazz y ballet”.
Foto: Cortesía Jorge Solís
El cuerpo es el instrumento de su arte, por eso Jorge procura “hacer ejercicios de resistencia y elasticidad, y seguir tomando clases de baile”. También resalta la importancia de la “conexión entre el cuerpo, la mente y la música, que se visualiza con movimientos y sensaciones”.
“Usamos la memoria a corto y mediano plazo cuando debemos aprender y ejecutar una coreografía. También existe el freestyle, en donde la conexión mente-cuerpo-música se deja llevar por el ambiente y el entorno del momento. La mente influye en las emociones que expresamos al momento de bailar”, asegura.
A nivel personal, el joven de 27 años desea ser alguien "que cause motivación e impacto en las personas para practicar la danza en cualquiera de sus ramas”, pues considera que ésta “es un arte, y creo que es necesario que toda persona practique o experimente la sensación que provoca”.
“La danza me brindó una manera de expresar lo que sentía, de ser más sociable y conocer nuevas personas. También puedo decir que ‘salvó mi vida’ porque fue mi resguardo cuando estaba pasando por un momento amargo… Me ayudó a salir de ese bache personal sacando lo que sentía en clases de baile”, concluye Jorge.
Redes de Jorge Solís
Su trabajo se puede seguir en la cuenta de Facebook Crew2 Dance: www.facebook.com/crew2dance
hc