Cuenta la leyenda que Tara era una princesa conocida como Luna de Sabiduría, que practicaba la meditación profunda. Un día, cuando estaba a punto de alcanzar la iluminación, un monje le dijo que era una lástima que hubiera renacido en un cuerpo de mujer, porque entonces era necesario volver como hombre para finalmente alcanzar el estado superior. El monje Taranatha escribió, en un libro sobre ella, su respuesta: “Aquí no existe el hombre ni existe la mujer; no existe el yo, la persona ni la conciencia; es vano calificar algo o a alguien de masculino o femenino. Oh, cómo se engañan a sí mismos los necios mundanos”.
Desde entonces se le conoció como Tara La Liberadora, dedicada a velar por los seres conscientes en un cuerpo de mujer, afirmando que “son muchos los que quieren alcanzar la iluminación suprema en un cuerpo de hombre, pero pocos los que desean obrar por el bien de los seres en un cuerpo de mujer”.
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Hoy se dice que es la madre de todos, la que protege de los peligros inmediatos y ayuda en el camino del aprendizaje. Sin embargo, desde el momento en que surgió el budismo vajrayana —una unión del mahayana con tantra—, las mujeres comenzaron a educar a los hombres en el budismo, apareciendo las primeras mujeres budas y el principio femenino de sabiduría.
La diosa verde podría ser considerada la primera feminista en la India y, con ese espíritu, la noche de ayer (que fue la de antier), apareció en el escenario del Foro FIL la doctora Varsha Agrawal, única mujer en todo el planeta que toca un instrumento clásico llamado santoor, tiene el título de maestra y ha recibido un importante reconocimiento internacional.
Proveniente de Sufiyana Gharana, ofreció un concierto lleno de sonidos diversos generados por sus manos deslizándose en las cuerdas y la madera, acompañada de Pandit Lalit Mahant, “el mago de la tabla”, quien demostró su capacidad de imaginación e innovación sin dejar de preservar lo tradicional en sus percusiones, apoyado por el vibrante sonido de un sitar.
Varsha estaba ahí, sentada con las piernas cruzadas y su instrumento en el centro, con un rostro adusto que cada tanto se iluminaba por el gozo que le generaba un buen trance debido a esa unión de ritmos extraños pero tranquilos, profundos e intrincados, que fueron llenando de filigrana la noche.
Lydia, Vandana y todas sus compañeras
Este año será el primero que la FIL realiza el Homenaje a la Lucha por los Derechos de las Mujeres. Lo recibirá el sábado 7 de diciembre la periodista Lydia Cacho, quien desde hace años se ha dedicado a trabajar a favor de los derechos humanos de niñas y mujeres, poniéndose en riesgo para darle voz a quienes no la pueden levantar.
Es increíble el impulso de la también escritora en esta labor que eligió seguir hace años, su entereza mezclada con una curiosidad enorme, un gusto por la investigación, una gran inteligencia y una rabia lo suficientemente intensa (a pesar de la dulzura que también la caracteriza) para no cejar jamás.
Otra feminista destacada que será reconocida en la Feria es Vandana Shiva, doctora en Ciencias Físicas de la India, ecologista, feminista y filósofa, quien ha sido considerada como una de los cinco comunicadores más poderosos de Asia. Recibirá el Reconocimiento Naturaleza, Sociedad y Territorio Anupam Mishra por su trayectoria en el estudio de la ecología y la biodiversidad.
Es tan grande la Feria que, sin datos analíticos, sería difícil contabilizar por género a presentadores y asistentes; no obstante, este año han estado o estarán presentes Socorro Venegas, Liliana Blum, Claudia Ramírez, Luisa Valenzuela, Coral Bracho, Ana Clavel, Ave Barrera, Marcela Serrano, Leila Guerriero, Margo Glantz, Elena Poniatowska, Ángeles Mastretta, Alejandra Costamagna, Anabel Hernández, Pía Barrios, Hanne Orstavik, Luna Miguel, Sofía Guadarrama Collado, Sofía Macías, Julia Carabias, Julieta Fierro, Mónica Lavín, Adriana Malvido, Madeleine Roux y muchas mujeres más.
Quizá las enseñanzas de la Luna de Sabiduría comienzan a sacudir mucho más conciencias, a demostrar que no es tan difícil coincidir, más allá de géneros y edades, de buena manera en este mundo loco.
Donde se extrañó su presencia fue en la tradicional fiesta en el Salón Veracruz, donde parecía que los tiempos en donde el baile se armaba hasta en la calle han quedado atrás, pues las sillas y las mesas vacías se transformaron en ensoñación y memoria de los viejos días.
ÁSS