Para quienes decidieron otorgarle a Olegaroy, de David Toscana, el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores, otorgado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y la Sociedad Alfonsina Internacional, “se trata de una novela inteligente, sabia, con una enorme voluntad de estilo donde las peripecias de los personajes van trenzándose con sorprendente naturalidad y un gran sentido del humor”.
“La huella digital de un escritor la encuentras en todos sus libros. A veces te agarras de un lado o de otro, de una anécdota o de otra, pero hay una cierta unidad en todas mis novelas: hay personajes que a veces son absurdos, otras quijotescos, o que podemos sumar ambos adjetivos en una sola persona, donde no solo el personaje puede ser absurdo, sino las situaciones y la novela completa”, reconoce el narrador regiomontano.
Incluso, vas más allá al señalar que es la forma que ha encontrado de ver la vida, de contar sus historias y, sobre todo, el recurso con el que cuenta para darle la libertad completa a su prosa, uno de los principales objetivos de su literatura, si no es que el fin en sí mismo de su trabajo literario.
Todo viene a cuento por el protagonista de Olegaroy, uno más de los personajes un tanto alejados de los estereotipos que pueblan las páginas de la narrativa de David Toscana, lo que ha reconocido prácticamente desde su primera novela: “Si mis personajes fueran normales, la prosa tendría que ser razonable”.
“Y con cualquier desquiciamiento, con cualquier ebriedad, con cualquier problema mental, el lenguaje puede seguir este mismo desquiciamiento y se vuelve libre, en mi opinión más bello, más lúdico. Tiene muchas más posibilidades para decir exactamente lo que quieres decir”.
Profundidad en la simpleza
En la novela se cuenta la historia de Olegaroy, un hombre que pasados los 50 años de edad descubre en un periódico la historia del asesinato de una mujer, y asume que “está para grandes cosas”, aun cuando se trata de un hombre que padece de insomnio, nunca ha salido de su casa y está apegado a los cuidados de su madre.
“Un modelo que seguí con Olegaroy es el de una novela que es todo un clásico en Europa, pero que en Latinoamérica se lee muy poco: El buen soldado Švejk (del checo Jaroslav Hašek): un personaje muy simplón de la Primera Guerra Mundial, pero que a través de sus simpleza llega a hacer cuestionamientos bastante profundos; pensaba mucho en ese personaje al momento de escribir la novela, aunque argumentalmente, por la relación de mi personaje con la madre, se puede comparar más con La conjura de los necios”, explica Toscana.
Así, en la vida de Olegaroy se aparecen voces como las de Kant, Spinoza, Kierkegaard, Leibnitz o Newton, pero también a muchos otros escritores a los que buscaba rendirle una especie de homenaje, porque dentro de las ideas del personaje “hay cuestionamientos desde la creación del mundo o la muerte de Dios.
Olegaroy termina siendo una invitación a la filosofía, hoy día bastante decaída”, en palabras de Toscana, quien hoy recibirá el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017, a las 19 horas, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.