Hace 25 años Philip Glass vino por primera vez a México. Era un desconocido —al menos para las autoridades culturales—, pero ante el éxito de su primer concierto se convirtió en una presencia constante en nuestros escenarios. Como parte de una larga celebración por sus 80 años, el músico retornará en mayo para ofrecer tres presentaciones en el Palacio de Bellas Artes.
Con la Orquesta Sinfónica Nacional estrenará su Sinfonía tolteca los días 11 y 13 de mayo, además de interpretar Days and Nights in Rocinha. Entre ambos conciertos, el día 12 presentará un programa basado en su disco Songs from Liquid Days, en el que participarán la soprano Olivia Gorra, el Cuarteto Latinoamericano, el pianista James Demster, el actor Diego Luna y el propio Glass.
En diciembre pasado, en la Universidad del Claustro de Sor Juana, Glass se presentó con los músicos wixáricas Daniel Medina de la Rosa y Erasmo Medina Medina, proyecto que lo ha acercado más a la cultura tradicional mexicana. “Mi conexión con México es creciente —dice en entrevista telefónica—. Desde que vine a tocar por primera vez he regresado en varias ocasiones y me he conectado con su cultura”.
Afirma que le dio por acudir sobre todo a las zonas arqueológicas, debido a su interés en la cultura indígena: “No sabía mucho al respecto, pero he aprendido a lo largo de estos años, así que compuse una sinfonía basada en temas relacionados con pasajes de la historia de México. También comencé a tocar con músicos que viven en las montañas y hasta hemos dado algunos conciertos, a pesar de que ellos no hablan inglés y yo no hablo su lengua”.
El autor de obras como Einstein on the Beach, Koyaanisqatsi y Music in Twelve Parts 1 & 2, asegura que, a través de su experiencia con diversas culturas, se ha dado cuenta de que “la música es un lenguaje que me ha abierto las puertas para áreas muy diferentes, lo que es muy estimulante para mí”.
Glass recuerda que hace ya varios años Orly Beigel, su promotora, asistió al estreno de Sinfonía tolteca y que hablaron de la posibilidad de estrenarla en México: “Tomó un tiempecito lograrlo, pero por fin vamos a estrenarla —comenta entre risas—. Algo interesante en el otro programa es que vamos a presentar un poema de Allen Ginsberg; tendremos al actor Diego Luna para leer el texto en español, mientras que yo interpretaré la música. Este tipo de interacciones son muy interesantes para mí. Además, tocaremos en Bellas Artes, donde me siento muy a gusto y el público me conoce muy bien”, refiere entre carcajadas.
Durante casi 30 años, el compositor viajó con frecuencia a India, pero explica que se dio cuenta de que México está mucho más cerca “y tiene las mismas cualidades en su cultura. Para entender esto tienes que estar allí, tienes que experimentarlo personalmente”.
¿Cómo han influido sus viajes por el mundo en su música?
Empecé a viajar muy joven, cuando tenía veintitantos años: Australia, África, India, Sudamérica y otros lugares. Tuve la fortuna de tener un apetito y un gusto por culturas en las que no nací, mientras que mucha gente huye de las cosas que no conoce. Debido a eso, mi música ha tomado elementos de esas culturas. Mi lenguaje y mi pensamiento como músico y compositor está condicionado por todas estas experiencias. Muy jovencito estudié la música europea, Bach, Beethoven y Mozart, pero cuando tenía 19 o 20 años empecé a moverme hacia otras culturas.
¿Qué es la música para Philip Glass?
Fui muy afortunado porque empecé a viajar muy joven y la música se volvió un vehículo, como una nave que podía llevarme por todo el mundo. Se volvió el lugar donde pude responder casi cualquier pregunta con música, ya sea en África o en las partes más remotas de Estados Unidos o Canadá. La música, puedo decirlo así, ha sido mi intérprete, es la forma a través de la cual empecé a ver el mundo. Sin esos viajes mi personalidad no hubiera sido la misma. Esta experiencia me ha dado una visión generosa del mundo, me ha permitido establecer dimensiones entre mi música y la de otras partes del mundo.