Más de 500 años de historia están detrás de Xochicuicatl Cuecuechtli, la primera ópera contemporánea en lengua náhuatl. Muchos acontecimientos tuvieron que suceder para que el compositor Gabriel Pareyón pudiera realizar este proyecto y presentarlo este fin de semana en el Teatro de las Artes del CENART. Investigadores y artistas de distintas épocas contribuyeron de manera directa e indirecta, como narra el también musicólogo en entrevista con MILENIO.
El nombre más antiguo entre los involucrados es el de Fray Bernardino de Sahagún, quien puso en letras el relato de tradición oral en el que se basa la obra. El misionero franciscano es considerado como el primer antropólogo de América, pues desde su llegada a la Nueva España, en 1529, se interesó por aprender la lengua náhuatl y registrar la riqueza cultural de los pueblos indígenas. Buena parte de su vida la dedicó a crear una especie de enciclopedia ilustrada del México antiguo.
"Sahagún hizo tres versiones de su obra porque sabía que el gobierno virreinal la podría confiscar", explica Pareyón. Y así sucedió, pues esos documentos amenazaban el proceso de evangelización. Dos de los ejemplares se enviaron a Europa: uno se quedó en el Palacio Real de Madrid y otro se envió como regalo al Duque De Médici, en Florencia. Por eso se le conoce como el Códice Florentino.
Pero una copia de la enciclopedia logró permanecer en el territorio en el que fue creada. Y se conservó durante siglos en un archivo franciscano que fue incautado por el Estado durante la Guerra de Reforma. El documento pasó a ser propiedad de la Biblioteca Nacional de México, aunque nadie estuviera consciente de su existencia.
No fue hasta finales del siglo XIX cuando la obra de Sahagún fue descubierta. El responsable fue "un erudito jalisciense", dice Pareyón, quien también nació en la capital de ese estado. Se refiere a José María Vigil, a quien Porfirio Díaz nombró director de la Biblioteca Nacional y le encomendó su modernización.
Entre manuscritos sobre herbolaria y dioses antiguos, Vigil encontró una compilación de poemas cantados de la época prehispánica, ahora conocidos como los Cantares Mexicanos. Entre ellos, el Xochicuicatl Cuecuechtli, que puede traducirse como "canto florido de travesuras": un relato filosófico con un contenido pícaro y humorístico.
Del amor y lo efímero de la vida
La idea de componer la música para este texto, y llevar a escena el resultado en forma de ópera, ronda la cabeza de Pareyón desde hace más de una década. Estudió composición en el Real Conservatorio de La Haya y obtuvo un doctorado en Musicología por la Universidad de Helsinki. Su interés por la historia del México prehispánico le viene desde la infancia, gracias a la influencia de su tío antropólogo. El náhuatl es uno de los varios idiomas que habla de manera fluida.
(El compositor y musicólogo Gabriel Pareyón)
En el proyecto fue fundamental el trabajo de otro investigador contemporáneo: el académico Patrick Johansson, un profesor de la UNAM que según Pareyón, es el especialista que más ha estudiado los Cantares Mexicanos.
Y específicamente el Xochicuicatl Cuecuechtli, cuyo protagonista es el Tohuenyo: un personaje recurrente en la narrativa erótica azteca. “Un poco como el Pepito de los chistes”, apunta el compositor. En la obra, este joven ágil, pícaro y seductor se encuentra con tres ahuianis, las prostitutas o mujeres “alegradoras” del mundo nahua. Al principio ellas se dejan seducir, pero más tarde lo abandonan a su suerte.
Entonces al Tohuenyo se le aparece Xochipilli -el dios del amor, el placer y la ebriedad sagrada- quien lo conduce por un viaje filosófico y probablemente alucinógeno. Consuela al joven con una ocarina (una flauta globular) y le recuerda la posibilidad que tiene la música para ayudarlo a trascender.
“Es una historia que al principio parece un simple y trivial juego erótico. Pero de pronto hay un giro que deriva en una perspectiva filosófica existencial, sobre lo efímero de la vida, típica del México prehispánico”, explica el director general del proyecto.
La obra musical fue escrita para cinco cantantes solistas y una orquesta de 20 percusionistas. Y la suerte quiso que una vez terminado el proceso de composición, Pareyón se encontrara con otro proyecto recién creado: la orquesta Kuauhkiauhtzintli (Lluvia de palos). Los músicos dirigidos por José Navarro tocan instrumentos tradicionales como el teponaztli, el huehuetl, y ocarinas, sonajas y flautas.
En busca de procesos transculturales
Después de dos años de ensayos, la ópera se estrenó en un teatro rural de Arcelia, Guerrero, un municipio de Tierra Caliente rodeado por comunidades rurales indígenas. El objetivo era darle la primicia a un público de habla náhuatl y el resultado fue una sorpresa para todos.
“La mayoría no había ido nunca al teatro ni sabía que existía el teatro cantado”, recuerda Pareyón. Muchos de los espectadores tampoco habían escuchado canciones en su idioma ni conocían los instrumentos autóctonos, pues después de la Revolución mexicana se perdió definitivamente la tradición en esa zona. Respecto a la historia, los cerca de 200 indígenas se quedaron con algunas dudas, ya que Sahagún escribió en náhuatl clásico y la lengua se ha ido transformado.
En más de una década involucrado en este proyecto, Pareyón ha sido testigo de la realidad de los indígenas de México y su exclusión de las instituciones educativas y culturales. Por más que buscó, el director no logró encontrar artistas cuya lengua materna fuese el náhuatl. “Sigue siendo la población más desfavorecida y son muy pocos los que llegan a concluir una carrera”.
El compositor se topó, además, con una pobre comprensión de su ópera por parte de las autoridades culturales, y por lo tanto, con muchas dificultades para obtener recursos para la producción.
Pero la buena respuesta del público, en las siete funciones que se han hecho en Arcelia, Guadalajara y México, motivan al jalisciense a trabajar en la creación de la segunda ópera en náhuatl, que estará basada en otro texto erótico de los Cantares Mexicanos. Uno de sus grandes objetivos en este proyecto de vida, dice, es “lograr la apertura de las instituciones a una transculturalidad muy necesaria en un país tan racista y clasista como México”.